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Macroeconomía

España siempre tropieza con Sísifo

El diagnóstico del FMI no deja lugar a dudas y España ha pasado, en un abrir y cerrar de ojos, del pelotón de cabeza al furgón de cola

La economía española, a pesar de sus éxitos innegables, sufre también el síndrome, maldición para muchos, de Sísifo. Las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), que dirige Kristalina Georgieva y que acaba de fichar como asesora externa a Ana Botín, colocan a España a la cabeza de batacazo económico provocado por el Covid-19. El Gobierno de Sánchez, con la vice Calviño y sobre todo la ministra Montero al frente, presumía hasta hace unas pocas semanas de que la economía española era la que más crecía de los grandes países de la eurozona. El diagnóstico del FMI, anunciado ayer «urbi et orbe», no deja lugar a dudas y España ha pasado, en un abrir y cerrar de ojos, del pelotón de cabeza al furgón de cola, ya que en 2020 el PIB caerá nada menos que un 8%, apenas algo menos que lo que ocurrirá en Italia y Grecia. Es una historia que se repite una y otra vez y que evoca el mito de Sísifo, hijo de Eolo, condenado –por traicionar a Zeus– a empujar un enorme bloque de piedra cuesta arriba hasta la cima de una montaña y soltarlo cuesta abajo por la otra ladera, sin que nunca lograra conseguirlo. Cada vez que estaba a punto de llegar a la cima, el peso de la mole pétrea le vencía y retrocedía hasta la base de la montaña, desde donde Sísifo debía empezar de nuevo.

La historia moderna de la economía española, desde el Plan de Estabilización de 1959 y desde el advenimiento de la democracia –con el hito de los Pactos de la Moncloa de 1977–, es una historia de superación y éxito en busca de alcanzar la media de riqueza y prosperidad de los países más avanzados de Europa. Desde hace más de medio siglo, España poco a poco, ha recortado distancias y protagonizado avances espectaculares. Sin embargo, una y otra vez, cuando parecía que estaba a punto de cerrar esa brecha histórica, siempre ocurría algo que le hacía retroceder, no hasta el punto de partida, pero sí una serie de años. Ocurrió en las crisis de 1973 y 1979, en el tardofranquismo y en los albores de la democracia. La historia se repitió a principios de los años noventa, con el recuerdo de cuatro devaluaciones consecutivas. La implantación del euro hizo creer que todo iba a cambiar y, entre 2000 y 2007, la prosperidad española se acercó más que nunca a la media europea. La Gran Recesión acabó con aquel sueño de forma abrupta y, además, dejó un país endeudado y con los deberes sin hacer. La recuperación ha sido más vigorosa en España que en la zona euro en los últimos años, pero el Covid-19 ya ha hecho retroceder a la economía española un decenio. El gran problema económico español, que no recogen los datos del FMI, es que España amplifica los periodos de crecimiento –aunque llegan con retraso– y también las crisis. Todo indica que esta vez ocurrirá lo mismo.

El PIB español es uno de los que más caerá en 2020 y también tardará más en recuperarse que, por ejemplo, los de Alemania, Francia e incluso Italia. Eso significa que las funestas previsiones del FMI se pueden quedar cortas y que el batacazo, tras «el gran encierro» –«the great lockdown»–, podría llegar hasta una caída del 10 o del 12% del PIB, con un paro que también desbordaría ese 21% del que habla el organismo internacional y con una deuda tan enorme como la piedra que Sísifo empujaba por la montaña. El Gobierno de Sánchez, como ayer repitió la ministra portavoz María Jesús Montero, que también tendrá que lidiar con una caída espectacular de ingresos por impuestos, insiste en que habrá una recuperación en «V», fulgurante, en la que ya no cree ningún experto y los seis millones de parados caminan ya hacia las oficinas de empleo otra vez. La economía española no está condenada por ninguna maldición, pero cuando roza la cima, siempre tropieza con Sísifo, aunque luego no tenga que empezar desde la base de la montaña.