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¿Teléfono rojo? Censuramos a Hollywood

La palma del cinismo censor de la administración Putin se la lleva «Hunter Killer», de quien el Ministerio de Cultura alega para no permitir su llegada a los cines que «la empresa distribuidora no entregó a tiempo una copia de la película»

Gerard Butler protagoniza «Hunter Killer», cinta norteamericana que ha sido prohibida en Rusia
Gerard Butler protagoniza «Hunter Killer», cinta norteamericana que ha sido prohibida en Rusialarazon

La palma del cinismo censor de la administración Putin se la lleva «Hunter Killer», de quien el Ministerio de Cultura alega para no permitir su llegada a los cines que «la empresa distribuidora no entregó a tiempo una copia de la película».

Hace tiempo que Putin, presidente de una presunta democracia, viene coqueteando con la pasión censora que cultivaron con métodos expeditivos sus predecesores soviéticos, y, antes aún, los zares. Nicolás I se arrogó personalmente el papel de censor de las obras de Pushkin, algo ligeramente menos cruel que lo que Stalin hizo con Bulgakov, al que engolosinó con la dirección de un teatro moscovita para anular su capacidad crítica, hacerlo languidecer y luego morir en el anonimato; eso por no hablar de los que directamente fueron al gulag. Oficialmente, Rusia no censura a sus artistas, pero «de facto» sí. Para taparse las vergüenzas, acude a excusas peregrinas, coyunturales o directamente risibles: la despiadada «Leviatán», de Andrei Zviaguintsev (Globo de Oro a mejor película extranjera en 2015), se mutiló en base a que usaba muchas palabrotas; la sátira británica «La muerte de Stalin» se prohibió por el «escupitajo» que suponía para las víctimas de la batalla de Stalingrado, de la cual se cumplían 75 años, ver cómo se reían del líder de aquella patria acosada por los nazis.

Pero quizás la palma del cinismo censor de la administración Putin se la lleve el caso de «Hunter Killer», de quien el Ministerio de Cultura alega para no permitir su llegada a los cines (a nada menos que 850 salas) que «la empresa distribuidora no entregó a tiempo una copia de la película de la calidad requerida a la biblioteca de películas del estado». Cogido por los pelos. Pero cuando sepan más de la trama entenderán cuánto convenía al gobierno ruso que la dichosa copia llegara (presuntamente) tarde: la cinta, protagonizada por el testosterónico héroe anglosajón Gerard Butler, plantea cómo los americanos salvan al presidente ruso de un golpe de Estado y, de paso, evitan una Tercera Guerra Mundial. Obviando la irritante manía americana de salvar el mundo y la convencional tirando a mala película de Butler, aquí hay dos cosas que no cuadran con la mentalidad zarista de Putin: primero, la mera sugerencia de un golpe de Estado en el Kremlin; segundo, la intervención americana.

Quizás, como tantos auguran, no estamos tan lejos de la Guerra Fría y el teléfono rojo. O de los días en que Siberia era la cárcel de Rusia, como le sucede hoy a Oleg Sentsov, el cineasta ucraniano muy duro con Putin condenado a 20 años en la estepa por «tráfico de armas y terrorismo» en un juicio calificado por Aministía Internacional de «estalinista». La semana pasada el Parlamento Europeo le otorgó el premio Sajarov. Su cine, por descontado, no puede verse en Moscú, como un puñado de películas, cada vez alarmantemente más, confinadas en los archivos del Estado. En Siberia.