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El valor inquietante de Fonseca y la gran actitud de Hernández y Linares

Víctor estuvo a punto de abrir la Puerta Grande con una deslucida novillada en la segunda de Santander
Arjona/Lances de Futuro

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Era difícil mejorar la tarde. Ni frío ni calor. Ni gota de viento y una novillada a modo de Núñez de Tarifa (tan preciosa de cara como altona) en los corrales para la segunda de Santander. Para enmarcar. Isaac Fonseca, de México al norte peninsular, paró al segundo del festejo de rodillas, a la verónica, como si no importara, como si fuera sencillo. Está en ese momento a poco tiempo de saltar de escalafón y vérselas con el toro. Lo ve fácil. El animal salía suelto. Sin dar importancia al gesto. O la gesta. Sin querer pararse con el torero. Cuando lo hizo le apretó los terrenos. Tiene tablas para salir de esas Fonseca.
Persiguió después a Iván García tras parear hasta que lo vio saltar al callejón. Lo tuvo claro. Al novillo se le fue el gas y solo le quedó la falta de raza. Inversamente proporcional a la que tiene Isaac Fonseca. Por mucho que el mexicano buscó toro y exposición presentándole la muleta por aquí y por allá poco interés generaba en el animal. Su última apuesta y como cierre fueron unas bernadinas, pero sin espada, sujetando el engaño con la mano, que le salieron bien ajustadas. La estocada (media) vino acompañada de otro buen arreón.
Pasamos miedo con el quinto, no tanto por cómo fue el novillo, manso, rajado y desentendido, como por su compromiso que le hizo arriesgar lo indecible. No le importa. Parece que le regalan el valor. No le pesa al mexicano que, de pequeña estatura, es un titán en el ruedo. Tuvimos varios sustos y momento desagradables. ¿La pena? Que después del esfuerzo la espada se le atravesó.
Víctor Hernández
Víctor Hernández abrió plaza con un ejemplar precioso, con la carita justa, y nobleza en el viaje. Se le notó al novillero relajado y a gusto durante el trasteo. No tuvo problema en pegarse arrimón, aunque al novillo le iban mejor las medias distancias, pero valor tiene y le vio la muerte clara. Así paseo el primer trofeo de la tarde. Esa que era espléndida.
Diferente fue el cuarto, que ya dio algún susto a su banderillero y al que tuvo que tragarle cuando llegó el momento. Ese en el que se cierne sobre el ruedo la realidad: la soledad. Le apretó el novillo por dentro, le cuestionó el mando en momentos concretos, pero a Víctor no le tembló el pulso ni las piernas, le aguantó el corazón, mandó en las embestidas del animal y echó para adelante la faena tapando dificultades con aparente facilidad, resolución y valor. Lástima de espada. Mereció mejor final, porque la Puerta Grande la tenía a medio abrir. Y así se quedó.
Marcos Linares
Quiso hacer Marcos Linares tantas cosas en el saludo de capa que se atropelló él solo en el tercero. Se centró después con oficio y facilidad en el último tercio, al que el de Núñez de Tarifa llegó noble pero sosote. Se abría mucho en la muleta con ese punto de querer irse. La labor de Linares fue muy asentada y queriendo siempre. Resolviendo las aristas del animal con aplomo.
Media arrancada y sin calidad fue lo que tuvo el sexto. Marcos Linares se plantó con firmeza ante él. Tiró de valor queriendo torearle con los vuelos, el medio pecho y poniéndole los muslos. No se podía hacer mucho más. Había más torero que toro. Así fue toda la tarde.
Ficha del festejo
Santander. Segunda de la Feria de Santiago. Novillos de Núñez de Tarifa. El 1º, bueno; 2º, desrazado; 3º, noble y sosote; 4, incierto y a más ; 5, manso y rajado; 6º, media arrancada y descastado. Dos tercios de entrada.
Víctor Hernández, de rosa palo y oro, estocada (oreja); aviso, pinchazo, estocada baja, dos avisos, tres descabellos (vuelta).
Isaac Fonseca, de burdeos y oro, media, aviso, dos descabellos (saludos); seis pinchazos, dos avisos, estocada (saludos).
Marcos Linares, de rosa palo y oro, estocada tendida en lo alto, aviso (vuelta al ruedo tras petición); pinchazo, estocada (silencio).

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