Energía
El Gobierno impone en España el plan de ahorro energético más restrictivo de Europa
Ha sido el primero y el único en aprobar medidas de control de consumo y de imponer sanciones. Ningún país europeo ha implementado un decreto del Gobierno central
Aunque España no es uno de los países con una dependencia sistémica de los recursos de gas procedentes de Rusia, el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido implantar en tiempo récord la legislación de ahorro energético más restrictiva de Europa. Al margen de las medidas simbólicas del fuera corbatas y de la ropa ligera, el ajuste de temperatura a 27 grados, el apagón de los escaparates durante la noche y un régimen sancionador muy duro ha levantado las críticas empresariales y las dudas de las administraciones regionales –que son las que tienen competencias en esta materia– por la premura y la falta de diálogo por parte del Ejecutivo.
Pero esta rapidez a la hora de implementar la orden de la Comisión Europea de reducir un 7% el consumo de energía ha llevado al Ministerio de Transición Ecológica a imponer unas medidas que sobrepasan todas las que hasta ahora se habían implementado en otros países europeos, que únicamente habían autorizado obligaciones restrictivas a nivel regional o municipal, pero en ningún caso con decretos impuestos por los gobiernos centrales. Es más, muchos de los planes en estos países han surgido dentro del propio entramado empresarial, que ha dado el paso de reducir sus hábitos de consumo energético, algo, por cierto, que «las empresas españolas también habían puesto ya en práctica», recuerdan desde la patronal CEOE.
Ni siquiera Alemania, Italia y Francia o los países más cercanos a la frontera rusa han dado el paso de legislar para reducir el gasto entre sus empresas y ciudadanos, pese a su dependencia en más de un 60% de las materias primas bajo control de Putin.
Por ejemplo, Alemania, adalid de la buena gestión energética, no ha preparado hasta ahora ningún plan vinculante para todos sus gobiernos federales. Se ha limitado a emitir un bando de recomendaciones para que en los edificios públicos y en las oficinas no se refrigeren las áreas no utilizadas o se cierre el agua caliente. Por eso, han sido los propios estados alemanes y sus municipios quienes han adoptado medidas a nivel local, como reducir el alumbrado público en edificios y monumentos o limitar la temperatura de edificios oficiales.
Francia prefiere tomárselo con calma y preparar con tiempo el «plan de contingencia» aprobado por el presidente Emmanuel Macron para presentarlo después del verano, una vez que los técnicos hayan calibrado todos sus efectos y consecuencias. Según algunas filtraciones del borrador, el Gobierno pretende dejar la temperatura de los locales en 26 grados y apagar algunos edificios públicos no emblemáticos, pero las sanciones no se acercan ni de lejos a las planteadas en España, serán entre 600 y 1.500 euros para quién incumpla la orden.
En el caso de Italia, que tiene una dependencia cercana al 50% de las energías procedentes de Rusia, ni siquiera se ha planteado a corto plazo un plan de ahorro. «No se van a adoptar medidas draconianas para ciudadanos y empresas para ahorrar energía», aseveró Roberto Cingolani, ministro italiano de Transición Ecológica, que prepara solo un plan para limitar temperaturas máximas y mínimas y una reducción del alumbrado, pero con manga ancha para administraciones y municipios en su aplicación.
Los países más al este, como Polonia, Hungría, Rumanía o República Checa, ni siquiera se lo han planteado. Se han limitado a ofrecer pautas de comportamiento a empresas y hogares, tales como aislamiento de viviendas y oficinas, asesoramiento para reducir el consumo o una simple batería de consejos para reducir las incidencias climáticas. Ni plan ni sanciones por ningún lado.
Portugal ya ha dicho que esperará a ver los resultados que tiene el plan de Ribera en España para poner en práctica el suyo.
Entretanto, la Comisión Europea sigue reiterando la importancia de que los miembros de la UE sean «solidarios» en esta situación de incertidumbre provocada por la guerra de Ucrania, ya que un corte de gas ruso «afectaría a todos los socios comunitarios».
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