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Generosidad navideña

En el Alfredo di Stéfano hubo quien quiso ganar y hubo quien quiso no perder

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El Atlético dejó pasar el sábado en Valdebebas una gran oportunidad de dar un golpe encima de la mesa y proclamarse gran favorito para el título de Liga. Y lo hizo pareciéndose al equipo de la temporada pasada y no al de la actual. Lo hizo jugando como un equipo vulgar en lugar de hacerlo como lo que es, un equipo grande.

El Atlético salió al campo pensando en defender por acumulación, protegiendo la portería de Oblak y esperando una arrancada maradoniana de Joao Félix o de Carrasco. Una arrancada que en cualquier caso un irreconocible Luis Suárez no hubiera podido acompañar teniendo en cuenta que con el posicionamiento del equipo en el campo solo alcanzaba a ver a Courtois con prismáticos. Lo peor de la derrota ante el Real Madrid no es ni el resultado, ni la posición en la tabla o el haber caído ante el máximo rival. Lo peor es la sensación de impotencia que produce ver a un equipo hacerse pequeño cuando le toca ser ambicioso ya tenga enfrente al Madrid, al Barcelona, al Salzburgo o al Leipzig. Se podría debatir largo y tendido sobre el innecesario cambio de sistema del Cholo Simeone o si debe ser titular un jugador u otro, pero la realidad es que la tendencia cuando está en juego un partido con empaque hace tiempo que no varía: lo primero es amarrar.

Ese es el problema principal que tiene el conformismo, el asumir como éxito el tercer puesto de la clasificación o seguir viviendo del recuerdo de donde estaba el equipo hace diez años. Y es que en el Alfredo di Stéfano hubo quien quiso ganar y quien quiso no perder. No hace falta especificar más.