
San Isidro
Adrián pincha el triunfo de la inmensa bravura de «Frenoso»
El torero lidió un gran ejemplar de la ganadería de Victoriano del Río, falla con la espada y da una vuelta al ruedo en la séptima de la Feria de San Isidro

El baile de corrales matutino dejaba muchas puertas abiertas a qué pasaría cuando se abrió la de toriles a las siete de la tarde. La de Puerto de San Lorenzo tuvo que ser remendada y salió adelante con dos de Victoriano del Río y otro tantos de su otro hierro. Eso después de no poco jaleo por la mañana, volver al campo a buscar toros, etcétera. El primero, que era grandón de caja tenía tan buena condición en la muleta como ganas de rajarse. Si a José María Manzanares le hubiera dado por dejarle la muleta en la cara y tirar en vez de estar de un lado para otro la historia podía haber sido distinta pero nunca lo sabremos. La realidad es que la faena se le fue más en paseos que en realidades y después se puso difícil el toro para entrar a matar, rajado total.
Nobleza tuvo en la embestida el cuarto, no se desplazaba demasiado ni le sobraba el brío, pero dejaba estar. La faena de Manzanares no superó la grisura de cumplir, pero sin complicarse la vida. Y así la vida siguió siendo un auténtico pestiño.
Lo más emocionante de la tarde, y tirando de exageraciones, llegó cuando Fernando Adrián quitó en el primero por saltilleras y el toro le pasó justo, rozando, latente el peligro. Había sido, quizá, su declaración de intenciones. Después el segundo, ya su toro, le puso los pitones al banderillero Marcos Prieto en el mismo pecho en un par espectacular y de mucha exposición. Un toro que perdió fuelle al poco de empezar la faena Fernando Adrián y lo que pareció que podría ser acabó en nada. Un espejismo. La espada remató (para mal) la historia.
El toro que cambió la tarde
«Frenoso», de Victoriano del Río, vino a restituir el honor de todo el campo bravo. Qué grandiosidad de ejemplar y qué regalo ver a un animal embestir así. Bravo, codicioso, entregado, sin abrir la boca, con fijeza y una profundidad en la embestida que fue una auténtica barbaridad. Y se había justificado de largo en varas. De rodillas comenzó Fernando Adrián la faena, que tuvo en la mano el triunfo y lo perdió por la espada. Estuvo centrado y entregado con el animal, largo en el trazo y ligado. Gustó a los tendidos que se metieron de lleno en la faena. El toro fue una bestialidad. Mereció más reconocimiento que la ovación en el arrastre. Adrián, a pesar del reiterado fallo a espadas, dio una vuelta al ruedo. Era toro de tarde para la historia.
Espectacular de pitones fue el tercero. Descarado. No podías dejar de mirar lo que tenía el animal por delante y astifino… si eso era en el tendido alto. ¿Qué ocurriría abajo? Le tocó a Pablo Aguado, que quiso lancearlo a la verónica y tuvo que desistir. Bonito fue el comienzo del sevillano. Y hasta ahí pudimos leer. Se sacó el toro a los medios y le hizo una faena periférica a un toro que acudía con transmisión ninguna. Al entrar a matar pareció cortarse una mano. Entró a la enfermería y le vimos salir cuando saltaba al ruedo el quinto toro del festejo.
Se le picó mucho y mal al sexto y llegó derrengado a la muleta de Aguado. Daba igual lo que hiciera. Ni se tenía en pie el toro ni el toreo era.
Ficha del festejo
Las Ventas. Séptima de feria. Lleno de «No hay billetes». Toros de Puerto de San Lorenzo (1º y 2º), Victoriano del Río (3º y 5º) y La Ventana del Puerto (4º y 6º), El 1º, rajado pero de buena condición; 2, deslucido; 3, muy sosote; 4, noblón; 5º, extraordinario por bravo; 6º, derrengado.
José María Manzanares, de azul noche y oro, estocada (silencio); estocada (silencio).
Fernando Adrián, de azul cielo y plata, dos pinchazos, estocada tendida (silencio); pinchazo, media, aviso, dos descabellos (vuelta al ruedo).
Pablo Aguado, de catafalco y oro, cuatro pinchazos, aviso, dos descabellos (silencio); media, descabello (silencio).
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