Diosleguarde se come a las figuras en su alternativa
El diestro sale a hombros en su doctorado en la Feria de Santiago de Santander
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La arena negra. El fresco encubierto que te crees que no hasta que pisas la sombra y sopla la brisa mientras España se fríe: Santander. La feria de toros. El regreso a la normalidad. Talavante y Aguado abriendo serial para dar la alternativa a Diosleguarde, que iba de blanco para la ocasión. Como las rayas del tercio que parecen reflectantes sobre arena tan oscura. No es tenebrosa, pero tiene ese punto como Bilbao que impone dentro de la personalidad. A Manuel le doctoró Alejandro y después del brindis vino el momento de la verdad con el Torrealta que, tras el primer muletazo genuflexo, salió suelto. No estaba tan claro que “Ropasucia” estuviera por la labor y cuando se quedó con el torero lo hizo demasiado para revolverse.
No se afligió. No fue la tónica de la faena, tan solo un preámbulo para no perder el interés, para intentar coger el hilo de por dónde se desarrollaría la historia. El toro tuvo duración, repitió en el engaño con ese punto de brusquedad, de incertidumbre, de no gustarle los muletazos por alto y tender ahí a salir del embroque de peores maneras. Diosleguarde no se destempló y eso fue lo que buscó siempre en su labor: ritmo, que los tiempos lo acompañarán. Un pinchazo precedió a una estocada en el toro de la alternativa y un trofeo.
Talavante prologó la faena al segundo de rodillas. Fue tal vez la tanda más larga. Al primer muletazo le siguió una arrucina que conectó con el público de ipso facto y unos cuantos muletazos más. Fue los más explosivo de la labor. Cuando se puso en pie el toro se fue apagando y al trasteo le faltó emoción. Eficiente con la espada que hizo caer al toro en segundos.
No nos esperaban mayores alegrías con un cuarto descastado y con poco que aportar. Así, con estos mimbres, la faena de Alejandro transcurrió con absoluto silencio. Una estocada baja puso fin al asunto. Se agradecía la rapidez y lo sacaron a saludar.
Derrotón, sin fuerza, pero con la justa para molestar fue el tercero que le tocó a Pablo Aguado. La faena comenzó con un molinete que quiso augurar buenos presagios y más o menos ahí se le apagaron los fusibles. Ruina. Al toro le faltaba y Aguado no superó las condiciones del animal.
Iván García, el susto
Mala condición sacó el quinto, que derrotaba y le faltaba humillación en el engaño. Aguado se entregó en una faena extensa en el intento de sacar algo en claro y no irse en balde de la tarde y de Santander. Se le vio más enfibrado y sin espada. La guasa de los toros hizo que ya con la espada dentro estuviera a punto de coger a Iván García. Nada menos. No hay paz en el ruedo. Ni en tardes grises.
Cuando estaba a punto de caer la tarde fue el turno de Diosleguarde de nuevo. Lo puso todo. Desde el comienzo de faena de rodillas en el centro a lo que vino después: querer encajarse para viajar con un toro que iba, pero sabiendo que algo quedaba atrás. No echó cuentas Manuel y empujó para adelante al toro y al trasteo hasta relajarse, gustarse y torear de verdad. Por dentro y hasta atrás. Cuando nos quisimos dar cuenta (y con perdón) se había ventilado el recién llegado la tarde de las figuras.
Ficha del festejo
Santander. Primera de la Feria de Santiago. Se lidiaron toros de Torrealta. El 1º, repetidor y bronco; 2º, noble y a menos; 3º, soso y derrotón; 4º, descastado; 5º, de mala clase y sin entrega; 6º, bueno. Dos tercios de entrada.
Alejandro Talavante, de marfil y oro, estocada (oreja); estocada (saludos).
Pablo Aguado, de grana y oro, pinchazo, estocada baja, descabello, aviso (silencio); dos pinchazos, aviso, media baja y atravesada, descabello (silencio).
Manuel Diosleguarde, de blanco y oro, que tomaba la alternativa, pinchazo, estocada (oreja); estocada que hace guardia, media (oreja).