Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Dorian: «El español es un idioma hermosísimo para escribir letras»

A finales del próximo mes, estos clásicos modernos publican un nuevo disco de estudio. En esta entrevista repasan aspectos cruciales de su trayectoria
Marc Gili y Belly Hernández, cantante y pianista de Dorian
Marc Gili y Belly Hernández, cantante y pianista de Dorian Jesús G. FeriaLa Razón
La Razón
  • Javier Menéndez Flores

    Javier Menéndez Flores

Creada:

Última actualización:

Los barceloneses Dorian, que a lo largo de sus más de dos décadas de carrera han dejado algunos clásicos del pop/rock electrónico, como «Cualquier otra parte», «La tormenta de arena» y «Los amigos que perdí», publicarán a finales de octubre un nuevo disco de estudio, «Futuros imposibles», al que le seguirá una gira de presentación por España y América que ya les quema las entrañas. Hablamos con Marc Gili, su frontispicio, y con la pianista Belly Hernández. La temática de su séptimo disco de creación es cruda, podría parecer en su conjunto un elogio del dolor, pero le dan la vuelta y es una oda a la supervivencia. Hay un trasfondo optimista, de superación: «Sí, sin duda –responde Marc–. Una de las tesis del álbum tiene que ver con la superación positiva del duelo. Muchas canciones hablan sobre diferentes tipos de duelo: la muerte de amigos o de gente cercana, separaciones sentimentales o el duelo por uno mismo, por los fallos cometidos. Es una invitación a superarlo afrontándolo, atravesando el fuego, como se dice, no ocultándolo bajo la alfombra ni desvariando por las noches en los bares de copas o entreteniéndose viendo series vacuas los domingos. Y una vez hecho eso –prosigue–, focalizarse en las cosas positivas que nos hayan dejado las personas que han atravesado nuestras vidas. En los buenos recuerdos y en la parte bonita del camino recorrido junto a ellos». Hablamos, pues, de una nostalgia positiva. Se suele aludir a la nostalgia como algo negativo, pero tiene una parte necesaria, la de recordar qué nos ha pasado y de dónde venimos: «Me encanta el concepto de “nostalgia positiva”», dice Marc, y Belly da su parecer: «Cuando nos enfrentamos a una ruptura un poco traumática, lo más normal es que afloren sentimientos negativos, muy humanos, como el odio o el rencor. Esa es la tendencia natural, pero son sentimientos que no nos gusta tener porque nos hacen sentir mal. Intentar agarrarse a todo lo bueno que haya podido pasar en esa relación es un acto, como tú dices, de supervivencia».
Si habláramos de porcentajes, ¿en las letras de Dorian lo autobiográfico es muy superior a lo inventado? Más allá de las ineludibles trampas literarias: «El 70 % de las canciones de Dorian son autobiográficas –sentencia Marc–. Nos hemos inspirado tanto en nuestra realidad como en las personas que nos rodean para recrear historias como las que narrábamos en “La tormenta de arena” o “Cualquier otra parte”. Hablar de lo que no has vivido te puede llevar a caer en el error de la impostura o de trufar de metáforas vacuas las letras para que suenen bien, pero, al final, no sabes ni lo que están queriendo decir. Y si te tienes que mojar hablando de drogas o de tus patinazos sentimentales, o del dolor que estás sintiendo por una depresión, ¿por qué no explicarlo en tus canciones y desnudarte públicamente? Para eso eres un artista». ¿Y cómo lidian con la corrección política a la hora de escribir? ¿Tienen líneas rojas, un creador debe tenerlas? «Líneas rojas no debería haber –afirma Marc– mientras no bromees con cosas como el Holocausto, por ejemplo. Creo que la autocensura es un error; se tiene que poder hablar de todo con respeto y sinceridad. Debería ser un derecho». Belly: «Cuando te posicionas políticamente hay un sector de tus seguidores a los que no les gusta. Te dicen: “Tú tienes que dedicarte a cantar”. Creo que debes poder decirlo todo, como afirma Marc, pero con respeto. Lo que pasa –se lamenta– es que estamos viviendo un momento de extremismos, de síes y de noes, y eso es muy peligroso. Hay que respetar las opiniones de los demás aunque no coincidan con las tuyas. Porque la gente no se queja de que te posiciones, sino de que no te posiciones con ellos». Vuelve a intervenir Marc: «Está bien que la música ponga sobre la mesa algunos asuntos que están ahí flotando en el aire, claro que sí, y nosotros, como banda, hemos procurado tener siempre los pies en la calle y tocar temas en nuestras canciones que no son tan usuales en la música pop, como la gentrificación, la bisexualidad o la crisis de 2008. Si sientes que tienes que hablar de algo, mételo. Mientras no seas panfletario y esté bien escrito, creo que es válido».
Dorian apostó desde el principio por el español, en un momento en el que los grupos de la escena independiente cantaban mayoritariamente en inglés. ¿Fue algo espontáneo, natural, o fruto de una planificación? «No, no, lo hicimos con toda conciencia –contesta Marc–. Y aquí vuelvo a lo de la importancia de no caer en la impostura en el arte que hablábamos antes: a nosotros nos parecía que todas estas bandas españolas que cantaban en inglés estaban metidas en esa impostura y que uno debe expresarse en su idioma materno. Nosotros también hemos cantado en catalán, si bien el grueso de nuestro cancionero es en español. Tuvimos muy claro desde el principio que Dorian iba a ser una propuesta honesta y no queríamos caer en la impostura de cantar en una lengua no materna. El castellano, el español, es un idioma hermosísimo para escribir letras. ¿Cómo no íbamos a usar esa caja de herramientas? Cuando empezamos tuvimos siempre un ojo puesto en Radio Futura, Parálisis Permanente, Nacha Pop y Alaska, pero quisimos actualizar esos sonidos y llevarlos a los “dosmiles”. Ahí es donde nace Dorian, de esa voluntad de trasladar la Nueva Ola al siglo XXI». En ese sentido, para un músico español la lengua es una ventaja y una bendición, pues cuenta con público en el mundo entero. Y un público que entiende lo que estás diciendo, cosa que no pasa aquí con el inglés: «Tienes toda la razón –dice Marc–. Afortunadamente, el español está de moda en el mundo entero y es un buen momento para surcar nuevos horizontes. Nuestra lengua creo que es la tercera más hablada del mundo, la segunda en crecimiento, si obviamos el chino, que se habla sólo en China, y eso es una bendición. Nosotros hemos tocado en Denver, París, San Francisco, Chicago, Tucson… Es maravilloso». «El público latino es muy entusiasta y muy sentido –interviene Belly–, lo da todo. El argentino, por ejemplo, es un público muy sabedor, muy culto, sabe mucho de música», y Marc añade: «Mil argentinos en un concierto hacen más ruido que cien mil de cualquier otro país, ja, ja, ja».
A propósito del nombre del grupo, ¿se ven ahora igual de jóvenes que cuando empezaron? «Pienso que más –responde Belly–. Estamos muy rejuvenecidos. Somos unos entusiastas de lo nuestro, la llama sigue muy viva. Seguimos discutiendo por música y todos nos implicamos mucho», concluye.

