Crítica de teatro

“Run [jamás caer vivos]”: Confuso efecto mariposa ★★☆☆☆

La interesante propuesta de José Padilla no termina de encontrar el acomodo ideal sobre el escenario de los Teatros del Canal

"Run" ocupará la Sala Verde del Canal hasta el 31 de julio
"Run" ocupará la Sala Verde del Canal hasta el 31 de julioTEATROS DEL CANALTEATROS DEL CANAL

Autor y director: José Padilla. Intérpretes: Pablo Béjar, David Castillo, Silvia de Pé, Zaira Montes, Almudena Puyo y Lucía Trentini. Teatros del Canal, Madrid. Hasta el 31 de julio.

La globalización, la quebradiza idea del bien y del mal y la cadena de consecuencias que puede tener hoy en día todo acontecimiento, por particular y remoto que pudiera parece, son los temas que ha querido explorar el dramaturgo y director José Padilla en una función que no logra alcanzar del todo sus objetivos.

Lo que debería haber sido un simple partido de pretemporada de baloncesto de la NBA, en el que habían de enfrentarse los equipos de Los Ángeles Lakers y los Brooklyn Nets en la ciudad de Shanghái, acabó convirtiéndose en octubre de 2019 en un conflicto diplomático entre Estados Unidos y China. El motivo fueron los comentarios de Daryl Morey, gerente de otro equipo de la NBA, los Houston Rockets, en favor de las manifestaciones que tenían lugar esos días en Hong Kong en contra de una ley que hacía peligrar el especial régimen jurídico y político del que goza, dentro de la República Popular China, esta ciudad autónoma, en la cual existe la división de poderes y el mercado libre. Toda esta polémica −que, para los artífices de Run, hizo recordar los tensos años de la Guerra Fría− sirve como motor de una función que se va alejando y acercando en su desarrollo a esos hechos para ponerlos en relación con otros que, aparentemente, nadie hubiera conectado.

La idea es más que interesante, pero hay dos problemas a la hora de llevarla a la práctica: el primero es que la controversia inicial que yo he expuesto unas líneas más arriba no queda bien explicada en la propia trama; el segundo es que el camino que traza la dramaturgia para llegar a una perspectiva más general o globalizada del mundo es un poco abrupto y sinuoso. Como consecuencia, a más de uno le costará entender el verdadero meollo dramático del asunto, así como el sentido último que tiene la ligazón de las distintas historias.

Tampoco ayuda mucho a la comprensión y al disfrute de la obra la sobrexcitada manera en que está contada desde el punto de vista interpretativo. Cierto es que hay un gran trabajo para dar movimiento, organicidad y sentido escénico al ingente material narrativo del que se nutre la propuesta; pero, ya en los primeros compases, se advierte que todo se ha pasado un poco de frenada. Demasiado texto, demasiado griterío y demasiada precipitación. Ni Pablo Béjar, ni David Castillo, ni Silvia de Pé, ni Zaira Montes, ni Almudena Puyo y ni Lucía Trentini, todos ellos actores bien capacitados, logran canalizar el desparrame de energía que hay sobre las tablas para entrar de lleno en el alma y en la conciencia del espectador.

Lo mejor

Hay un esmerado trabajo para hacer teatrales unos materiales de naturaleza muy narrativa.

Lo peor

En el intento de encontrar un ritmo ágil, la escenificación se embarulla no pocas veces.