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Entrevista
Nadia Comaneci: «No fui a Montreal a hacer historia. Simplemente sucedió»
La reina de los Juegos del 76 recuerda su hazaña en después de intervenir en el foro Metafurturo, organizado por Atresmedia

Nadia Comaneci (Onesti, Rumanía, 1961) nunca ha perdido esa sonrisa que se enciende cuando recuerda que el próximo año se cumplen 50 de la actuación que le valió el primer 10 en la historia de la gimnasia. Tan inesperado que lo más parecido que pudo lucir en el marcador fue el 1.00 que ahora ella tiene tatuado en el tobillo. Comaneci atiende a LA RAZÓN después de intervenir en el foro Metafuturo, organizado por Atresmedia.
¿Cómo recuerda aquellos momentos en Montreal? ¿Lo tiene presente o lo ve ya como si le hubiera pasado a otra persona?
No, no. Siento que eso me pasa a mí. Y a medida que van pasando los años, no diría que me sienta más orgullosa sino que estoy impresionada por las decisiones que tomó esa niña. Cada vez que algo sucedía, no sé, si era un desafío o si cometí un error o si no tomé la decisión correcta mi intuición y la niña, la niña que era, me ayudó a navegar por esas situaciones. Así que me siento orgullosa.
¿Cómo se siente una cuando le reconocen que ha sido perfecta, aunque sea en un ejercicio?
Yo no fui allí para hacer historia, simplemente sucedió. Después de eso sí que me di cuenta de que había hecho historia, así que ha sido un poco al revés. Todo el mundo me llama la mujer perfecta, pero yo digo que a lo mejor fui la mejor en ese momento, en 1976, en el mundo de la gimnasia, pero en ese momento en concreto.
Cuando se preparaba para ese momento, ¿sufría o disfrutaba?
Yo, la verdad es que no lo sé. Había momentos en los que era un poco difícil y yo pensaba en no ir. Y mis padres me decían, «no, no puedes dejar las cosas, no puedes tirar la toalla en un mal día». Pero luego lo echaba de menos y volvía porque me gustaba el ambiente, me gustaba la competición, me gustaban los desafíos, me gustaba aprender, competir. Había un montón de cosas que me gustaban, así que lo que no era bueno era no ir.
Pero los métodos de su entrenador, Bela Karolyi eran duros.
Disciplina, trabajo duro. Eso no cambió. Lo que cambió es la comunicación, una comunicación diferente.
¿Tenían ayuda de psicólogos?
Sí, nosotros teníamos psicólogos que nos ayudaban a tranquilizarnos para tener menos ansiedad. Pero no había una palabra, no existía la expresión de la salud mental hace 50 años. Era mejorar tu estado mental.
Había momentos en los que pensaba no ir a Montreal. Pero lo echaba de menos y siempre volvía»
¿Y cómo era su estado mental para tener que dejar su país de la manera en que lo dejó?
Esa fue una decisión que tomé, porque en ese momento yo quería hacer más, y sabía que allí estaba en un callejón sin salida. Hubo un momento de intuición. No tenía un plan de qué es lo que voy a hacer después cuando llegue a Estados Unidos. No sabía que estaba a punto de llegar una revolución tres semanas después. Y la verdad es que me alegro porque después de eso pude volver, porque yo sigo viviendo en Rumanía. Tengo una casa y tengo familia en Rumanía.
Es un poco raro que una estrella como usted tenga que salir a pie, ayudada por un pastor, para salir del país.
Habría sido más fácil con un pasaporte. Sí, sí, me habría encantado tener el pasaporte, pero... En 1981, mis entrenadores se quedaron en Estados Unidos y no volvieron. Así que después de aquello, ya no se me permitía salir del país. No podía ni tener pasaporte ni viajar ni nada. Y mi vida cambió. Y entonces dije si no tomo una decisión para hacer algo al respecto, mi vida no va a cambiar.
¿Cómo fue su llegada a Estados Unidos? ¿Conocía el idioma?
Bueno, hablaba un poquito el idioma. Es difícil para todo el mundo que se muda de un país a otro. Pero yo pude conectar con mis amigos de la gimnasia, gente que conocía de cuando competía. Siempre es bueno tener esos amigos en torno a ti, porque son amigos que has conocido durante años. Y así fue como empecé a construir. Y después, cuando me empecé a sentir más cómoda, pude volver a Rumanía y pude ayudar a la Federación, y sigo ayudando con mi presencia allí. Es un poco como yo soy quien soy porque nací allí y porque tuve la oportunidad que tuve, pero también puedo devolver lo que aprendí en Estados Unidos a Rumanía. Así que es un círculo virtuoso.
«Cuando salí no sabía que estaba a punto de llegar una revolución a Rumanía»
¿Siente un poco, aunque pueda volver, que tiene como dos vidas? Una que fue en Rumanía y otra en Estados Unidos.
No, es que no tendría la una sin la otra.
¿Cómo se vive sabiendo que es un ejemplo para muchas chicas?
Me encanta porque siento que les estoy dando una oportunidad y un motivo para entender que sí, yo pasé por desafíos. Sí, aprendí a levantarme cada vez que me caía. Sí, he aprendido un montón de cosas participando en gimnasia. Y soy quien soy por el deporte. Así que creo que me ven ahora y sienten que todo el mundo puede hacerlo. Sí, eso soy yo.
Los Juegos Olímpicos le cambiaron la vida. Además del, tatuaje con el 1.00 lleva un colgante con los aros olímpicos y una gimnasta. ¿Es usted?
Sí, soy yo. Es cuando estaba en las barras. Y tengo la suerte de tener cinco letras en mi nombre, una para cada uno de los anillos. Y el tatuaje con el 1.00 del marcador. Es que me siento muy orgullosa, muy orgullosa.
¿Cómo es su vida ahora?
Ocupada. Pero ocupada bien, Estamos trabajando para estar preparados para el 50 aniversario del 10 perfecto el año que viene. No sé si sabe que Rumanía declaró que el 2026 era el año de Nadia Comaneci y estamos trabajando en un documental para celebrar ese año que saldrá a finales del año que viene con una gala, también una gala en Montreal por el 50 aniversario de los Juegos Olímpicos y un montón de eventos, un montón de eventos que van a conectar los deportes con estas nuevas generaciones, un montón de acontecimientos deportivos.
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