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Desescalada

La UE ofrece a España 140.000 millones para la reconstrucción

Al menos 77.000 millones llegarían en forma de transferencias directas y 63.000 millones, en créditos

Extraordinary EU Parliament session in Brussels
La presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen con la reglamentaria mascarilla en el Parlamento EuropeoDaina Le Lardic/European Parliam / DPADaina Le Lardic/European Parliam

La Comisión Europea ha ofrecido a España 140.000 millones para la reconstrucción, 77.000 en ayudas directas y 63.000 en créditos para la reconstrucción de la economía, según la agencia Reuters. Estas ayudas se inscriben en el plan de recuperación para toda la Unión, que alcanzaría los 750.000 millones en dos años. Sólo el tiempo dirá si este día se convierte en un momento clave de la Historia del proceso de integración europea o en un mero pie de página. La presidenta del ejecutivo comunitario, Úrsula von der Leyen, está a puntos de presentar en el Parlamento Europeo su esperadísima propuesta para el Fondo de Reconstrucción que haga frente a los estragos económicos ocasionados por la pandemia. Una iniciativa de 750.000 millones de euros, según acaba de confirmar el comisario de Asuntos Económico Paolo Gentinoli vía twitter y del que el 33%, según la agencia Bloombeg consiste en préstamos reembolsables lo que supone que el grueso del plan consistirá transferencias, tal y como se esperaba.

Una iniciativa -con resonancias al Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial- cuyos detalles y cifras han sido una incógnita hasta el último momento y que bebe del espíritu de la propuesta franco- alemana presentada por Ángela Merkel y Emmanuel Macron. Por primera vez el club comunitario se plantea la posibilidad de un ingente paquete de fondos europeos destinado a asistir a los países más golpeados por esta crisis y que se financie con deuda común europea canalizada a través de subvenciones a fondo perdido, con el objetivo de no seguir aumentando la deuda de los países más dañados. Para muchos esta propuesta puede convertirse en un embrión de futuros eurobonos o incluso en un momento hamiltiniano, en alusión al Secretario del Tesoro de EE UU, Alexander Hamilton, que consiguió un acuerdo entre Norte y Sur del país para que el ejecutivo federal pagara las deudas del Estado tras la Guerra de la Independencia.

En realidad, el instrumento y la forma de utilizarlo no es nueva, pero si la ambición y las condiciones para los países receptores. Al igual que ha hecho en otras ocasiones, el próximo presupuesto comunitario para los años 2021- 27 acudirá a los inversores para encontrar financiación en los mercados a bajo tipo de interés gracias a la solvencia que le otorga las finanzas de los países europeos. De esta forma, el fondo de reconstrucción de una duración limitada se apoya en la estructura de una herramienta ya existente. Después, este dinero se canalizará para los países que más lo necesiten a través de diversos programas. Aunque hay partidas nuevas, muchos recursos se asignarán a través de iniciativas ya vigentes dentro del marco presupuestario 2021- 27.

Esta estrategia permite no tener que crear nuevos instrumentos, lo que ralentizaría el proceso ni pedir garantías adicionales a los Estados miembros. Esta deuda deberá ser devuelta en el plazo de entre ocho a 30 años. Precisamente éste es uno de los temas más espinosos. El ejecutivo comunitario pretende que la creación de nuevos impuestos europeos- lo que en la jerga comunitario se denomina “recursos propios”- se convierta en la herramienta principal para asegurar el reembolso. De esta forma, se evita que los países tengan que aumentar sus contribuciones directas para pagar esta deuda. Entre esos nuevos instrumentos, se encuentran los ingresos por el comercio de emisiones de dióxido de carbono y un arancel para las importaciones de los países que no respeten los compromisos contra el cambio climático. Hasta el momento, los países europeos han sido reacios a crear estas tasas.

Este fondo se apoya en tres pilares. El primero, con hasta un 80% de los recursos, apoyaría las inversiones en los estados con el objetivo de que estos modernicen su economía a través de la doble transición: energética y digital. Aunque Bruselas no pretende volver a lo aciagos momentos de los “hombres de negro” y los rescates clásicos, los Estados deberán presentar sus planes de inversión Bruselas teniendo en cuenta estas prioridades y el desembolso del dinero irá sujeto a las recomendaciones que la Comisión Europea realiza de manera periódica en el marco del semestre europeo.

El segundo pilar se dirige al sector privado, con el objetivo de dinamizar la inversión privada y de recapitalizar empresas viables en apuros. Hasta el momento, la Comisión Europea ha dado carta blanca a los Estados para que emprendan este tipo de operaciones a cargo de sus propios presupuestos, pero es a primera vez que se utiliza dinero público europeo para este fin. En Bruselas preocupa que la debilidad de las empresas europeas conlleve que inversores extranjeros se hagan con sectores considerados estratégicos para el club comunitario, tal y como sucedió durante la pasada década. De esta forma, también se pretende paliar el diferente margen de maniobra de los Estados según la situación de sus finanzas públicas

La tercera pata se dedicará a intentar aprender los errores de la crisis y financiar iniciativas para responder a emergencias sanitarias, mejorar el proceso de almacenamiento de material médico y el de suministro y transporte.

Aunque este plan nace amadrinado por la canciller Ángela Merkel, después de que Alemania haya cruzado el Rubicón de apoyar subvenciones a fondo perdido, los halcones del Norte – autobautizados como los cuatro frugales- no están dispuestos a poner las cosas fáciles.

Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia presentaron este pasado sábado su contraofensiva en la que se oponían a subvenciones perdido y defendían préstamos ligados a reformas. A pesar de esto, en los últimos días este bloque granítico se ha presentado algo más poroso. Viena ha comenzado a transigir con cierto nivel de subvenciones y Copenhague también ha cambiado ligeramente su discurso. Las negociaciones se presentar arduas, ya que es necesaria la unanimidad de los Veintisiete y la ratificación parlamentaria en muchas capitales. Se espera que el dinero pueda empezar a fluir en enero, aunque Bruselas confía en poder adelantar ciertas cantidades en el mes de septiembre. En este último apartado se encontrarían las recapitalizaciones de las empresas.