Un trofeo de Cortés la tarde que dio para más
Interesante encierro de El Pilar en la tercera de la Feria de San Isidro
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La locura de Madrid con su mes completo de toros comenzaba. Y el primer toro de El Pilar nos lo hizo ameno con esa forma de embestir brava y repetidora, quería ir y de hecho lo hacía con importancia en la muleta de Javier Cortés. Era el primero de muchos que están por llegar, ojalá que así sea. Cortés volvía a Madrid después de aquel grave percance que le afectó a un ojo. Dividió la faena en dos partes. Una más superficial y por fuera y otra en la que apretó más al toro y en la exigencia ambos sacaron su mejor versión. Con la estocada vino el premio. La intensidad real de lo que había ocurrido en el ruedo vino solo al final.
Sabía que tenía la puerta a medio abrir y quiso amarrar un posible éxito con el cuarto. El de El Pilar fue más suavón, acudió al engaño al paso, pero para torearlo despacio. La faena de Cortés contó con los buenos deseos, pero faltó ajuste en el trasteo y así la cosa no acabó de alzar el vuelo.
Tomás Campos
Carbón tuvo el segundo además de ser un pedazo toro de presencia. Era uno de esos animales que no se cansaba de embestir con sus irregularidades y su transmisión. Era toro de apostar, de incertidumbre. Le tocó a Tomás Campos, que intentó buscarle las vueltas por ambos pitones, medirle las distancias con mejores intenciones que resultados.
Pasó discreto con un cuarto que iba y venía con poca clase y no se defendió demasiado bien con los aceros.
Prestel hizo un quite milagroso a Jesús Arruga. El toro le apretó para dentro una barbaridad y cuando ya parecía que lo tenía preso, un capote salvador logró quitar la atención de su cuerpo. Son milagros que ocurren en el ruedo. Iván García entre uno y otro lo bordó. No le llega el agua al cuello. Está claro. Era el turno de Francisco José Espada con el tercero. El toro, que tuvo un tercio de varas excesivo, llegó a la muleta rajado, pero de esos mansos que embisten que te mueres, repetidor, humillado y por abajo. Una auténtica máquina. Espada se dio cuenta enseguida y quiso hacerlo todo en el mismo centro del ruedo. Le dejaba la muleta y el animal era incansable. Embestía tan en círculo que no era fácil salirse de allí. La faena tuvo altibajos, momentos más reunidos con el de El Pilar y otros en los que alargó buscando una faena que no había encontrado antes hasta que acabó por diluirse todo.
El sexto fue franco y con la virtud de humillar y hacerlo hasta el final, sin querer mirar lo que quedaba atrás. Y así una y otra vez. Le faltó empuje al toro en cuanto a la transmisión, que no repetición. Espada se puso con el animal y quiso cuajarle las buenas embestidas. No siempre logró que aquello trascendiera al tendido. Eso sí, lo intentó todo incluido un arrimón. El de El Pilar era otra cosa. Se atracó de toro, de nuevo, al entrar a matar, sin salirse de la suerte. Lo que le puede salir caro. El descabello fue un desastre. Madrid no es fácil y la tarde no había pasado ninguna frontera. Ni buena ni mala. La corrida de El Pilar tuvo que torear.
Ficha del festejo
LAS VENTAS. Se lidiaron toros de El Pilar, bien presentados. El 1º, bravo y repetidor; 2º, exigente; 3º, manso y entregado en la telas; 4º, suavón y al paso; 5º,va y viene sin clase; 6º, repetidor y con entrega y poco poder. Más de un tercio de entrada.
Javier Cortés, de catafalco y oro, estocada punto trasera, aviso (oreja); tres pinchazos, estocada, descabello (saludos).
Tomás Campos, de grana y oro, estocada defectuosa, descabello (silencio); pinchazo, pinchazo defectuoso (silencio).
Francisco José Espada, de azul cielo y oro, estocada (saludos con división); estocada, quince descabello, dos avisos (silencio).