Real Madrid

Barcelona-Real Madrid: (1-3): Que no estaba muerto

El equipo de Zidane se impone en un Clásico muy igualado. Competitivo como nunca, en la segunda parte superó al rival. El VAR vio el agarrón de Lenglet a Sergio Ramos

Luka Modric celebra el tercer gol con el resto de jugadores
Luka Modric celebra el tercer gol con el resto de jugadoresJoan MonfortAgencia AP

En la historia del Real Madrid ha habido muchos futbolistas que sabían que una carrera, que se viera bien, aunque fuera inútil, te valía el aplauso de la grada. Porque si algo ha sentado mal a la afición blanca es que se negocie el esfuerzo. Quiere que los de su equipo acaben muertos o, si eso es exagerado porque se quedarían sin jugadores para el siguiente partido, que por lo menos terminen mareados y con la mirada borrosa, como le sucedió a Fede Valverde en el Clásico. El uruguayo fue fundamental con su despliegue para recuperar la moral, marcó el primer gol y se dejó la vida en dar salida al Real Madrid. Pese a que jugó con Vinicius y Asensio apenas tuvo vuelo por la bandas. Valverde, por tanto, se multiplicó y el Real Madrid, con Sergio Ramos atrás y delante (impresionate su jerarquía en este equipo), se llevó el Clásico que menos se esperaba tras los dos encuentros anteriores. Hay un Real Madrid con Ramos y otro sin él. Con él defiende mejor y está claro que tiene más peligro arriba.

El equipo de Zidane es tan impredecible como competitivo. En el Camp Nou el equipo del capitán, de Fede Valverde, Mendy o Benzema o un lateral como Lucas Vázquez recuperó el prestigio y una visión optimista para el resto de la temporada. Se jugaban mucho Zidane y los suyos. Y la apuesta les salió bien.

Fue un Clásico muy igualado, con más ritmo del esperado, sobre todo en la primera parte, muy loco a veces, sin que nadie quisiera parar, pero que se serenó después. Lo resolvió un error de Lenglet en el área. El francés se comportó como si no hubiera VAR, como si los agarrones no pudiesen verse después en la repetición o como si el árbitro no fuera a atreverse a pitarlo. A Martínez Munuera le avisaron de que algo raro había ocurrido en el área, mientras Ramos le insistía con que le habían agarrado. Neto, que hizo un gran partido, acertó en la dirección, pero no llegó al tiro del cuatro blanco. No llega nadie a los penaltis que lanza el capitán. Así, el Real Madrid le dijo al Barcelona, a LaLiga y al mundo que ni se les ocurra darle por muerto.

El Barcelona no supo reaccionar tras ese tanto. Messi, que había sido el motor, se quedó sin gasolina; y Ansu Fati, que no había parado, fue sustituido. Los cambios de Koeman no mejoraron a los suyos y fue Modric quien marcó el tercero y pasó la de las preguntas acerca de su valía al Barcelona.

El conjunto local mostró su impotencia y sus nervios en esa parte final, sin claridad para hacer frente a un Madrid por fin muy semejante al que terminó la temporada pasada.

Aunque más que Messi y Ansu Fati, lo que echó de menos fue la falta de oxígeno de Jordi Alba o más bien la capacidad de Lucas Vázquez para detenerle. El lateral estaba haciendo mucho daño al Madrid por esa lado. Fue un pase clásico de Messi a Jordi Alba con el que el Barcelona templó al Madrid e igualó el choque, con remate de Ansu Fati. Lo ha hecho mil veces el conjunto azulgrana, en los tiempos buenos y también en los malos, como ahora. Esa jugada es una tabla de salvación para solucionar todos los problemas. Insistió e insistió el conjunto local, con Nacho agobiado y Asensio poco atento. El defensa no acabó la primera parte, con una amarilla y lesionado. Le tuvo que sustituir Lucas Vázquez porque no tiene más para ese lado Zidane, roto ahí por las lesiones. Y sin embargo, le salió bien la jugada. El Madrid tapó esa vía y se asentó en el partido. Por el otro lado, Pedri, el otro joven, no entró nunca en el partido.

Le sucedió como a Vinicius. El brasileño, que se había ganado el puesto de titular, protagonizó un partido errático. Asensio, que tampoco tuvo mucha profundidad, sin embargo, sí se fue metiendo más en el choque con el paso de los minutos, más feliz cuanto más lejos de la banda derecha.

Sin bandas, el Madrid se fio de Benzema en la primera parte. E francés empezaba a construir desde el centro del campo. Cuando se siente liberado y se suelta, cuando le dan permiso para no tener que vivir en el área, es un misterio para los centrales rivales. El problema de esos movimientos es que muchas veces, el equipo de Zidane, al perder la referencia arriba, se queda sin nadie que remate. El tanto de Valverde tiene que ser una jugada mucho más habitual en el Real Madrid: que Benzema surta a los centrocampistas que entran en el área. La jugada salió fenomenal y cuando el partido aún se estaba cociendo sirvió para que los de Zidane dejasen atrás una semana de dudas que tanto le habían marcado. Necesitaba empezar así para sentirse importantes y capaces de todo.

La primera parte fue a golpes, en la segunda, el Madrid recuperó su estilo de equipo fuerte, que no va a permitir ni un rasguño si se pone por delante. Era eso lo que buscaba Zidane: demostrarse que lo sucedido al final de la temporada pasada se podía repetir.

Empieza a ser falta grave dudar de Zizou: siempre resucita.