Daniel Lamarre: «Cuando no tienes ingresos solo te queda el nombre del Circo del Sol»
El CEO de la compañía canadiense saca pecho y anuncia gira en España un año después de la quiebra
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Daniel Lamarre es de los que confía en la ley que dicta el esfuerzo. Sin sufrimiento no hay premio. Y es por ello que estos tres días en Madrid no los aprovecha para nada más que para trabajar, dice. Los vicios, el turismo, los deja para junio, cuando «Luzia» ya esté rondando por la península (Barcelona, desde el 17 de marzo; Alicante, a partir del 14 de julio; y Madrid, del 5 de noviembre en adelante). «Entonces ya vendré con otro espíritu, solo para disfrutar», asegura. Lo de ayer fue otra cosa, tocaba promoción, tocaba enseñar músculo, el del Circo del Sol, después de caer muy enfermo con la Covid. El parón (como en tantos y tantos negocios) los dejó a «cero ingresos», con miles de trabajadores en la calle, «el 95%», y con una deuda que rondaba los 800 millones de euros. Pero llegaron los millones (1.200) de diferentes inversores privados y hasta del Gobierno canadiense, que para eso hablamos de un emblema del país. Y sirvió todo aquello para coger aire hasta que volvieran a abrirse los escenarios y aquí están de vuelta. «¡El intermedio ha terminado!», celebran.
Ha sido duro este tiempo...
Por eso sonrío. Ha sido difícil para todo el mundo del espectáculo. Nosotros pasamos de 45 montajes a ninguno y de mil millones de volumen de negocio a nada, pero conseguimos los fondos para sobrevivir y ahora nos relanzamos.
¿Es un relanzamiento o hablamos de un renacimiento?
Renacimiento. Hay que reinventarse. El público quiere sorprenderse y tiene grandes expectativas, que nos obliga a no dormirnos en los laureles.
¿Cómo se sorprende a la gente después de tantos años?
Con nuevos números y con los mejores artistas y acróbatas del mundo. Hay 150.000 personas queriendo trabajar con nosotros y eso nos permite elegir a los mejores. También nos cuestionamos a nosotros mismos y queremos superar los límites del ser humano.
¿Qué fue lo más complicado?
Dejar a los empleados fuera, muchos se han quedado en el paro, y, luego, convencerme a mí para relanzar la marca. El nombre del Circo del Sol me ha permitido que llegara el dinero y, ahora, mirar al futuro con optimismo.
¿Pensó en tirar la toalla?
Siempre me he negado a abandonar. El estímulo más importante ha sido la responsabilidad de recuperar a todos los artistas.
¿Cuántos han repescado ya?
2.000, más del 50%. Y esperamos volver a la normalidad en un año: cada espectáculo que lanzamos son 200 personas nuevas.
¿Y qué ha aprendido de (casi) tocar fondo?
La fuerza que tiene la marca. Cuando no hay ningún ingreso solo te queda el nombre. Eso ha sido lo que ha permitido que los inversores metan 1.200 millones de dólares para proteger la marca. Y también me ha enseñado a no perder el contacto con los empleados. Tener un lazo con ellos que no sea laboral, de otro tipo más personal.
¿En este momento estamos en crisis o en pleno rebote?
Lo segundo. Por ejemplo: en Las Vegas y en Houston vendemos más entradas que antes. La gente tiene ganas de ver espectáculos en vivo.
En enero publicará un libro, «Balancing Acts»...
En 20 años trabajando con Guy Laliberté [fundador del Circo del Sol] he descubierto que sin creatividad no hay negocio. Es útil a nivel personal y laboral. Hay que dejar más espacio a los empleados.
¿Falta creatividad?
Creo que la gente la tiene dentro, pero hay un freno. No se explota lo suficiente y por eso hay que animar a sacarla. Por norma general, se es más conservador y menos activo, pero hay una vida existente detrás de todo eso.
¿De quién es la culpa?
Faltan oportunidades para expresarse. No solo la gente del Circo del Sol es creativa. Lo vemos en el día a día y en las nuevas generaciones, que están muy inspiradas. La crisis del coronavirus ha demostrado la importancia de lo creativo: al estar parados tanto tiempo ha surgido la necesidad de exteriorizarlo todo.