Economía

Ayudar, no nacionalizar

Sesión de control al Gobierno
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, durante su intervención en la sesión de Control al EjecutivoPoolPool

La teoría podemita según la cual ha llegado el momento de nacionalizar es penosa. En todos los países donde esto sucedió las consecuencias fueron nefastas. Más funcionarios, menos empresas, más burocracia, menos productividad, más trabas a la gestión e impuestos, menos aliciente a la iniciativa personal y el emprendimiento. Allí donde se nacionalizó el tejido productivo, con confiscaciones y expropiaciones sin garantías, se acabó implantando el comunismo y están a la cola del desarrollo, como Cuba o Venezuela. En Occidente, el único país que estatalizó por encima de lo normal fue Francia, en la época de Mitterrand, con el resultado que vemos en el país vecino: huelgas y más huelgas, una nación funcionarizada, protestas en las calles ora por los chalecos amarillos ora por el transporte ora por los taxis, las basuras o los controladores.

No sabemos cuál es el modelo de país nacionalizado por el que clama Iglesias, si por la Venezuela de Maduro, por la Francia de Mitterrand o por el Irán de los Ayatolas. Lo que sí sabemos algunos es que la solución para la actual situación de España no puede pasar más que por ayudar a las empresas con exenciones fiscales e incentivos para que contraten, mantengan su actividad, creen empleo y generen riqueza e ingresos estatales vía impuestos.

Las compañías nacionalizadas, como Telefónica o Iberia, han ido bien y son hoy multinacionales. Las que viven del Estado continúan atadas a estructuras en exceso dependientes de los vaivenes de la política, pese a tener unos cuadros profesionales de primerísimo nivel.