Pobreza energética
Un español en Finlandia: 10 euros al mes en la factura de la luz
«Cuando me llegó el primer recibo no lo podía creer, pensé que se habían equivocado», asegura Antonio López
Cuando Antonio López recibió su primera factura de la luz se quedó helado: «No me lo podía creer, pensaba que se habían equivocado. Después de años pagando un dineral en España e Italia, donde había residido con anterioridad, no era lógico que me pidieran 20 euros mensuales: 10 euros por consumo eléctrico y otros 10 por la calefacción. Debía de haber un error», relata este investigador de 34 años que reside desde hace poco más de dos y medio en Helsinki. ¿Cómo puede ser que en un país nórdico como Finlandia paguen tres veces menos que en los países Mediterráneos cuando precisamente allí el frío es mucho mayor y las horas de luz más escasas?
«Eso mismo reflexioné al ver la factura. De hecho, antes de recibir la primera notificación del pago tenía miedo por el sablazo que me iban a dar, pero, todo lo contrario, es un lujo. En principio me callé, no llamé para preguntar a la compañía energética, quería saborear lo que creía que era un error de ellos, la primera vez que una multinacional de este tipo se equivoca en favor del usuario. Pero llegó la siguiente factura con la misma cifra y decidí preguntar a una compañera española que también reside aquí. Me dijo que a ella le ocurría lo mismo, así que confirmé que no se trataba de una confusión sino de que aquí el recibo está tirado de precio», cuenta este granadino que trabaja como investigador y profesor en la Universidad de Helsinki.
La vivienda en la que reside en el centro de la capital finlandesa tiene unos 40 metros cuadrados y vive solo salvo cuando acude a visitarle su novia, también investigadora, que ahora se encuentra en Oxford: «Con recibos como este se puede vivir sin preocuparse de cuándo te llegará la factura y si podrás asumir el pago. Lo máximo que he llegado a pagar son 70 euros por tres meses de luz y calefacción. Además, y lo que es muy positivo, no he notado que la cuantía varíe en función de los meses del año, es prácticamente igual siempre», apunta. Una diferencia más que notoria con lo que este joven pagaba otrora en España: «En Madrid residía en una casa de unos 50 metros cuadrados y pagaba aproximadamente 70 euros al mes, es decir, el triple de lo que me cobran en Helsinki. Es de locos».
Aunque asegura no haber estudiado al pormenor los detalles de cada factura, deduce que estos «precios ganga» se deben a los altos impuestos que pagan en el país nórdico. De hecho, de su sueldo bruto a él le descuentan cada mes unos 1.300 euros: «Y los pago con gusto ya que revierten en mi bienestar. Además, aquí los sueldos son más altos, así que aunque pagues una buena cantidad en tasas, el salario neto sigue siendo incluso más elevado que en España. Como profesor e investigador estoy cobrando alrededor de los 2.200 euros, una cifra impensable en una universidad española para un profesor que no sea titular. Y si hablamos de otros trabajos, por ejemplo, de un cajero en un supermercado, no cobran menos de 2.000 al mes. Así todo el mundo puede pagar sus facturas y ahorrar».
Por este motivo, el término del que todos hablamos cuando se aproxima el frío, la dichosa pobreza energética, en Finlandia no existe «porque es muy extraño que alguien no pueda costearse 10 euros al mes por la luz, además hay muchísimas subvenciones y ayudas para que todo el mundo pueda cumplir con sus obligaciones. La verdad es que Finlandia funciona muy bien en este sentido. Es un gustazo».
A la espera de la «clavada»
El mes de enero ha registrado precios históricamente altos de la electricidad en España, ante las acusaciones al Gobierno de PSOE y Podemos por no hacer nada para evitarlo y por los altos impuestos de la luz, cuando en la oposición criticaban con dureza al PP por estas subidas en pleno invierno. Así que mientras que en España nos preparamos para recibir «la clavada» energética en la siguiente factura, que dará buena cuenta de la nieve y el frío de «Filomena», en los vecinos nórdicos no tiemblan ante esta incertidumbre. «Al principio, cuando me instalé en Helsinki, controlaba constantemente las luces de casa y las horas que tenía encendida la calefacción. Durante mi estancia en Italia y también en España me mataba cada vez que llegaba la factura. Ahora, aunque soy cuidadoso, no miro todo el rato las luces que hay encendidas. Además aquí la luz del día es muy escasa. En estos meses amanece sobre las nueve y media de la mañana y es de noche a las 14:00, así que trabajamos casi siempre con luz artificial, como para estar mirando si la das un poco más o un poco menos», argumenta López.
Una realidad que contrasta con la que viven, por ejemplo, sus padres en Guadix, Granada: «Ellos tienen una bomba de calor para calentar su piso. Al ser un sistema eléctrico y depender de la luz tienen que controlar mucho el consumo para poder asumir el posterior pago. Al final pasan frío porque no pueden permitirse estar muchas horas con la calefacción puesta porque luego llega la factura y es descomunal».
Un caso que alimenta los alarmantes informes de pobreza energética que elabora anualmente el Ministerio para la Transición Ecológica. En el último se afirma que el 15% de los hogares españoles sufre temperaturas inadecuadas, lo que supone casi siete millones de personas sufriendo pobreza energética. Los peores datos se encuentran en Castilla-La Mancha, Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana. En 2019, un 16,7% de las viviendas poseían un gasto energético desproporcionado, es decir, un desembolso energético sobre los ingresos superior al doble de la media nacional. Además, el 7,6% de la población tuvo problemas para mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante el invierno y un 6,6% tuvo retrasos en el pago de facturas de suministros de la vivienda.
Así que Antonio, ante esta situación excepcional de pago energético en Finlandia y el buen puesto de trabajo que ha conseguido en su área de especialización como arqueólogo, no piensa, de momento, en regresar a España. Así lo reconoce mientras rompe de manera argumentada con los mitos sobre los países nórdicos: «No estamos todo el día metidos en casa, ahora nos encontramos a -12 grados y la gente está por la calle. Hay mucha vida social. Es cierto que con la pandemia se ha reducido, como en todo el planeta, pero en condiciones normales no solo hay fiesta en España. Eso sí, aquí el alcohol es prohibitivo, solo por una pinta de cerveza se pagan seis euros», dice con gracia. Será que lo que las autoridades finesas «perdonan» en la factura de la luz lo cargan en la cuenta de los bares.
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