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Libros

Una vida de leyenda

El libro sobre Lorenzo Queipo de Llano, publicado por Ediciones El Viso, es mucho más que un recorrido por su trayectoria profesional en el mundo del diseño y la decoración

Trocadero Arena ha sido decorado por Lorenzo Queipo de Llano La Razón

El libro sobre Lorenzo Queipo de Llano, publicado por Ediciones El Viso, es mucho más que un recorrido por su trayectoria profesional en el mundo del diseño y la decoración: es, en realidad, una crónica de vida que se mueve entre lo autobiográfico, lo testimonial y lo legendario. La obra se construye como un mosaico de recuerdos, impresiones y voces de amigos, clientes y personalidades que, desde distintos ángulos, dibujan el retrato de un hombre que ha hecho camino al andar —como evoca la cita machadiana que abre el volumen— y que ha logrado convertir su existencia en un testimonio vital de creatividad, libertad y pasión.

Desde las primeras páginas, se percibe que la narrativa no pretende seguir un orden lineal o cronológico. Al contrario, se articula como una serie de estampas y reflexiones que oscilan entre la evocación personal y la valoración estética. Juan Abelló lo resume con claridad: Lorenzo es de aquellos que no siguen un camino fijado, sino que lo inventan a cada paso. Esa actitud vital impregna toda la obra, que se convierte en un relato de búsqueda permanente y de fidelidad a sí mismo.

Una de las constantes del libro es la referencia a África, y en particular a Kenia. La experiencia africana no solo transformó su mirada artística, sino que le dio un sentido vital profundo: la convivencia con tribus, la inspiración en tatuajes, abalorios, puertas y colores, o el contacto con la naturaleza salvaje, conformaron un imaginario que se refleja en sus diseños. Las piezas que proyecta —muebles, lámparas, espacios— llevan siempre consigo esa impronta africana que él logró reelaborar con un sello inconfundible. El texto, al hilo de sus propias confesiones, revela cómo esa etapa africana marcó el inicio de una fábrica en Kenia que llegó a emplear a una treintena de trabajadores, convirtiendo lo que nació como un ejercicio personal de diseño en un auténtico proyecto empresarial.

Carolina Herrera aporta un testimonio de gran valor en el libro: conoció a Lorenzo en Madrid hace años y destaca no solo la calidad de sus creaciones, sino la dimensión casi espiritual de sus diseños. Subraya cómo la mesa que encargó para su despacho no solo ha resistido el paso del tiempo, sino que le ha traído suerte y admiración. Esta anécdota ilustra perfectamente el sentido del trabajo de Lorenzo: objetos que trascienden su materialidad y se convierten en compañeros de vida.

El estilo de Queipo de Llano aparece descrito como único y difícil de copiar, no tanto por cuestiones técnicas sino porque está impregnado de su personalidad. Él mismo reconoce haber cometido numerosos errores, pero lejos de ocultarlos, los asume como parte esencial de su aprendizaje y como una marca de autenticidad. En sus propias palabras, la disciplina puede ser sustituida por la inteligencia y la planificación, y esa filosofía vital se plasma en su manera de crear y de vivir.

El libro también insiste en su carácter bohemio y, a veces, incomprendido. No haber tenido nunca un jefe ni un camino prefijado se convierte en un signo de identidad. Esta libertad, que algunos podrían ver como desorden, es en realidad lo que le ha permitido construir un mundo propio y coherente, en el que los animales, los viajes y las personas que han marcado su trayectoria se entrelazan con los espacios que diseña.

La obra no se limita a la descripción de muebles o interiores: es una meditación sobre el sentido de la estética como prolongación de la vida. La decoración, afirma, es la expresión de un estilo de vida, y en su caso, una manera de comunicar su manera de ver el mundo. Los elementos que introduce en sus proyectos —luces nocturnas, hogueras, candiles— evocan siempre la memoria africana, donde las noches se llenaban de destellos sutiles que él intenta trasladar a cualquier espacio que crea.

De fondo, se percibe un legado que trasciende la mera biografía personal. Lorenzo Queipo de Llano aparece como heredero de una tradición ilustre: bisabuelo del Conde de Toreno , destacado constituyente de las Cortes de Cádiz de 1812, encarna la continuidad de una estirpe marcada por el compromiso con la creación, la libertad y la innovación. Esa referencia histórica, lejos de ser anecdótica, añade una dimensión casi épica a su figura: la de alguien que, desde su ámbito particular, prolonga un linaje de hombres que hicieron historia y que supieron abrir caminos en contextos distintos, pero siempre bajo el signo de la audacia.

En conjunto, La leyenda de mi vida es un libro que combina memoria, testimonio y reflexión estética. No se limita a registrar la obra de un diseñador y decorador excepcional, sino que ofrece al lector una invitación a comprender la vida como un proceso creativo en sí mismo. La estructura fragmentaria, las voces de quienes lo conocieron y admiraron, las fotografías y los detalles biográficos conforman un retrato coral que resulta al mismo tiempo íntimo y universal.

El lector que se acerque a estas páginas encontrará no solo la crónica de una carrera artística, sino también una filosofía de vida: la de alguien que ha hecho del riesgo, la pasión y la libertad sus brújulas, y que ha sabido transformar cada experiencia —éxitos y errores, viajes y encuentros— en parte de un camino propio, irrepetible. Esa es, en definitiva, la leyenda de su vida: la de un hombre que hizo del arte y de la vida una misma cosa.