Colita, llega a Madrid la visión feminista de la fotógrafa censurada en el franquismo y en la Transición
El Círculo de Bellas Artes recupera en una exposición las imágenes de incomodaron a finales de los años 70: "Nada hay más estimulante, más revolucionario que la realidad", firmaba Campany, escritora y socia de la fotógrafa
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Colita fue una mujer autodidacta, eso sí, desde sus inicios se rodeó «de los mejores» –como ella misma reconocía–. Oriol Maspons fue su primer maestro, y a partir de ahí comenzó el mito de una señora que fallecía recientemente en Barcelona, el último día de 2023, y a la que el Círculo de Bellas Artes le dedica ahora una exposición, Colita. Antifémina (hasta el 5 de mayo).
El recorrido toma el nombre de ese libro que la fotógrafa publicó en 1977 (Editora Nacional) junto a textos de Maria Aurèlia Campmany: «Un hombre viejo es un hombre aunque sea viejo; una mujer vieja no es nada. Ha de ser un cuerpo apetecible, un cuerpo fecundable, ha dejado de ser lo genérico que ha sido aceptado como la esencia de la Feminidad. La fémina se ha convertido en antifémina. No es ni mujer ni hombre, es otra cosa (...) El impulso primero que determina el deseo de emancipación de la mujer nace del deseo de convertirse en persona. Y ser persona es deshacerse de lo genérico para realizarse como individuo». Son frases que recogen las paredes de la Sala Goya, donde las imágenes de Colita, como en el libro, se mezclan con frases de la escritora.
Fotografías (94 de las 176 de aquella obra) y palabras se encuentran de nuevo, casi 50 años después de su publicación, y «resuenan con la misma intensidad», apunta Francesc Polop, director del Archivo Colita y comisario de la exposición del CBA. «Y esto que vamos a ver no es otra cosa que el contacto con la realidad y nada hay más estimulante, más corrosivo, más revolucionario que la realidad», firma Campmany en lo que se convierte en lema y bienvenida al recorrido. A su izquierda, un texto Polop hace la presentación oportuna de lo que el visitante se va a encontrar: «A dos amigas, feministas de pro y de facto, empoderadas antes de que existiera este término».
Aquel volumen fue denuncia en blanco y negro de los 70 y lo es también hoy. Hablan de la mujer y de todo lo que consideraban digno de evidenciar y reivindicar. A través de la vida cotidiana de seres que consideran marginados, gritan por «la subversiva realidad que la mujer arrastra desde tiempos inmemoriales», apunta el comisario: prostitutas («La calle es suya. Llenan la calle. Unas calles concretas en un gueto establecido con precisión. Las callejeras tienen poco prestigio, pero so la perfección del género. La prostitución tiene que ser callejera, porque es el antihogar»), gitanas («La realidad gitana se manifiesta en forma colectiva, la comunidad gitana es el yo. El yo separado, personal, con destino propio, voluntariamente elaborado, no existe»), monjas («Y precisamente porque es refugio, el convento no es otra cosa que soledad en compañía. La prueba es que, a medida que la mujer pierde el miedo a la vida, los conventos se van quedando vacíos incluso de aquellas mujeres que sienten una auténtica vocación religiosa [...] Pero al inmensa mayoría de las monjas no entran en el convento para hacer alfo, sino para evitar el riesgo de la vida»), modelos («Nos hemos asombrado al ver tanto muslo suelto, tanto pecho agrandado, tanta pantorrilla pegada a las paredes y a los faroles. No hemos visto mujeres, fíjense ustedes, sino trozos de mujeres)...
Sobre el marco de una muñeca hinchable derrengada en una cama deshecha se lee: «He aquí una mujer absolutamente disponible, que no dice nada, que se abandona completamente, que lo admite todo, caricias o vesania... muerta o viva, lo mismo da».
Los viajes y los encargos a Colita del 62 al 75 eran un obús a la línea de flotación de los tiempos y el cambio en la dirección de Editora Nacional no permitiría más semejante activismo feminista. Por lo que a los pocos meses de ver la luz, el fotolibro sería retirado del mercado... Hasta que en 2021 fue recuperado de nuevo «para que llegara a las nuevas generaciones» porque la «denuncia sigue vigente», sostiene Polop.