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Estreno

Los dilemas de Lorca en la Gran Manzana

Jesús Torres repite la fórmula unipersonal que tantas satisfacciones le dio en ‘Puños de harina’ para abordar, en esta ocasión, las contradicciones vitales del poeta en la época en que visitó Nueva York

Jesús Torres firma la dirección, la autoría y la interpretación de este montaje Teatro Fernán Gómez

Después de un exitoso recorrido con ‘Puños de harina’ que ha durado prácticamente un lustro, el joven y polifacético Jesús Torres se ha embarcado en otro proyecto teatral muy diferente desde el punto de vista temático que tiene, no obstante, características parecidas al anterior en lo que concierne al formato y al diseño de producción. Es cierto que el autor de ‘Poeta (perdido) en Nueva York’, que así se llama esta nueva obra, había dado a luz y había dirigido en este tiempo otros monólogos para distintos profesionales, pero ahora él mismo vuelve a asumir todas las facetas creativas de la propuesta: interpretación, dramaturgia y dirección. “En realidad -aclara- es una soledad acompañada, porque tengo un equipo, en el que se repiten muchos nombres de ‘Puños de harina’, como Jesús Díaz (iluminación), Antonio Villar (coordinación técnica), Mercé Grané (coreografía)..., con el que cuento en todo el proceso creativo. Con ellos voy probando y ensayando todo, y son ellos quienes me dicen muchas veces por aquí sí y por aquí no”.

A partir del conocido poemario de Lorca en el que se inspira el título del montaje, la dramaturgia trata de poner en contraste dos visiones y dos maneras de sentir dentro de un mismo Federico García Lorca: el que escribe a sus padres contándoles lo feliz y lo impresionado que está en Nueva York y el que reflexiona en sus propios poemas, preocupado, sobre la deshumanización que estaba ocasionando el progreso, y de la cual parecía el máximo exponente en ese tiempo la ciudad de los rascacielos. “La intención de la obra no es desmitificar al héroe, que creo que es algo que ya hemos visto mucho -explica el actor-; se trata simplemente de mostrar esa dualidad que puede caber en todos. Además, esta es una época muy interesante en su trayectoria, porque es cuando, un poco harto del éxito del ‘Romancero gitano’, y acosado en parte por amigos como Buñuel o Dalí, decide abrazar el surrealismo”, aunque más tarde volvería al simbolismo y al folclore en sus conocidas tragedias.

Precisamente, uno de los retos más importantes para Torres como dramaturgo ha sido hacer accesible e interesante para el espectador ese complejo lenguaje surrealista que recorre todo el libro de ‘Poeta en Nueva York’. “He querido dar a todo un sentido dramático -afirma el director-; por eso uso algunas composiciones con un propósito más narrativo y por eso doy cabida también a otros poemas pertenecientes al ‘Diván del Tamarit’ o a los ‘Sonetos del amor oscuro’. No quería abrumar al espectador con un lenguaje complejo que le hiciese desconectar”. Y, en efecto, ese afán por ser claro y por llegar de manera directa al corazón del espectador es uno de los objetivos fundamentales en todos los trabajos que ha emprendido hasta la fecha el autor y protagonista de ‘Poeta (perdido) en Nueva York’.