
San Isidro
Injusticia: La vuelta al ruedo que "Frenoso" mereció
Aquella tarde que fue un despropósito, pero se arregló (a medias)

Premiar la bravura del toro es el fin último de la Fiesta. El sentido último del espectáculo además del triunfo del torero que pone su vida a servicio del toreo. Sin uno y otro nada tendría sentido. Ver cómo un toro acude al caballo con alegría, desde la distancia, entrega, repetición, fijeza y entregarse después en la muleta es emoción en sí misma. Bien lo sabe el ganadero.
Esta semana, en plena celebración de la Feria de San Isidro, lo pudimos vivir el miércoles con la corrida de Pedraza de Yeltes y su inmensidad. Una corrida que daba de media 622 kilos. Y su toro, de nombre "Brigadier", de 667 kilos fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
"Brigadier", premiado
Fue de lejos al caballo y brillante estuvo la cuadrilla de Fonseca después. Con los palos Tito y Juan Carlos Rey y con la brega Raúl Ruiz. Un toro con ese volumen en Madrid es una prueba de fuego y con esa forma de embestir, también, porque el toro era bravo y acudía al engaño con importancia. Hay que aguantar el envite. Fonseca abanderó su faena con una identidad clara: la verdad y el aplomo. Por eso dio igual cuando el toro se le metió por dentro, estaba tan seguro que no rectificó. Era su momento, su aquí y su ahora. Eso emociona, como también lo hizo «Brigadier». El toro respondió y duró, con nobleza, un tranco muy bueno y la felicidad de haberlo visto en el caballo. Para la tarde que llevábamos... Ver embestir así a un toro de casi 700 kilos era un milagro. Se le premió con la vuelta al ruedo.
Y el que debió serlo
Y otra más se debió dar a la corrida de Fraile de Valdefresno que se remendó con dos toros de Victoriano del Río. Aquel toro le tocó a Fernando Adrián. "Frenoso" de nombre. «Frenoso» vino a restituir el honor de todo el campo bravo. Qué grandiosidad de ejemplar y qué regalo ver a un animal embestir así. Bravo, codicioso, entregado, sin abrir la boca, con fijeza y una profundidad en la embestida que fue una auténtica barbaridad. Y se había justificado de largo en varas. De rodillas comenzó Fernando Adrián la faena, que tuvo en la mano el triunfo y lo perdió por la espada. Estuvo centrado y entregado con el animal, largo en el trazo y ligado. Gustó a los tendidos que se metieron de lleno en la faena. El toro fue una bestialidad. Mereció más reconocimiento que la ovación en el arrastre. Adrián, a pesar del reiterado fallo a espadas, dio una vuelta al ruedo. Era toro de tarde para la historia. Pero aquel día al presidente se le olvidó sacar el pañuelo azul. Una pena.
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