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Fútbol

El Atlético sale del agujero en San Siro

Un gol de Luis Suárez, de penalti, superado el minuto 90 dio la victoria a los rojiblancos. El equipo de Simeone desapareció en la primera parte y recuperó la vida con la expulsión de Kessié

Correa y Luis Suárez se abrazan para celebrar el gol del uruguayo Antonio CalanniAP

El Atlético desapareció en San Siro durante 45 minutos y volvió a aparecer para ganar el partido en los otros 45. Era un equipo sin alma, derrotado. Superado en la presión y en la intensidad de la que tanto ha presumido en los últimos años por el Milan. Cada pelota dividida era un tormento; cada duelo aéreo, una tortura. El rival borró al Atlético del campo durante la primera media hora. Siempre se anticipaban, siempre había más jugadores rojinegros en la disputa del balón.Y siempre se lo llevaban.

Koke no fue capaz de perseguir a Brahim en el área, se le escapó y el «10» milanista tuvo medio segundo para pensar donde no debía haberlo tenido. Vio la posición de Leao, solo, esperando recibir, le entregó la pelota y el portugués hizo el resto para poner a su equipo por delante.

Oblak salvó el segundo. El Milan era muy superior, solidario en defensa, donde incluso Brahim se aplicaba, y con las ideas más frescas en ataque. El jugador cedido por el Real Madrid era el centro del juego de su equipo, el que ponía las ideas. Brahim aprovecha al máximo su discreto físico, apenas alcanza el 1,70, y exhibe una fortaleza inesperada en los duelos. Se marchó en la segunda parte, dolorido y cojeando, pero dejó un rastro de futbolista enorme, de jugador preparado para todo, sobre el césped de San Siro.

El Milan fue víctima de su propia intensidad. Kessié, uno de los hombres fundamentales del equipo rojinegro, se fue expulsado por dos amarillas, por un agarrón y por un pisotón a Marcos Llorente. Perdió un hombre el equipo milanista, pero no la fe ni la solidaridad. Eran uno menos, pero siempre eran uno más en la disputa del balón.

El ejemplo del fútbol del Milan era Bennacer, el mediocentro, que apretaba en la presión y todavía guardaba fuerzas para aguantar la pelota y salir jugando cuando su equipo estaba más exigido. Especialmente en la segunda mitad, cuando el Atlético entendió que no había llegado allí para admirar el juego del rival.

Como si fuera el Mono Burgos en el anuncio del ascenso, el Atlético salió de la alcantarilla en la segunda mitad. El cansancio afectaba al Milan, que tenía nueve jugadores de campo pero corrían como doce. Y el Atlético encontró el camino con los cambios. Joao Félix había sustituido a Trippier, lesionado, en la primera mitad. Y tras el descanso la entrada de Lodi y de De Paul dio más sentido al juego del equipo del Cholo.

El Atlético se hizo dueño del partido, abusando de la inferioridad del rival, pero le faltaba el gol y Luis Suárez no estaba acertado en el remate. La solución estaba en el banquillo. Griezmann sustituyó a Koke y Lemar, a Kondogbia. Simeone renunció al centro del campo, sólo sostenido por De Paul; en defensa dejaba a Giménez y a Felipe para contener y todos los demás buscaban el gol.

Y lo encontró Griezmann. El francés entró en el campo dispuesto a cambiar el partido. Nada más pisar el césped dio un pase a la espalda de la defensa para Lodi. Aunque la pelota se acabó enredando en los pies de Joao Félix era un síntoma de que algo cambiaba con el francés en el campo. Minutos después la conexión con Lodi terminó en un gol de Antoine, que parece haber recuperado la memoria.

Lemar fue protagonista en el segundo. El Atlético nunca da por terminados los partidos. Lo ha demostrado varias veces esta temporada. Y en San Siro fue una más. Pasaba ya el tiempo reglamentario cuando Lemar sacó un penalti por una mano de Kalulu. Se fue Luis Suárez al balón y lo atacó como si fuera a lanzar un «panenka». Golpeó mal, pero la pelota se coló entre las piernas de Maignan, el portero del Milan. Era el día de los imposibles. El uruguayo llevaba seis años sin marcar como visitante en Europa y el Atlético se llevó tres puntos que parecían inalcanzables cuando estaban once contra once.

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