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Opinión

Lo de Qatar, el Turbante Supersónico o el Dátil Volador

Ha dado auténtica grima ver jugar a los anfitriones, una mala caricatura del fútbol de posesión

Aficionados qataríes en una fan zone en Doha contemplan la derrota de su selección
Aficionados qataríes en una fan zone en Doha contemplan la derrota de su selecciónMARTIN DIVISEKAgencia EFE

Una de las escenas más brillante, también cruel, de Cyrano de Bergerac es la visita de la intelectualidad local al panadero, un gañán con ínfulas poéticas que obsequia con un banquete semanal de bollos a los escritores que, hambrientos y desalmados, se comen al módico precio de elogiar desmesuradamente al infeliz que les declama sus ridículos ripios: sería un legítimo intercambio, unos se llenan la panza y el otro alimenta su ego, si los poetas se ahorrasen las burlas, sarcasmos y pullas que disparan contra su anfitrión en cuanto ponen el pie en la calle. Pues en Tarrasa, amigos, se escuchan las carcajadas que sueltan los compinches de Xavi Hernández en Doha cada vez que el emir les ingresa su astronómica soldada mensual.

Qatar se compró el Mundial en 2010, con doce años para construir ocho estadios y una selección. La escasez de tiempo, en cualquier industria, se suple con dinero y la familia del emir salió al mercado con la cartera rebosante en busca de arquitectos y entrenadores. Los Al-Thani, como el desgraciado panadero de Bergerac, son gente impresionable que se dejó seducir por los versos galantes de quienes le prometieron un sitio en el parnaso del fútbol siempre y cuando enterrasen en petrodólares a los detentores de la pócima de Rinus Michels, a los herederos de Johan Cruyff, a los émulos de Pep Guardiola.

Les han sacado los higadillos a los incautos qataríes, o sea, para hacerles un chiste de equipo que provocó la deserción de su propia afición en la inauguración contra Ecuador y que consumó ante Senegal su vergonzante eliminación. Trienios y trienios de pasta gansa para entrenadores, asistentes de toda laya, fisios, preparadores físicos, nutricionistas, médicos, analistas de vídeo, psicólogos...Qué tíos. Para que luego alberguemos complejo con la sagacidad negociadora de los árabes. El emir soñó durante un decenio con la versión mahometana de la Naranja Mecánica, qué sé yo, con una selección legendaria que pasase a la posteridad como el Turbante Supersónico o el Dátil Volador. Al final, esto...

Ha dado auténtica grima ver jugar a Qatar, una mala caricatura del fútbol de posesión que preconizan como innegociable los técnicos a los que se ha encomendado. Un buen entrenador no es el que muere con sus ideas, sino el que sobrevive con las cualidades de sus futbolistas. Los equipos pequeños suelen perder, claro, pero deben caer con las armas en la mano. Los vecinos de Arabia Saudí son ejemplo de lo contrario: físico de élite, que eso sí se adquiere, disciplina militar, marcajes fanáticos y dureza suicida en cada contacto. Los sacarán del Mundial más pronto que tarde, pero volverán a casa sin el regusto del ridículo en la boca.