Marco Pérez abre la Puerta del Príncipe en Sevilla con tan solo 15 años
El becerrista cortó dos orejas y rabo en el festival
El becerrista Marco Pérez, que cortó dos orejas y un rabo y ha abierto la Puerta del Príncipe, ha logrado un triunfo apoteósico en su debut en la Real Maestranza de Sevilla actuando en el epílogo ¿organizado a modo de clase práctica- del festival organizado a beneficio de la Bolsa de Caridad de la Hermandad del Gran Poder.
La actuación de Marco Pérez, de alguna forma, eclipsó la «parte seria» de un festejo que se había organizado por una buena causa. Se trataba de recabar fondos para la Bolsa de Caridad de la Hermandad del Gran Poder, una de las corporaciones sevillanas más implicadas con su labor social y una de las devociones más extendidas entre la gente taurina.
Pero el impacto Marco lo iba a llenar todo desde que el chico, con dominio del tiempo y de la escena, se marchó a portagayola para recibir de hinojos al becerrote de Jandilla que habían preparado para su debut en la plaza de la Maestranza. La larga salió limpia, también un farol posterior y los lances trepidantes que, mientras las palmas echaban humo, hicieron arrancar la música.
A partir de ahí se hizo el amo de la plaza, de la gente, del festejo¿ Los tendidos volvieron a convertirse en un nuevo clamor cuando se echó el capote a la espalda para trazar un impávido quite por gaoneras. Ya no hubo descanso.
Brindó a su madre, presente en una barrera, y se puso a torear con un asombroso y natural desparpajo que une a su menudez corporal.
Toda su faena fue una auténtica apoteosis, sumando su capacidad de resolución a una impresionante puesta en escena, al sentido del temple, la variedad de las suertes, la capacidad de entrar y salir del toro e hilvanar las series con la clarividencia de un elegido. Marco Pérez volvió del revés el coso del Baratillo aunque tuvo que refrendar con un descabello una estocada defectuosa.
No fue impedimento para que cortara el rabo que toda la plaza ¿abarrotada hasta la bandera- pidió con impresionante entusiasmo. Era el tercer trofeo que marcaba la diferencia y le abría de par en par la Puerta del Príncipe. Le llevaron a hombros hasta el hotel por las calles del Arenal sevillano.
Pero no se puede soslayar el argumento del festival propiamente dicho en el que hubo de todo y también bueno. La actuación globalmente más torera la firmó Pablo Aguado frente a un ejemplar tardito y de escaso fondo del hierro de Talavante, con el que se mostró pletórico con capote y muleta, cuajando lances de exquisito sabor y series de muletazos marcados por su personalidad diferenciada. Cortó dos orejas.
Una se llevó José María Manzanares del manso pero emotivo ejemplar de Daniel Ruiz que saltó en segundo lugar. Logró lancearlo con excelente gusto antes de torearlo con templanza y sabor al natural.
El fondo técnico, el sentido estético y el excelente momento de Daniel Luque también se hicieron patentes con un manso de Victoriano del Río que no dio demasiadas facilidades.
Urdiales dejó algún apunte de su clase con un desfondado ejemplar de Espartaco; Juan Ortega, con un basto, descompuesto y desclasado toro de Domingo Hernández no estuvo nunca a gusto y Diego Bastos lo dio todo con capote y muleta frente a otro deslucido torete de Núñez de Tarifa. Eso sí: todos hablaban del más chico.
Se lidiaron, por este orden, reses de los siguientes hierros: Juan Antonio Ruiz Román, blando y sin fondo; Daniel Ruiz, manso pero emotivo; Victoriano del Río, tardo y rajado; Domingo Hernández, descompuesto y desclasado; Alejandro Talavante, tardito y sin brío y Núñez de Tarifa, deslucido. En la clase práctica se lidió un manejable añojo de Jandilla.
Diego Urdiales, ovación.
José María Manzanares, oreja.
Daniel Luque, ovación.
Juan Ortega, palmas.
Pablo Aguado, dos orejas.
El novillero con picadores Diego Bastos, oreja.
El becerrista Marco Pérez, dos orejas y rabo.