La importancia de llamarse Nevenka
El caso que explotó en 2001 se sube ahora a las tablas de la mano de María Goiricelaya
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Hace ya dos años que los larguísimos tentáculos de Netflix llegaron hasta Ponferrada. Dos décadas después de que estallase el «caso Nevenka», Maribel Sánchez-Maroto dirigía una miniserie documental de esas que te dejan seco en el sofá. Volver la vista al 2001 era un ejercicio similar a retroceder miles de años en la evolución del hombre (y de la mujer), comprobar que hace no mucho éramos los mismos cromañones de siempre; y no solo por unas imágenes que se ven antiquísimas sin el 4K, sino por las reacciones de una sociedad misógina que, a los ojos de hoy, se debaten entre la vergüenza y la incredulidad.
En el centro, ella, Nevenka Fernández, una mujer foco de los gritos de sus paisanos y protagonista de la historia para su desgracia. Tras una relación con Ismael Álvarez (alcalde de Ponferrada de 1991 a 2002), la concejala del Ayuntamiento dijo basta cuando este «quiso ir bastante más allá», reconocía ante los medios en el momento que presentaba su dimisión: «Es a partir de ese momento cuando empieza para mí un infierno. He pasado muchas noches sin dormir tratando la manera de olvidar lo ocurrido, pero no puedo».
Enfrente, por supuesto, el acusado, un Álvarez que defendía que todo era «absolutamente falso», pero también la inmensa mayoría de sus vecinos, que se ponían claramente de parte del regidor: «Ismael, Ismael...», gritaba la calle en favor de un hombre que sería condenado por acoso sexual meses después. Todo el amor que recibía uno era directamente proporcional al odio que se descargaba en la otra parte.
«Ella no era consciente de lo que le estaba pasando», se comentaba en aquel documental. Nevenka se convertía a principios del milenio en pionera del #yotambién (#metoo) y todavía en 2023, recién pasado el 8-M y en mitad de la «guerra» del feminismo, su historia tiene mucho que decir. Es por ello que Histrión Teatro estrena Nevenka (10 y 11 de marzo en el Teatro Alhambra, Granada), o la pesadilla de la joven que «sentó por primera vez a un alcalde en el banquillo de los acusados (...) en un país que le dio la razón en los tribunales, pero que la estigmatizó públicamente –presentan–. Este caso nos devuelve la imagen de lo que fuimos» para señalar los avances y las heridas. «Nevenka sigue siendo ese espejo en el que se miran las mujeres que la precedieron y que la siguieron; un reflejo de una sociedad que ha cambiado o, quizá, no tanto...».
Gema Matarranz, Marta Megías y Ales Furundarena forman un reparto que se pone a las órdenes de una María Goiricelaya que firma el texto y la dirección, y que todavía celebra la nominación a los Premios Max del 17 de abril con Altsasu, un montaje a partir de las actas en los tribunales del caso que enfrentó a ocho jóvenes con una pareja de guardias civiles y que algunos malpensados, mea culpa, creyeron que intentaba hacer justicia paralela sobre las tablas. No fue el caso y así se lo reconocen ahora los galardones de la Fundación SGAE con ese puesto de finalista (como poco).