Entrevista

Gerard Descarrega: “El rayo no hizo contacto, si no estaríamos muertos”

El doble campeón paralímpico de atletismo cuenta su aventura subiendo el Monte Kenia. Es el primer ciego que lo logra

Felix Berg, Xisco López, Gerard Descarrega y Òscar Cadiach durante el tramo final de la subida al Monte Kenia
Felix Berg, Xisco López, Gerard Descarrega y Òscar Cadiach durante el tramo final de la subida al Monte KeniaArchivo

“A los 18 años ya fue cuando perdí la visión del todo”, explica Gerard Descarrega. “La enfermedad se llama retinosis pigmentaria. Es degenerativa. Vas perdiendo el campo visual, la agudeza, hasta que te quedas a oscuras... Yo veo un poquito de luz, pero no distingo las formas ni nada y... Bueno, esa es mi característica”, añade.

La llegada de la oscuridad trajo, de alguna manera, la luz.

“Me ha dado la vida que tengo, dedicarme al deporte profesional, poder hacer los proyectos que hago... Si viera a lo mejor no me hubiera dado por hacer estas cosas”, piensa el atleta. Porque Gerard es atleta. Y no uno cualquiera: es doble campeón de 400 metros en los Juegos Paralímpicos. Logró el oro en Río 2016 y lo defendió con éxito en Tokio el pasado verano, junto a su guía Guille, mucho más que un compañero, un amigo. Este año han anulado el Mundial que se iba a disputar en Japón y se han quedado sin gran objetivo. Van a intentar batir el récord del mundo. El año que viene ya sí habrá Mundial y al siguiente, los Juegos de París.

Su carrera como atleta es lo principal, pero los “proyectos” de los que habla van más allá. Uno de ellos se llama “Deportes a Ciegas”, y le ha llevado a subir un 3.000 (el Aneto, 3.404 metros), luego un 4.000 (el Mont Blanc, 4.808) y a finales de marzo un 5.000, el Monte Kenia (5.188). Es la primera persona ciega que lo consigue. “Fue súper chulo, ir a un continente como África, a un paraje en el parque natural en el que estábamos. Organizamos un trekking con familiares y amigos para poder compartir la experiencia, y luego la escalada [la parte final, una pared casi] la hicimos con Xisco López y Òscar Cadiach, que son los del proyecto, y con Felix Berg, un montañista alemán que ha abierto por allí muchas vías de escalada y que es el dueño de la agencia con la que fuimos. Ese último tramo son unas 20 reuniones, te haces un largo de unos 40 metros, y aseguras. Vas con aparatos que vas poniendo en las ranuras para ir asegurándote”, explica.

Para arriba todo fue bien, pero en la bajada se añadió un problema, una tormenta: “Es una zona muy expuesta, una arista, y no había nada alrededor, entonces las únicas tomas de tierra éramos nosotros y de repente Felix pegó un grito, se levantó como un palmo del suelo, tiró la mochila. Está claro que el rayo no hizo contacto con él, si no estaríamos todos muertos, pero le dio una parte, un apéndice, y ahí hubo un momento de tensión porque teníamos que bajar, no nos podíamos ir a ningún sitio, no había nada, ahí sólo hay roca y estás tú moviéndote con las mochilas en las que todos tenemos material metálico, además. Fue un momento de estos en los que te planteas un poco las cosas, pero al final sobrevivimos. Una experiencia de montaña, también es lo que vamos buscando, la naturaleza es así de potente”, rememora.

La aventura también tiene una parte solidaria, porque hicieron una mesa redonda con Henry Wanyoike, un atleta keniano ciego, “en una iglesia en la que había gente sorda, sordociega, ciega”... Y quieren donar material. “En Kenia, en África en general, hay muchísimas personas con discapacidades visuales y tienen muy pocas ayudas, del Gobierno, de movilidad... Vivir en Nairobi es una locura si eres ciego”, asegura Descarrega. Este año tiene pensado subir también un 6.000 en Perú (Huascarán, 6.757), aunque están buscando el momento por la logística para poder hacerlo sin perder sus entrenamientos, y también financiación... El siguiente paso es un 7.000 y el gran desafío, un 8.000, la altura mítica, pero esto último ya después de los Juegos de París.

La montaña siempre está presente, porque ahí Gerard siente “paz”. “Como que te limpia. A lo mejor al ser un sitio tan inhóspito para una persona ciega, por eso me llama la atención. Desde pequeñito siempre me ha servido como vía de desconexión, siempre he sido feliz en la montaña, en la naturaleza, respirar el aire puro, los olores, y poner el cuerpo al límite: si tienes frío, tienes que andar ‘‘x’' horas hasta llegar a un sitio al que te puedas calentar”, reconoce.

En una sociedad donde prima lo visual y las redes sociales, afirma que la montaña nos “permite volver a lo que somos, el instinto de supervivencia”. “Y estar viviendo el momento y el día a día, que en la sociedad actual es muy difícil y yo me incluyo, que estamos todo el día con el teléfono, con historias, y al final ni disfrutamos, y los días pasan como churros”, reflexiona. “Allí me siento realizado como persona. Me vuelve loco. Pero lo pasamos muy mal, eh! Porque en la montaña se pasan putas, no tenemos comodidades. No estás en el sofá de casa, pero luego bajas y valoras más estar en el sofá. Además, tú te puedes comprar algo y lo cambias por lo nuevo, pero estas experiencias se quedan para siempre”, opina.

Ya antes de esta aventura vivió otra inolvidable en Nueva Zelanda, un viaje de 45 días después de los Juegos de Río prácticamente con lo puesto. “No tenía el perro guía, iba con el bastón, me movía como cualquier persona y tenía un mapa de las dos islas en el que sabía dónde estaba cada cosa, y muchas veces cuando estaba en un hostal lo ponía encima de la mesa, nos reuníamos y decíamos: quiero ir hasta allí, ¿qué me recomiendas? Y me movía haciendo autostop, algún autobús... Estuve viajando por las dos islas, fue poco más de mes y medio y me supo a poco. Es como vivir un videojuego, vas solo, pero no estás solo nunca: va mucha gente de mochilero, hicimos grupos, excursiones...”, revive.

Gerard Descarrega, durante la subida al Monte Kenia
Gerard Descarrega, durante la subida al Monte KeniaArchi