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“Celebración”: El difícil papel de envejecer ★★★★☆

Luis Luque rinde homenaje al mundo de la interpretación en un plano general y, de manera muy concreta y sentida, a todos esos actores mayores que después de muchos años de trabajo acaban siendo apartados sin muchos miramientos de la profesión
Coral Ortiz
La Razón

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Autores: Álvaro Lizarrondo y Luis Luque. Director: Luis Luque. Intérpretes: Ana Marzoa, Guillermo Montesinos, Amparo Pamplona, Paco Racionero, Juan Ribó y María Luisa San José. Naves del Español en Matadero (Sala Fernando Arrabal), Madrid. Hasta el 23 de octubre.
Adoptando el formato de teatro documental, el director Luis Luque rinde un merecido homenaje al mundo de la interpretación en un plano general y, de manera muy concreta y sentida, a todos esos actores mayores que después de muchos años de trabajo duro acaban siendo apartados sin muchos miramientos de una profesión que, demasiadas veces, termina supeditada a la frivolidad de las nuevas modas que van surgiendo y a los nuevos espectadores que estas van generando. Ana Marzoa, Guillermo Montesinos, Amparo Pamplona, Paco Racionero, Juan Ribó y María Luisa San José, seis estupendos actores mayores de 70 años a los que quizá no quepa aplicar hoy el adjetivo de “famosos”, pero que en otro tiempo lo fueron, y mucho, por méritos propios, se examinan a sí mismos sobre el escenario en relación a su profesión; y lo hacen con humildad, con humor y con los pies bien pegados al suelo.
Los acosos sexuales y los maltratos laborales, juntos y por separado, que estuvieron a la orden del día durante mucho tiempo en algunas producciones; las inseguridades de los intérpretes y las rutinas de cada uno para conjurarlas; la censura, y el ingenio para sortearla; la manera en que ha cambiado la relación entre los actores, como reflejo del cambio que han sufrido en verdad todas la relaciones sociales; el descubrimiento, por vocación o por casualidad, del arte escénico; y, por supuesto, las muchas gratificaciones que proporcionan el oficio y, sobre todo, el público. Estos son algunos de los temas de Celebración.
La función tiene algo de amalgama; podría decirse que falta cierta continuidad dramática: las escenas se aíslan tanto en la dramaturgia como en la propia escenificación, como si cada una empujara a la anterior sin terminar de ensamblarse en el desarrollo. Un mejor aprovechamiento de la hermosa partitura que ha compuesto Mariano Marín, por ejemplo, hubiese bastado para paliar algo esa arritmia.
No obstante, el conjunto está presentado con eficacia estética, ternura y sentido de la medida, y eso hace que algunos momentos adquieran una estimable belleza. Por fortuna, el director ha rehuido esa pretenciosidad, tan en boga hoy, que tienen otros montajes similares que juegan con el concepto de lo real; y eso, esa honestidad para no interferir, se percibe nítidamente en el patio de butacas, y se agradece, como ocurrió cuando vi yo el espectáculo −que no fue en la engañosa noche del estreno−, con sonoros aplausos y con todo el público puesto en pie.

Lo mejor

El sentido artístico del director, que sabe apartarse con generosidad para que brille el contenido, y no él manipulándolo.

Lo peor

Para ser un espectáculo de teatro documental, pasa muy de puntillas por las cuestiones más polémicas