Opinión

La selección juega con fuego

Pese a eludir a Brasil, las sensaciones con las que España llega a la fase final no pueden ser peores

Álvaro Morata se duele por la entrada de un jugador japonés
Álvaro Morata se duele por la entrada de un jugador japonésNeil HallAgencia EFE

El partido ante Japón demostró lo fácil que es tirar abajo lo que tanto cuesta construir. La selección nipona tendió una trampa a los de Luis Enrique, que se dejaron por el camino todas las buenas sensaciones ganadas antes. Un gol tempranero de Morata provocó que el equipo cayese en un letargo soporífero ante la falta de ambición del rival, con un exceso de confianza que se diluyó como un azucarillo al comienzo del segundo tiempo.

Era de esperar que, ante la necesidad de ganar para clasificarse, Japón cambiaría de plan y tomaría más riesgos. Dicho y hecho. Bastaron cinco minutos de presión y una empanada de proporciones industriales para dar la vuelta al marcador. El problema no quedó ahí, y es que la incapacidad de los nuestros para generar peligro y poder empatar el partido en los 40 minutos restantes fue nula. Ni desbordes ni remates dentro del área ni tiros lejanos. La inoperancia fue tal que la afición estuvo más pendiente del Costa Rica-Alemania que de lo poco o nada que era capaz de generar la Roja. Pese a eludir a Brasil, las sensaciones con las que España llega a la fase final no pueden ser peores. Quizá Marruecos sea inferior a Croacia, pero si la imagen no da un giro de 180 grados el martes, nos podría poner en aprietos hasta Qatar.

El que vea el vaso medio lleno se congratulará de los cruces que se avecinan, de la clasificación en un grupo en el que ha caído Alemania, pero la realidad es que la confianza del debut ha dado paso a un gran interrogante que España tendrá que resolver.