Cargando...
Sección patrocinada por

Concierto

De nuevo, el Verdi más épico y patriótico

El Teatro Real ofrece dos funciones de 'I Lombardi alla prima crociata' en versión concierto dirigida por Daniel Oren

Iván Ayón (Arvino), Daniel Oren (director musical de 'I lombardi'), soprano Lidia Fridman (Giselda), tenor Francesco Meli (Oronte) y José Luis Basso (director del Coro Titular del Teatro Real) Javier del Real / Teatro Real

En 1842, un joven Giuseppe Verdi (1813-1901) saboreaba un gran triunfo popular y el reconocimiento ganado tras el estreno de “Nabucco” en el Teatro alla Scala de Milán. Tal fue su éxito, que el empresario del teatro, Bartolomeo Merelli, le ofreció un contrato para que compusiera una nueva ópera dejando en blanco la cifra de sus emolumentos. Y Verdi, por consejo de Giuseppina Strepponi, consignó la elevada cantidad de 8000 liras austríacas, la misma que había recibido Vincenzo Bellini, por “Norma”.

Este nuevo melodrama sería “I Lombardi alla prima crociata” (Los lombardos en la Primera Cruzada), que era estrenado el 11 de febrero de 1843. Tanto el compositor como su libretista, Temistocle Solera, decidieron adaptar el poema épico homónimo de Tommaso Grossi, que aborda algunos acontecimientos que tuvieron lugar durante la Primera Cruzada, combinados con un clásico melodrama familiar y amoroso de disputas, celos y traiciones.

El Teatro Real ofrece dos funciones en versión concierto este domingo 6 y el miércoles 9 con la dirección musical de Daniel Oren y del coro de José Luis Basso. En el reparto, Iván Ayón Rivas (Arvino), Alex Esposito (Pagano), Miren Urbieta-Vega (Viclinda), Anna Pirozzi (Giselda), David Lagares (Pirro), Josep Fadó (prior), Manuel Fuentes (Acciano), Francesco Meli (Oronte), Mercedes Gancedo (Sofía) y el Coro y orquesta Titulares del Teatro Real.

Glorificar a los lombardos que partían a liberar los santos lugares

El enardecido libreto, continuación del estilo expresivo y épico de Verdi, tenía un mensaje claro: glorificar a los lombardos que partían a liberar los santos lugares, pero que claramente aludía a otra liberación, la de las tierras lombardas bajo la dominación austriaca. Igual que “Atilla”, esta ópera se alza como una fuente de exaltación patriótica porque se percibió como símbolo de la aspiración de Italia a la independencia. No es fácil de representar, pero esta ópera comunica tantísimas emociones y contiene tantas plegarias, que particularmente me fascina”, explica Daniel Oren. Con ella, Verdi y Solera pretendían revalidar el enorme éxito cosechado la temporada anterior con “Nabucco”. Estas pretensiones explican la inclusión del coro patriótico "Gerusalem... Gerusalem...", una invocación a la Tierra Santa con reminiscencias del "Va, pensiero", entonada en esta ocasión por cruzados y peregrinos. La trama, algo errática, pero repleta de giros dramáticos, se sostiene gracias a una sólida partitura llena de desafíos vocales y orquestales y salpicada de enérgicas marchas y vibrantes concertantes.

El libreto es también un reflejo de la compasión verdiana y su afán por humanizar sus personajes más oscuros –el parricida Pagano– y también de denunciar –a través de la incandescente aria de Giselda del acto II– las atrocidades cometidas por los cristianos en tierras sarracenas. Y al igual que en “Nabucco”, “el coro tiene un papel muy importante”, afirma su director José Luis Basso. “Para nosotros es una fiesta hacer una ópera de Verdi porque el coro tiene un rol protagonista casi siempre y aquí escribe una de sus mejores páginas, con la diferencia de que no son esclavos de tierras lejanas, sino directamente el pueblo italiano que canta a la patria perdida, por eso fue muy atacada por la censura austríaca, porque políticamente tenía un mensaje muy fuerte”, concluye.