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Mihura, o la vanguardia interrumpida

Estrenada por primera vez 20 años después de haber sido escrita en 1932, regresa al Centro Dramático Nacional «Tres sombreros de copa», la primera obra que firmó el dramaturgo

Escena de «Tres sombreros de copa», una obra dirigida por Natalia Menéndez
Escena de «Tres sombreros de copa», una obra dirigida por Natalia Menéndezlarazon

Estrenada por primera vez 20 años después de haber sido escrita en 1932, regresa al Centro Dramático Nacional «Tres sombreros de copa», la primera obra que firmó el dramaturgo.

Convencida de que «Tres sombreros de copa» es un verdadero clásico de la comedia española al que debemos volver con cierta periodicidad, Natalia Menéndez pensó que tocaba ya que el Centro Dramático Nacional, cuya única producción de la obra data de 1983 –dirigida por José Luis Alonso–, volviese a poner en pie este texto fundamental de Miguel Mihura. Así se lo hizo saber a Ernesto Caballero, director de la institución, que aceptó sin objeciones la propuesta de Menéndez de hacer «el montaje que he querido hacer de la obra, y no otro». Un montaje que pasa por respetar al máximo las acotaciones del propio Mihura, las cuales permiten encuadrar la función dentro de unos parámetros, según la directora, «mucho más próximos al teatro del absurdo que al costumbrismo con el que creo que se ha entendido hasta ahora la obra». «Tres sombreros de copa» cuenta la historia de un joven, Dionisio, que se aloja en un hotel de una ciudad de provincias la noche antes de casarse. En las horas que preceden a su boda, el protagonista conocerá a una bailarina llamada Paula y a toda la troupe de artistas que la acompaña para actuar en la ciudad al día siguiente. En esa galería de personajes, Dionisio descubrirá con fascinación un mundo sin ataduras, ajeno a los convencionalismos sociales, por el que se verá tentado a dar un cambio en su vida.

Uno de los aspectos que determinan el particular carácter de la propuesta de Menéndez –que se ha mantenido fiel a los años 30 en la ambientación de la trama– tiene que ver con la interpretación del conflicto como fruto de un sueño del protagonista mientras está en esa habitación del hotel. «Yo simplemente he interpretado lo que Mihura dice en la acotación –explica la directora-. Él escribe que Diniosio se mete en la cama con el sombrero de copa puesto y cierra los ojos. No dice cuánto tiempo. A partir de ahí, el personaje empieza a llamar a su novia con exclamaciones; y a continuación entra ya en la historia todo lo que tiene que ver con el music-hall y el circo. Así que... sí, yo interpreto que todo es un sueño. Me parece que es la manera que tiene Mihura de escribir con libertad la historia; es algo parecido a lo que hace Ionesco con «La cantante calva» cuando traslada la acción a Inglaterra». Precisamente, algunos han visto la obra como un precedente de ese teatro de Ionesco, y también del de Samuel Beckett, que luego triunfaría en Europa, a mediados del siglo XX, con el marbete de teatro del absurdo. Para el actor y dramaturgo Mariano Llorente, que interpreta en la función al Odioso Señor, el escritor madrileño, en otras circunstancias, hubiera encajado a la perfección en las corrientes europeas posteriores. «Si Mihura no se hubiese quedado en la España que vino inmediatamente después, porque todos sabemos lo que ocurrió a partir del 36, es muy posible que su teatro hubiese adquirido una dimensión mucho más universal. Es difícil saberlo, claro; pero este texto tiene unos valores y una comicidad que permiten intuir que su autor, en otro contexto, hubiese volado de otra manera», comenta Menéndez.

El mundo de la noche

«Pensemos que Mihura escribió esta obra con 26 años –añade Menéndez–. Él está bebiendo en esos años 30 de Ramón Gómez de la Serna y de todas las vanguardias. Él es un hombre intelectualmente muy preparado, y a la vez sabe conectar muy bien con lo popular. De hecho, yo no creo que la obra sea solo una crítica a la burguesía, como se ha dicho tradicionalmente, sino también al mundo de la noche, a la bohemia... ¡A todo! Él sabe exponer la cara y el envés de todo. Habla de manera muy clara, por ejemplo, de abusos y de racismo en ese mundo de la noche; no lo idealiza, como se ha querido entender a veces». Y cree que el gran tema de la obra no es otro que el del sacrificio que conlleva «toda elección o todo ejercicio de libertad»: «La obra habla del compromiso –asegura la directora–. Siempre que elegimos... tenemos que renunciar a otra cosa. La libertad parece que es una palabra que solo asociamos con la maravilla; pero no es así, también implica la renuncia y, por tanto, el llanto y el dolor. Eso es el compromiso, y creo que hablar del compromiso, ya sea personal, amoroso, político o social, es algo absolutamente vigente».

Pablo Gómez-Pando será quien tenga que devanarse la sesera en esa difícil elección, o lo que es lo mismo, será quien dé vida al protagonista Dionisio en la encrucijada que separa los dos mundos casi opuestos que se abren ante él. Arturo Querejeta, César Camino, María Besant, Laia Manzanares o el mencionado Mariano Llorente son solo algunos de los nombres que figuran junto a él en un amplísimo elenco de 18 actores con escuelas y trayectorias muy diferentes. «He tratado de aunar a todos en un código relacionado con el juego y con la infancia, que son los mundos de los que emerge todo en Mihura. Es un código que tiene que ver con el absurdo, el surrealismo, el simbolismo, el expresionismo... En cualquier caso, con lo que no tiene que ver es con el naturalismo, que para mí... es un aburrimiento», asegura la directora con taimada sonrisa.