Crítica de teatro

“Esta noche se improvisa la comedia”: Los imprecisos límites del teatro ★★★★☆

Ernesto Caballero adapta y actualiza la obra de Pirandello para rendir homenaje al teatro y, ya de paso, al autor italiano

"Esta noche se improvisa la comedia", en versión de Ernesto Caballero, ocupa la sala grande del Teatro Español
"Esta noche se improvisa la comedia", en versión de Ernesto Caballero, ocupa la sala grande del Teatro EspañolJose Alberto Puertas

Autoría: Luigi Pirandello. Versión y dirección: Ernesto Caballero. Interpretación: Felipe Ansola, Jorge Basanta, Natalia Hernández, Joaquín Notario, Paco Ochoa, Ana Ruiz y Ainhoa Santamaría. Teatro Español, Madrid. Hasta el 17 de julio.

El dramaturgo y director Ernesto Caballero adapta y actualiza la obra de Pirandello Esta noche se improvisa la comedia para rendir un homenaje al teatro en toda su compleja extensión y, ya de paso, al autor italiano. Una compañía va a representar frente al público –se trata del público real que está esa noche en el Teatro Español viendo la función– una versión de la narración breve de Pirandello Leonora, adiós; pero el director quiere, para que todo “sea más creíble”, que sus actores improvisen el texto y se dejen llevar por las situaciones que han de protagonizar.

A partir de aquí, se produce una fractura en la propia realidad de la representación, pues todo lo que supuestamente se improvisa de cara al espectador es obvio que no puede sino seguir las líneas de otro papel igualmente escrito que discurre de forma paralela. Que exista o no la posibilidad real sobre un escenario de “presentar” en lugar de “representar” –es decir, la posibilidad de ser un estricto “performer” y no un intérprete al uso– es el primer conflicto al que se enfrentan los personajes de una obra en la que, gracias a la moderna contextualización argumental que ha hecho Caballero, poco a poco van saliendo a colación, con otros nuevos e inevitables conflictos inherentes, las distintas corrientes, tendencias y concepciones artísticas que conviven hoy –a veces en una estéril y constante pugna– dentro del panorama teatral. En este sentido, es genial cómo está planteada por parte de Caballero, y cómo está resulta por Paco Ochoa, la escena en la que el personaje al que interpreta este último debe morirse, ya que la situación dramática permite ver cómo el actor, desviándose por azarosas y divertidas circunstancias de los postulados estilísticos que pensaba seguir, alcanza exactamente el mismo objetivo que si los hubiese aplicado a rajatabla.

El mensaje no puede ser más inteligente y conciliador: el teatro es tan amplio, versátil y aglutinador que puede dar cabida y belleza a una cosa y a su contraria; como dice uno de los personajes, “el teatro lo puede todo”. La difusa frontera entre lo moderno y lo clásico, la eterna búsqueda de la verosimilitud, la dificultad para definir qué es lo real y lo creíble… y otras cuestiones menos intelectualizadas, como la relación entre los actores de una compañía y la relación de estos con el director, se abordan con sentido del ritmo y de la ironía gracias a un elenco de formidables actores que se manejan en la comedia –y algunos de ellos también en el drama– a las mil maravillas.

Aunque se trata de una función muy coral, destacan junto al mencionado Paco Ochoa, por disponer de mejores ocasiones para lucirse que otros, Natalia Hernández, Jorge Basanta y Ainhoa Santamaría. Asimismo, es digno de mencionar el eficaz trabajo que ha hecho la escenógrafa Mónica Boromello colocando un escenario convencional, donde se mueven los personajes del relato de PIrandello, dentro de otro escenario más amplio y abstracto, donde los actores “reales” que los encarnan discuten con su director cómo abordar el trabajo.

Lo mejor

Aunque la reflexión profunda en torno al sentido del teatro puede parecer algo erudita, la obra se ve como una entretenida comedia.

Lo peor

El limitado desarrollo del personaje del director, que impide que Joaquín Notario le pueda sacar partido, y algunas fisuras en la lógica de la estructura argumental.