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Libros

J. D. Salinger, el hombre al que acompañó la Segunda Guerra Mundial toda su vida

Matt Salinger, que impulsa una reedición conjunta de los libros de su padre en nuestro país, afirma que está involucrado en la edición de sus obras inéditas, pero que todavía tardarán unos años en llegar

J.D. Salinger, en una imagen tomada en noviembre de 1952
J.D. Salinger, en una imagen tomada en noviembre de 1952larazon

La sombra de algunos padres resulta demasiado alargada para los hijos. Matt Salinger ha venido a España con la intención de defender la obra de su progenitor, el célebre J. D. Salinge, del que ahora Alianza reedita sus obras en un único estuche, pero las incógnitas y claroscuros que todavía rodean la biografía del escritor, que dejó de publicar, aunque no de escribir, y se negó a conceder entrevistas, resulta demasiado embriagadora para hablar solo de literatura. Hay preguntas que necesitan respuestas: ¿Por qué ese silencio? ¿Por qué no se han publicado sus libros inéditos? ¿Qué le sucedió durante la Segunda Guerra Mundial y cómo el afectó? ¿Qué le llevó a dejar de publicar? Estas son sus contestaciones.

Obra inédita

«Sí, se va a publicar todo el material inédito aunque es una tarea complicada. Requiere tiempo. En cuanto esté listo el material se editará, porque es lo que me pidió mi padre: que lo publicara todo, incluso las verrugas. Aunque en estos libros existe más belleza que verrugas, al menos en lo que he leído. Estoy trabajando en la transcripción de estos documentos. Ya tengo preparado lo más fácil, pero me quedan las paginas más largas y con anotaciones complejas. Estoy trabajando solo y estoy tratando de hacerlo lo más rápido que puedo. He recurrido incluso al reconocimiento óptico, aunque no tiene demasiada precisión, porque algunas precisiones al margen están hechas a mano. Otras son copias que hizo con distintas máquinas de escribir sin claridad tipográfica para permitir una transcripción de calidad. Ahora leo los textos y un software lo transcribe, aunque me quedo sin voz, pero soy consciente de que existen muchos lectores que están esperando. Saldrán a la luz, pero aún quedan unos años».

Los cuentos de los que renegó

«Esos cuentos son suyos. Los considero parte de su obra, pero como él no quería que se publicaran de nuevo, no los voy a incluir en futuras ediciones. Cuando los hizo estaba desarrollándose como escritor. Yo los he disfrutado, pero también soy el protector de su legado. Mi deber es hacer lo que él quería que se hiciera con su trabajo. Algunos de esos cuentos le gustaban aunque no quería volver a verlos publicados. Incluso llegó a los tribunales por eso. Lo que sucedía es que unos le gustaban y a lo mejor quería aprovechar esos personajes y otros, en cambio, le daban vergüenza».

La Segunda Guerra Mundial

«Como le pasó a casi todos veteranos de guerra, nunca le apetecía hablar de lo que vio, pero sí nos contó parte de lo que vivió durante esos años de guerra. Lo que presenció y aprendió en la guerra le confirmó en lo que ya creía saber del ser humano. En ese sentido no le cambió. Él ya sospechaba esas atrocidades, esa bancarrota moral... no es posible vivir experiencias de ese tipo sin que te cambie de alguna manera. Estuvo en el primer regimiento que liberó los primeros campos de concentración. Eso es algo que te acompaña el resto de su vida. Pero su reacción fue valorar más su belleza y el amor y su naturaleza efímera. Como un hombre que emprendió una búsqueda espiritual, experimentar eso le condujo a preguntarse si existe un dios. Como escritor, le llevo a conclusión de que no iba a escribir relatos superficiales o «best sellers». En su obra deseaba plantearse preguntas más serias, pero no quería que las respuestas fueran aburridas. Tenían que tener sentido del humor. Esto también es un efecto de la guerra. Otra respuesta es que la casa donde vivía siempre estaba caliente. Se juró no volver a pasar frío jamás.

Por qué dejó de publicar

«Durante su vida mantuvo un conflicto interno. Había momentos en que decía que iba publicar, pero no lo tenía claro. Por un lado quería quitarme la carga de que lo hiciera yo, porque la publicación de su obra era mucho jaleo, no era una cosa sencilla. Pero él, al final, abandonó esa tarea, porque se involucraba a nivel emocional. Meterse en ese proceso le quitaba mucho tiempo para escribir y es lo que no quería. Si mi padre hubiera encontrado manera de escribir directamente al lector, lo habría hecho. Lo que le volvía loco eran los editores y los periodistas. Si hubiera tenido conexión directa con los lectores, habría sido distinto».

La leyenda maldita de «El guardián entre el centeno»

«Le entristeció que un libro que había creado pensando en que su lectura podría ayudar a los demás, alguien lo retorciera para hacer el mal, como Chapman, que mató a Lennon. Le resultó demencial, pero tampoco le sorprendió porque entendía muy bien las debilidades humanas y también su capacidad para la violencia. Lo aprendió de la guerra y sabía que esa inclinación estaba presente en el hombre. Pero nunca sintió culpabilidad por publicarlo y que un pirado tergiversara su lectura. Él no tenía la culpa de lo que otras personas hicieran de su obra. Pero, sin duda, estaba triste por eso».

La humanidad

«La respuesta a lo que pensaba del hombre está en su obra. No veía el mundo en blanco y negro, sino que veía distintos colores. Consideraba que, como especie, los seres humanos erramos, pero a la vez tiene una extraordinaria luminosidad. Era muy consciente de estas contradicciones. Pero una de las cosas que nos enseñó es a que desconfiáramos de los grupos. Para él, más de dos personas era una multitud. En una persona individual puedes ver lo mejor, pero en grupo rara vez lo aprecias. Para conocer cómo era mi padre se deben leer sus personajes infantiles. En esos niños aparece su retrato. Siempre creía que eras capaz de resolver tus problemas y como padre era divertido, aunque mi hermana tiene un punto de vista distinto, y se lo respeto».