SOÑAR CON SOÑAR

Por Javier Menéndez Flores

Todo lo que respira sigue el mandato biológico y, sutilmente, se descompone, se desdora, se puebla de grietas. Lo que antes cegó cae bajo la guadaña de los días y renuncia a ser luz obstinada, declina sin remedio. Pero vosotros os mantenéis inalterados, en el mismo raíl que inaugurasteis hace dos decenas de años, y no dejáis de preguntaros por qué los dioses os miman del modo en que lo hacen y os conceden los dones que solamente deparan a los elegidos. Se nos ha mentido desde siempre: no somos como nos perciben los demás, somos justamente como nos sentimos.

Vivir a lomos de una canción, o mecidos por el aplauso de un ejército de íntimos desconocidos, sí era posible. Lo sabe Dorian a fuerza de sentirlo disco tras disco y después de recibir idéntico ramo de flores en diez mil ciudades en las que se habla su lengua universal y se corean sus obsesiones. Y sólo un malnacido podría no dar las gracias cada día, nada más levantarse, por ser el destinatario de un regalo que ni siquiera el dinero es capaz de comprar.

Estoy viendo a aquel muchacho al que el «Hurt» de Nine Inch Nails y el «Ne me quitte pas» de Jacques Brel le disparaban las pulsaciones, y a la chica que se despegaba del suelo cada vez que se encerraba a solas con Battiato y su «L’era del cinghiale bianco». Aquellos eran los días de aprender sin saber que lo hacíais, Marc, Belly, tan sólo caminando, creciendo, amando, viviendo. Y es así como habéis ido acumulando el tesoro de una obra propia que ya ha dejado de perteneceros y es de quien desee hacerla suya, y he ahí la grandeza del arte.

En ese atlas de sensaciones se han establecido con furia los dorianistas, allá donde las corrientes circulares desembocan en noches blancas. Porque el futuro no es de nadie y mañana puedes ser otro o no ser, pero el presente lo decide uno y hasta el homicida domingo puede ser perfecto si le dejas la puerta abierta al deseo y viajas desnudo en tu cama.

La vida sublime quizá sea azul y amarilla, aunque si bajas ese listón hallarás también placer. Pero si ya es mediodía y el sol se niega a mostrarse, el mago Ezra Pound puede echarte una mano: te lanza una descarga eléctrica y, en el acto, te levantas y andas, te deshaces de todas tus prendas grises y dinamitas el templo del tedio.

(Todo cuanto cuento y canto lo he vivido, os lo juro. Y el amor es un pez agitándose entre mis manos y una risa incontrolable y una rosa inesperada y una herida que no cierra, pero con la que puedes vivir y, de hecho, vivo intensamente. Y la amistad es decirlo todo sin tener que abrir la boca. Porque los amigos que perdí conmigo van, ahí siguen, con esa lealtad indesmayable que tienen los lunares y los tatuajes y los animales que has retirado de la calle). En diez años y un día nos veremos y me contaréis. Puede que para entonces seáis la viva imagen de vuestros nietos. Solamente que en alguna buhardilla se estarán pudriendo vuestros retratos con sus culpas.

Johnny Rotten nos escupió muy adentro con aquella saliva nihilista y nos negó todo futuro, y ahora vosotros sentenciáis que hay situaciones que nunca traerá el porvenir porque la mala fortuna las ha truncado. Os aferráis a los buenos recuerdos para abolir el dolor sufrido, y eso es loable, pero también supisteis ser crueles. Como cuando escribisteis: «… Y sueñas con no soñar», un verso inmortal que condenó a la persona amada a la nada absoluta.

Pero vosotros sí soñáis, soñáis mucho, todo el rato. Soñáis, incluso, con soñar. Y lo hacéis con esa compulsión que solamente conoce quien es inmune al virus del tiempo, inmarcesible, joven por siempre.