Lo importante es participar

España y el hockey sobre patines, una plata amarga que no computó en el medallero

El equipo nacional perdió en casa la final de «su» deporte, el hockey sobre patines, disciplina de exhibición en los Juegos de Barcelona 92

Argentina derrotó a España en la final olímpica de hockey sobre patines en Barcelona 92
Argentina derrotó a España en la final olímpica de hockey sobre patines en Barcelona 92LR

Ésta es la historia de una medalla que fue sin llegar a ser y que nunca más será, el relato de la gran oportunidad perdida del deporte colectivo, puede que el deporte a secas, que más triunfos ha dado a España: 51 títulos entre mundiales y europeos, hombres y mujeres incluidos. La selección nacional masculina de hockey sobre patines –en su vertiente femenina aún estaba poco desarrollado– sí logró una medalla en su única participación en unos Juegos, en Barcelona 92. Pero a la frustración por no haberse colgado el oro, cuando era la máxima favorita para serlo, se unió la amargura por no haber asentado su disciplina en el programa olímpico.

El béisbol en 1984 y el taekwondo en 1998 habían recorrido el mismo camino que el hockey sobre patines pensaba transitar en 1992: deporte de exhibición en unos Juegos, aprovechando el tirón popular en Estados Unidos y Corea, para figurar de pleno derecho en los siguientes. Por su estatus especial, que también tuvo la pelota vasca, las preseas conseguidas no se sumarían al medallero oficial. Con todo, España contaba con su oro en «joquipatines» con idéntica confianza a la que el Dream Team de las estrellas de la NBA afrontaban el torneo de baloncesto.

Las razones por las que el hockey sobre patines tuvo tan corta vida olímpica son puramente numéricas. El COI exige que un deporte aspirante tenga actividad federativa propia en 75 países masculinos y 40 femeninos, al menos uno por continente. Sí está consolidado en Europa y América, pero en Oceanía y Asia es residual y su práctica en África se reduce a tres excolonias portuguesas, Cabo Verde, Mozambique y Angola. De modo que, pasado el tren en los noventa, no hay muchas opciones de volver a verlo en unos Juegos.

Sant Sadurní de Noya, Vic y Reus, tres ciudades de la Cataluña interior donde el hockey es religión, fueron las sedes elegidas para las primeras fases y las finales se disputaron en el Palau Blaugrana, la guarida del Fútbol Club Barcelona, el club más laureado de Europa y era, junto al Liceo coruñés, la base de la selección española que tenía la medalla de oro como objetivo inexcusable. El equipo adiestrado por Carles Trullols, legendario portero del Barça, se dio un paseo militar hasta la final, con diez victorias en otros tantos encuentros y algunas goleadas de escándalo, como el 17-1 que le endosó a Australia o el 10-0 que se llevaron los angoleños, cumplida venganza de la humillación infligida por esta nación a la selección de baloncesto.

En la final contra Argentina, a la que España había batido en el partido más igualado de la segunda fase (3-2), los locales eran grandes favoritos, pero los sudamericanos –que con una victoria in extremis sobre Portugal habían evitado el esperado derbi ibérico– sacaron su proverbial carácter competitivo. Delante de los Reyes y de Juan Antonio Samaranch, jugador de hockey sobre patines en su juventud, el equipo liderado por el Negro Páez y los tres hermanos Cairo –Pablo, Alejandro y Gabi, mendocinos que eran los únicos tres miembros del plantel campeón no nacidos en San Juan– ganaba por 2-5 a falta de pocos minutos. Los locales empataron gracias a la puntería de Alejandro Avecilla y Joan Ayats, pero los argentinos los remataron en la prórroga (6-8).