Cataluña
El secesionismo catalán pincha en su asalto al poder económico
La hoja de ruta trazada por los independentistas catalanes tras el 1-O, en el aire por el vandalismo desatado en las calles
El «tsunami» del coronavirus ha arrasado absolutamente todo a su paso. Nada ha quedado en pie. Y, desde luego, la economía catalana no ha sido la excepción que confirme la regla. Lejos de convertirse en un oasis, su actividad, muy sujeta al devenir del turismo, ha desplomado el 11,4% de su PIB en 2020, cuatro décimas más que la economía nacional. ¿Pero de este desastre económico qué parte es achacable a la pandemia y cuál al movimiento desestabilizador, auspiciado por sectores de la CUP y la Asamblea Nacional Catalana (ANC) en un intento de asaltar el poder económico?
Desde el frustrado referéndum ilegal del 1-O de 2017, entre las filas independentistas ha ido tomando cuerpo la idea de que, para alcanzar la independencia, Cataluña tiene que dejar de rendir cuentas financieramente a España, «tiene que poseer musculatura económica propia, sea como sea y a toda costa», según subrayan fuentes del secesionismo a LA RAZÓN. Estas fuentes se muestran convencidas de que «el Estado ha usado siempre toda su maquinaria para cercenar la posibilidad de que Cataluña ganara peso económico». En este contexto, inscriben la marcha de las sedes sociales de CaixaBank y de Sabadell a Valencia y a Alicante, respectivamente, tras la consulta ilegal del 1-O. Por eso, desde hace años preparan los cimientos económicos que sirvan a un hipotético Estado catalán y, para ello, se propone «usar las armas que sean necesarias».
De acuerdo con la hoja de ruta trazada, el independentismo ha ido ganando musculatura no solo entre el empresariado catalán, sino también entre las instituciones y organismos económicos y sociales. Hace tiempo ya que se disputa los altos cargos de los interlocutores sociales. Sin embargo, su hoja de ruta, basada en la famosa proclama del otrora presidente peneuvista Xabier Arzalluz «unos sacuden el árbol para que otros recojan las nueces», se ha torcido en los últimos meses.
Las sacudidas al árbol han sido tan tremendas, con un vandalismo desatado en las calles catalanas, que no solo han quebrado el árbol, sino que también han pisoteado las nueces y han provocado que el mundo empresarial, temeroso ante las pérdidas millonarias, se atrinchere.
De hecho, los empresarios catalanes, sin apuntar a nada ni a nadie, consideran que ha llegado el momento del volcar todas las energías en la recuperación económica. De ahí que el pasado jueves se dieran cita «la creme de la creme» del empresariado en un acto en defensa de la reactivación economía.
En este contexto, los empresarios, más movilizados que nunca, han infligido una sonora derrota al independentismo en las elecciones a la Presidencia de Pimec, la patronal más potente de las pequeñas y medianas empresas de Cataluña y la segunda autonómica, tras Foment del Treball. Antoni Cañete, el candidato de la corriente continuista del saliente presidente Josep González, logró imponerse el pasado 23 de febrero a Pere Barrios, el aspirante independentista apoyado por la Asamblea Nacional Catalana, en una confrontación histórica y desconocida hasta la fecha.
A la Presidencia de la Pimec siempre ha concurrido una única candidatura de consenso. En esta ocasión, se registró una participación récord superior al 40%, con un empresariado muy movilizado por el crujir del árbol.
Desbandada
Este fracaso del independentismo se produce un año y medio después del asalto –no exento de polémica– de los independentistas a la Cámara de Comercio. De hecho, la Fiscalía de Barcelona solicitó anular a finales del año pasado las elecciones en las que obtuvo la Presidencia Joan Canadell, la candidatura independentista Eines de País, por no contabilizar como válidos cientos de votos remotos.
Canadell se presentó al cargo, pese a su intención ya en aquel momento de formar parte de las listas de Junts per Catalunya en las pasadas elecciones catalanas, lo que le ha obligado a dejar el cargo en manos de su vicepresidenta, la también independentista Nuria Roca.
La llegada de los secesionistas a la cúpula de la Cámara de Comercio de Barcelona ha provocado la salida de empresas emblemáticas de esta institución. Empresas catalanas que cotizan en el Ibex 35 (Abertis y Naturgy) han decidido dejar el pleno de la Cámara de Comercio de Barcelona, junto con Catalonia Hotels & Resorts. Hasta el momento, las tres empresas ocupaban las conocidas como «sillas de plata» con un coste de 75.000 euros anuales y que permiten ser miembro del pleno de la Cámara. Estos puestos especiales se renuevan anualmente, pero las tres empresas han decidido no continuar.
Pero, pese a no alzarse con la Presidencia de Pimec, el independentismo cala poco a poco como agua fina en el tejido industrial catalán. De ahí las campañas en favor del mismo de supermercados como Bon Preu, apoyando al independentismo. De hecho, su presidente, Joan Font, concurrió a las elecciones de la Cámara de Comercio en la candidatura secesionista de Canadell.
En este escenario, pese a sus manifiestos fracasos por el control de la economía, donde sí escalan puestos claramente es en las organizaciones sindicales. En estos momentos, la Secretaría General en Cataluña del histórico sindicato de la UGT está controlada por Camil Ros. Vinculado a ERC, Camil Ros llegó a ser líder de las juventudes del partido Joventuts d’Esquerra Republicana de Catalunya (JERC) entre 1996 y 1998. En abril de 2016, en el quince Congreso Nacional de la UGT, celebrado en Terrasa, fue designado para ocupar la Secretaría General de la UGT de Cataluña, en sustitución de José María Álvarez. En septiembre de 2017, fue acusado de defender el secesionismo desde el sindicato UGT.
Además, el independentismo cuenta ya con 11Onze, un banco digital con ficha bancaria radicada fuera de las fronteras españolas. Esta operación nació hace casi un año del convencimiento de que una mano negra, mecida por el Estado español, se dedica a «estrangular la más mínima salida digna» para su causa.
En su opinión, el Estado español ha ido tejiendo, con el paso del tiempo, una estrategia de acoso y derribo contra el independentismo, consistente en fortalecer a Madrid y convertirla en única plaza financiera del país. De ahí, de ese caldo de cultivo, nació 11Onze. Esta entidad, auspiciada por «Unidad por la Independencia», es fruto de la iniciativa privada, después de sopesar y llegar a la conclusión de que no es viable una entidad financiera impulsada por la Generalitat de Cataluña, porque seguiría estando a merced del Estado español. Así se gestó el primer banco catalán, que dispone de ficha bancaria en otro Estado miembro de la Unión Europa y, por tanto, escapa a la supervisión del Banco de España. El avance tecnológico ha permitido convertir este sueño independentista en realidad, al posibilitar el nacimiento 11Onze, un banco solo digital.
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