Fútbol

El Sevilla o éramos pocos... y llegó Sampaoli

A la desesperada, el equipo hispalense se encomienda al controvertido entrenador argentino. Lopetegui rebajó el esperpento de su cese con un adiós impecable

Julen Lopetegui, en el acto de despedida como entrenador del Sevilla FC
Julen Lopetegui, en el acto de despedida como entrenador del Sevilla FCRaul CaroAgencia EFE

Una implosión. El Sevilla Fútbol Club, cuya reciente ejecutoria se estudia en los grados universitarios de gestión deportiva como ejemplo de que el éxito no tiene que estar aparejado a una inyección externa de capital, se derrumba sin remedio. El famoso «modelo de negocio» –comprar jugadores jóvenes, exprimirlos, revalizarlos y venderlos– estaba sustentado en el ojo clínico de Monchi y el reputado como mejor director deportivo del mundo ha malbaratado su prestigio con dos años de fichajes infames que han debilitado la plantilla hasta convertirla en candidata al descenso.

El 10 de enero, el Sevilla lucía como el único rival creíble del Real Madrid en pos del título de Liga. Menos de nueve meses después, el cese en diferido de Julen Lopetegui y su sustitución por un Jorge Sampaoli a quien en su primera etapa en el club sólo le faltó defecar sobre el escudo, tal fue su permanente menosprecio a la entidad que le pagaba, han convertido a los del Sánchez-Pizjuán en el hazmerreír del fútbol nacional y europeo. Con una dirigencia sin autoridad ni arrestos para encauzar al más cualificado de sus empleados, Monchi, y éste embarcado en el cultivo permanente del esperpento, la cosa pinta color hormiga. El hincha, entre estupefacto e indignado, espera que la pelotita entre de vez en cuando para que no se sustancie un «segundazo» cantado y reza por la recuperación del oremus perdido. Y para que las partes dejen de anteponer sus intereses personales a los del Sevilla.

La gravedad de la situación empujó a las altas instancias del Sevilla, el presidente Castro y el vicepresidente Del Nido Carrasco, a salir ayer del caparazón en el que se resguardaban de la tormenta de ira de los seguidores. El minué que Monchi obligó a bailar a Lopetegui tras el partido contra el Borussia, dejaba a los inquilinos del palco a los pies de los caballos. Mientras la grada coreaba al entrenador y vituperaba a los directivos, nadie se ocupaba de la plantilla horrenda que ha confeccionado el director deportivo. Se antojaba necesario recuperar la unidad... o fingirlo al menos y a ello ayudó el elegante comportamiento de Lopetegui, impecable en su adiós en el antepalco del Sánchez-Pizjuán, con todas las fuerzas vivas del club presentes: «Me voy como un sevillista más, agradecido por la oportunidad que se me dio de hacer historia en el Sevilla y sin rencor. Con algunos ajustes, este equipo enderezará el rumbo». Aquilino Duque, fallecido hace unos meses, remataba con este verso rotundo un poema al Cristo del Cachorro: «Así mueren los hombres».

Los resultados y el fútbol desplegado, de una fealdad obscena, obligaban a destituir a Lopetegui y la despedida compensaba, en cierto modo, el lamentable despido por capítulos que llevaban infligiéndole desde mayo. Así quedó resuelto un problema sin que ello llevase aparejado el hallazgo de una solución. Porque, inmerso en la espiral de decadencia, el Sevilla recurrió a Jorge Sampaoli, cuya capacidad técnica debatirán los expertos, quienes quiera que sean, pero cuya condición personal es la MENOS adecuada para calmar un caos como el que sume hoy a la entidad. Disculparán el uso de metáforas como la del zorro al cuidado del gallinero o, mejor, la del pirómano disfrazado de bombero mientras el monte arde.

Sin equipo desde su salida –a bofetada limpia, para variar– en mayo del Olympique de Marsella, el extravagante técnico argentino y sus catorce perros (dato contrastado) aguardaban en su residencia de Río de Janeiro la llamada de un club desesperado: cogió el primer avión a Lisboa y se desplazó por carretera desde la capital portuguesa a Sevilla, donde firmó un contrato hasta junio de 2024. Dirigió por primera vez a sus nuevos pupilos por la tarde y el sábado debuta contra el Athletic Club en el Sánchez-Pizjuán, con la amenaza cierta de caer a plaza de descenso en caso de derrota.