Xoel López graba el merengue que Dylan nunca se atrevió
Publica "Caldo Espírito", su nuevo trabajo, en el que conviven todo tipo de géneros y de sonidos
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Después de una larga conversación, rayana con la metafísica y el delirio de los diletantes, Xoel López (La Coruña, 1977) sale con una reflexión: «En la vida, el experimento es la clave y equivocarse es parte del camino. Analizando contigo las frases del disco, entiendo por qué llevo tantos años haciendo canciones. Y es que hay cosas que, si no es cantando, no las dices. No hablas de ello ni siquiera en una conversación. En la música, componer las letras, te da para reflexión, filosofía y terapéutica», explica el gallego sobre uno de los versos de «Caldo espírito», su nuevo trabajo, uno que asegura, para los que no lo sepan, que «la vida no es un borrador». «Es cierto. Es una obviedad pero hace referencia a que la vida es esta. La que vivimos, que no va a venir otra. No te estás preparando para una vida, la estás viviendo. No es un borrador, es la obra final todo el rato», dice como quien ha llenado mucha páginas de apuntes y arrepentimientos. Menudo músico es el gallego.
«A veces me siento una especie de observador de mí mismo. Es un poco loco, pero es como si la música me trascendiese a mí. Siento que lo que me pasa dentro es tan complejo que no puedo entenderlo y, por eso, el lenguaje se queda pequeño. Pero también siento que lo que está dentro de mí sale a través de las canciones y me permite conocerme mejor. Y, por tanto, al ser humano y al mundo alrededor. Pero la sensación es tan extraña que a veces yo soy solo un espectador sin capacidad de influencia en el proceso. Y claro, luego digo: ‘‘guau, escribí esto yo’’. Hay un momento de borrachera en la composición que debe llamarse inspiración que es increíble», dice el coruñés.
De esa y de otras formas de vulnerabilidad habla en su trabajo. Como se pregunta en «Glaciar»: «Y si un glaciar / se desprende así / no quiero pensar / qué será de mí». «En esa canción me pregunto por la autenticidad de las relaciones. ¿Me querrías igual si estoy derrotado? Porque hoy, eso de querer, si no es práctico o no te resulta útil o te sirve, ya no vale. Esa canción habla del amor verdadero, de estar en la dicha y en el llanto, en la salud y en la enfermedad, que son cosas de la Biblia, ya lo sé. Pero nunca está de más recordar». El tiempo, tan pendular siempre, trae de vuelta ideas tradicionales en la era de la posmodernidad. «Yo también lo veo así. Y si hay que pendulear, penduleemos. Pero no tiene que ser todo lo nuevo, lo moderno, lo mejor. Hay que coger lo más valioso de cada época. Vivimos una época de mucho cambio y poco tiempo para reflexionar».
El disco ofrece esa sensación de fin de una era, de precipicio, de un mundo que desaparece. Y de valentía. «Mágica y eterna», por ejemplo es... «para mí, es el merengue que Bob Dylan nunca hizo –ríe López–. Porque tiene algo de la estructura de él, que es un pilar fundamental, pero para mí también lo es Juan Luis Guerra, que lo escuchaban mis padres en casa después de vivir en la República Dominicana durante mucho tiempo. Todos esos mundos son parte de mi vida y los mezclo sin prejuicios y sin tapujos. Y nunca un dominicano haría eso ni tampoco un folkie, pero la hago yo. No es algo forzado, refleja mi realidad. Yo veo el mundo así, entiendo la música de manera muy transversal y de esa forma compleja, poliédrica, de grises. En este mundo binario y maniqueo... yo quiero mezclar un mundo y el otro y quedarme tan ancho. Pero en el fondo es tan viejo como ser gallego».
En su nuevo trabajo, Xoel deja traslucir unas guitarras «a lo Deluxe» después de haber resucitado su mítico grupo el pasado verano. «Pero hay de todo. Creo que tiene que ver con que en Galicia hay un pueblo con una identidad muy clara pero, al mismo tiempo, muy bastardeada, en el sentido de que se ha emigrado y vuelto y te suena una gaita tanto como un merengue o una copla. Conviven todos los mundos. La lluvia y el sombrero panameño».