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¿Y si jugara Figo?

Veinte años después del partido más ruidoso que se recuerda en el Camp Nou por su regreso de blanco, el choque de hoy se juega en silencio

Una de las imágenes más icónicas de los Clásicos es el gesto de Raúl tras meter un gol en el Camp Nou. El ahora entrenador del Castilla y entonces capitán del Real Madrid se llevó el dedo índice a los labios e hizo a la grada el gesto de silencio. Empató aquel partido y mandó callar a los aficionados que se habían metido con él. Visto desde este 2020, visto como se suelen ver las cosas del pasado, es decir, juzgándolas desde nuestro presente, el gesto de Raúl, al final, hoy, ha tenido efecto. «Será muy extraño jugar un Clásico así, sin público, jugar con público es jugar con uno más, ojalá pronto volvamos a jugar con público», decía ayer Koeman, en su primer Barcelona-Real Madrid en el banquillo, tras muchos como central del conjunto azulgrana.

Es el partido de la temporada, uno de los grandes momentos del entretenimiento global, pero no; no va a ser lo mismo que otras veces. El silencio al que ya se han acostumbrado a jugar los futbolistas va a ser extraño hoy, sin banderas, sin gritos a favor ni en contra, sin el mensaje político con el que los días antes se llenaban periódicos y burgueses catalanes aburridos sentían que su vida tenía un poco de heroicidad. Nada de eso se ha visto estos días y nada se verá en el Camp Nou. El último Clásico allí fue el que se vivió entre extremas medidas se seguridad, con esa sensación de que cualquier chispa puede provocar un incendio. Antes del encuentro, Barcelona vivió con normalidad y fue ya durante el partido cuando las calles próximas al estadio se convirtieron en una pelea callejera. Dentro del campo, apenas cayeron unas pelotas hinchables de tenis, que las cámaras se negaron a filmar y pasó sin pena ni gloria. Fue quizá uno de los Barcelona-Real Madrid con más ruido exterior que nunca.

A este, en cambio, se llega hablando de fútbol. O por lo menos, de los problemas que genera el fútbol, con Piqué haciendo balance general quizá en el día menos indicado y con todo el Madrid mirando a Zidane y esperando que su plan y que su once tengan sentido y hagan recobrar la esperanza a los madridistas. Quizá que no haya público en contra favorece al equipo visitante: «Sabemos lo que vamos a encontrar, un campo vacío, pero para todos los equipos es igual. Es un Clásico diferente, pero es un partido especial siempre. Tenemos este partido mañana y para nosotros es importante comenzar bien», aseguraba ayer Zidane, que nunca se mete en asuntos que sabe que no le van a llevar a nada. «Como siempre un Clásico es un Clásico con dos equipos buenos que se enfrentan. Va a ser un buen partido a pesar de la situación y el campo vacío».

Quizá Figo sí que mire el partido de hoy con cierta nostalgia y si sus comentarios acerca de la política le dejan tiempo, lo comente en las redes sociales. Quizá el portugués vuelva a recordar lo que sucedió en este campo hace, esta semana, veinte años. «Recuerdo de ese día que volvió Figo al Camp Nou el ruido, no podías comunicarte ni con tu compañero de al lado, no nos oíamos. Fue un ruido total durante 90 minutos», contaba Hierro en «El Transistor» de Onda Cero.

 

El portugués se tocaba los oídos, cogía un bote de Coca-Cola, de la que hacía publicidad, y se mantenía imperturbable ante lo que caía desde las gradas, como aquella cabeza de cochinillo.

Aquello fue el infierno, la pasión desbordada, el grito unánime de miles de corazones que se habían partido. Fue terrible.

Pero como todo el mundo sabe: el silencio es peor.