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Rulo y la Contrabanda: “Ya sé que la emoción no está de moda”

Ha publicado “5”, el decimoquinto trabajo de su carrera, y se prepara para una intensa gira en 2024
Rulo y La Contrabandalarazon

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Dice Rulo (Raúl Gutiérrez, Reinosa, 1979) que no se esperaba llegar hasta aquí. Que con publicar un disco y malvivir de él, ya estaba cumplido el sueño. O casi. Pero mira, después de su tiempo La Fuga y su carrera junto a la Contrabanda, ya van 15 trabajos, contando el que acaba de publicar, titulado “5”. En su portada aparece de frente, con el torso desnudo y su hijo Andy en brazos. Su gira pasa por Madrid el 24 de febrero, y, a continuación, pasa por Barcelona (9 de marzo), Bilbao (15), Burgos (13 de abril), Murcia (26), Valencia (27), Santiago (4 de mayo)...
La primera impresión habla de intimidad.
No quería salir en la portada, porque es el quinto disco de estudio y estaba cansado de salir yo. La gente ya me conoce. Pero no encontraba nada. Y tuve una corazonada con la imagen de la crudeza de un rockero tatuado y un bebé como el mío. Esa fragilidad es la que ilustra mis canciones, creo que es perfecta para lo que canto, que algunas veces es una caricia y otras un arañazo. O incluso las dos, como “Persiguiendo sombras”, que tiene de todo. Eso ha tenido consecuencias porque me ha convertido en muy duro para unos y muy blando para otros. También quiere decir que no tengo miedo a desnudarme, no solo en las canciones sino incluso en la portada.
En su mano pone “Amor” en los nudillos.
Estas son las iniciales. A, de Andy, M, de mi pareja, O, de Oliver y R, de Rulo. Era innegociable que el nombre del último en llegar fuera con A.
No tiene problemas para mostrarse vulnerable.
Me enseñaron a eso Los Suaves, el primer grupo de rock duro que hablaba de sentimientos en mi opinión. Antes que ellos, muy pocos hablaban de otra cosa que no fueran chicas y coches. Pero ahí vi que podría ser compatible con el rock escribir de esa forma. También como lección para los hombres en general: hay que mostrarse emocionalmente. No es un síntoma de debilidad, es lo contrario. Aunque algunos te critiquen por ello o te llamen moñas. Pero es lo que soy. Antes no te dejaban meter más de una balada en un disco, te metían caña por ello. Con 20 años aceptaba ese juego, pero ya no. Hago la música que me sale del corazón y la entrepierna. Así de claro. Tengo la suerte de que mi banda me apoya y el público también. No tengo miedo a desnudarme ya ni siquiera en la portada.
El hombre, el varón, tiene que repensarse un poco.
Claro, lo que pasa es que cuando compones lo haces de forma visceral y no lo piensas. Pero es que ese soy yo. Pero no soy de una manera solo. Todos tenemos diferentes lados, actitudes, dentro de nosotros.
Y a la hora de cantar una canción que le remueve o habla de una debilidad, ¿le afecta en directo?
Yo soy norteño y soy frío hacia afuera, pero caliente hacia dentro, porque soy muy emocional. Me cuesta cantar en determinados lugares, como Reinosa (Cantabria), que es mi ciudad, mi pueblo. Es muy duro. Ya sé que la emoción no está de moda. Yo escucho muchas cosas de jóvenes, porque tengo una hija de 16 años y he ido a varios conciertos este verano que... flipas. Tengo esa inquietud, me gusta conocer. Soy veterano, pero no viejuno. Escucho, hablo con la gente para descubrir y aprender. Y lo hago con conocimiento de causa. Cuando veo emoción me engancho, pero no está de moda la emoción. La música también es diversión, claro, pero la emoción tiene que estar ahí.
Canta que “ni lobo solitario ni artista incomprendido”. Es una careta que se ha quitado.
Es que no voy de maldito. Ahí salgo con mi hijo en la portada y antes de esta entrevista he llevado a Oliver al cole. Lo más auténtico es ser tú, tio. Y esa es mi vida. Cierto que vivimos en la época de la imagen, pero para una trayectoria larga, veo la música como una maratón. Eso es sostenible si eres bastantes horas al día tú. Mantener un personaje 24 horas al día es un coñazo.
¿Cómo se sale de las malas épocas?
Yo, tocando un instrumento. Le digo a mis amigos que no hace falta ser un profesional. Todos tenemos malos días, pero si coges una guitarra o un piano y te pones ahí... te hace sentir mejor. A la media hora estás mejor. Por eso la gente que compone solo con máquinas no sabe lo que se pierde. Es como renunciar al ibuprofeno, a algo que te hace sentir bien. Que también puede ser andar en bici o salir al monte...
¿A sus hijos le educa musicalmente?
Es que, aunque no quiera, se han criado en camerinos. Oliver vino conmigo en la furgoneta él solo con 4 o 5 años. No ha sido premeditado y tampoco se me ocurriría llevarles por el camino de la música. Ahí, o hay una vocación o no la hay. Todos mis hijos tocan algo y parece que tienen la sensibilidad.
No hay nada peor que un padre que trata de hacer de su hijo o hija un crack del fútbol o de la música.
No hay nada más desmoralizante que ir a un partido de fútbol de niños. Estamos tarados. La media no está bien de la cabeza. Yo soy futbolero, voy a El Sardinero, al Bernabéu y al Wanda. Pero soy un enamorado del baloncesto y no es igual el ambiente. Es otro. Hay una parte del fútbol que no lo ves en el baloncesto. Pero bueno, yo le sigo viendo la parte romántica al fútbol, alejado de la mercadotecnia y de la crispación que la gente lleva al estadio. La llevan. Es que cuando voy a ver a Oliver a verle jugar, salgo espantado. Son padres que echan la bronca a los niños de siete años y a su entrenador. Eso no lo ves en el rugby, en el baloncesto, en el tenis...
Bueno, el Racing este año va mejor...
Ya empezamos a soñar y no sé si eso es bueno...
25 años de canciones, “de peleas de los estribillos. Y aunque alguna vez descarrilé, creo que lo conseguimos”.
Creo que conseguimos vivir del sueño, que no era hacer 15 discos, sino vivir de esto. Grabar un disco y soñar. Y ya cuando malvivíamos de ello, pues eso ya era maravilloso. La verdad es que era mucho más difícil que si hubiéramos sido de Madrid o Barcelona, porque en Reinosa es que no teníamos ni siquiera un grupo con el que ensayar, o al que ir a ver para aprender de ellos. Estábamos solos. No había un circuito. Nosotros engañábamos a los dueños de los pubs. Pero el sueño era ese.