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Nadal, la undécima obra maestra en Roland Garros

Acumula ¡once títulos en once finales! El número uno del mundo fue muy superior a Thiem. Suma 17 «Grandes», a tres del récord de Federer

Una composición con las imágenes de Nadal con sus 11 trofeos de Roland Garros ganados en 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017 y, a la derecha, 2018. EFE/EPA/STAFF
Una composición con las imágenes de Nadal con sus 11 trofeos de Roland Garros ganados en 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017 y, a la derecha, 2018. EFE/EPA/STAFFlarazon

Acumula ¡once títulos en once finales! El número uno del mundo fue muy superior a Thiem. Suma 17 «Grandes», a tres del récord de Federer

Hay hazañas incomparables, logros que carecen de referentes –con permiso de la australiana Margaret Court que ganó once Abiertos de Australia– y la relación de Nadal con Roland Garros es uno de ellos. No se ha visto nada igual y dudo mucho que vuelva a verse. ¡Once títulos en once finales le contemplan! La última, por ahora, ante Dominic Thiem. Ante el que está llamado a ser su sucesor en la tierra batida, aunque hablar de sucesión con Nadal sea demasiado atrevido. No habrá nadie como Rafa. Ya ha levantado once Copas de los Mosqueteros y las que le pueden quedar si la salud se lo permite. El duelo entre Nadal y Thiem, la final de las finales sobre tierra batida, se resolvió con la autoridad que Nadal acostumbra: 6-4, 6-3 y 6-2 en 2h42 y la sensación de que el austríaco nunca tuvo opciones reales ante el número uno del mundo. «Parece lógico, pero no lo es», comentó Rafa antes de la final. Es la definición perfecta de lo que sucede con él en París. Ya no se derrumba sobre la arena para celebrarlo. Es como si ganar Roland Garros entrara en los planes de todo el mundo en el comienzo del mes de junio. Y eso es lo más grande de todo, pero no debe hacer perder la perspectiva. Llegará un día en que Nadal deje de ganar en París, aunque de momento esa fecha parece lejana.

«Cuando Rafa ganó por primera vez aquí yo tenía 11 años», aseguró Thiem en la ceremonia de entrega de premios. En la undécima que coronaba a Nadal. La primera fue en 2005. Desde entonces se ha repetido la historia en 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017 y 2018. ¡Once veces! Sí, hay que repetirlo. La de ayer fue la primera sin el tío Toni como técnico. Estuvo en el palco de siempre, pero como nunca antes. Fue un hincha más. «Antes de salir he dicho: ''Vamos a ganar en tres sets''. Siendo entrenador no lo hubiera dicho, pero siendo tío creía que ganaría», confesó.

Es obligado hacer un repaso de las cifras que conlleva la victoria de Rafa. Acumula 17 «Grandes» y vuelve a divisar el récord de 20 de Federer. Son ya 79 títulos, cuatro esta temporada (Montecarlo, Barcelona, Roma y París) un palmarés de 86/2 en la tierra batida francesa... Récords y más récords del mejor jugador de la historia sobre arcilla.

La final resultó hasta sencilla, aunque suene a sacrilegio. No hubo una rendija por la que se vislumbrara que Thiem podía amenazar a Nadal. Y todo fue por culpa de Rafa. Su tenis anuló la mayoría de las armas del austríaco. Fue paciente, supo trabajar los puntos cuando debía, buscar los golpes ganadores cuando tocaba, leer el partido con su proverbial habilidad. Y Thiem estuvo desubicado desde el principio. En los dos primeros juegos sólo sumó dos puntos. Se pasó más de medio partido hablando con su palco, lamentando su bajo porcentaje de primeros servicios y sufriendo la versión más fiable de Nadal. Cuando Rafa es agresivo, cuando se empeña en mandar, cuando se atreve a subir a la red, cuando se muestra como el mejor restador del mundo, cuando no se va detrás de la línea porque manda en los intercambios, cuando juega con la solidez con la que mostró ante Thiem no hay alternativas esté quien esté al otro lado de la red. Todo eso se tradujo en un «break» en blanco que sirvió para decidir el primer set; en un segundo set en el que manejó los intercambios más salvajes de la final y en una tercera manga en la que se sobrepuso a unos alarmantes problemas físicos que no pasaron a mayores. Necesitó la presencia del «fisio» para solucionar unos inquietantes calambres en la mano izquierda. «Antes ya los había sufrido, pero no tan fuertes. Es verdad que a finales del segundo set notaba que hacía mucha humedad, sudaba mucho y tenía una sensaciones un poco extrañas, pero no pensé que pudiera llegar a acalambrarme así», afirmó. Unos minutos de dudas con 3-1 en el tercer set se quedaron en nada.

Lo que vino después hay que enmarcarlo en el carácter extraordinario que tiene todo lo relacionado con Rafa y el torneo. Sí, lo ha ganado once veces, pero su gesto abrazado a la Copa de los Mosqueteros y escuchando una vez más el himno español en la Philippe Chatrier era revelador de otro momento único. «Es verdad que he trabajado mucho y muy bien, a conciencia con una gran intensidad durante toda mi carrera, pero aún así me siento súper afortunado», Nadal sincerándose en estado puro.