Cortes y apagones
El invierno más duro: las cartillas de racionamiento energético sobrevuelan Europa
Rusia mete miedo con un nuevo y sospechoso parón del suministro de gas mientras países como Reino Unido y Alemania no descartan cortes de suministro y apagones, Francia tiene problemas con sus nucleares y Austria lucha por llenar sus reservas de gas
Más que al botón nuclear, que son palabras mayores, Europa tiene más temor al día en que, más pronto que tarde, Vladimir Putin cierre de forma definitiva el suministro de gas a través de la tubería Nord Stream 1. Una posibilidad mucho más real que la de un conflicto nuclear, que ha provocado que Europa lleve todo el verano temblando en plena ola de calor. El primer ensayo es la sospechosa fuga que mantiene cerrado el gasoducto entre Rusia y Alemania, que debía haber reanudado el suministro el pasado sábado tras unas labores de mantenimiento. En muchos países –no en el caso de España, según ha asegurado el Gobierno de Pedro Sánchez– no se descarta que haya que racionar la energía en invierno. O en varios inviernos, como ha alertado esta misma semana Ben van Beurdenel, consejero delegado de Shell, la mayor petrolera europea.
Algunas administraciones parecen verlo más cerca que otras. Reino Unido no descarta en el escenario más pesimista que maneja el Gobierno que el déficit de suministro eléctrico pueda alcanzar una sexta parte del total de la eventual demanda, incluso reactivando las plantas de carbón. Si se dieses tal situación, Downing Street ya contempla entre sus planes con activar medidas de emergencia en enero que le obligarían a imponer un racionamiento con cortes programados.
Si el invierno es muy frío, el país dependería aún más de los envíos de energía desde Europa continental, un suministro que se ve afectado por la reducción de flujos desde Rusia, que ha ido recortando el suministro con el paso de los meses tras invadir Ucrania. Además, y a diferencia de otros países, Reino Unido no tiene gran capacidad de almacenamiento y ha enviado excedentes a otros países, que espera le sean devueltos en un momento de necesidad.
Depósitos de gas a tope
Llenar los tanques de gas se ha convertido en prioritario para todos los gobiernos europeos. La semana pasada, el comisario de Mercado Interior de la UE, Thierry Breton, aseguró que los planes para contar con una reserva mínima de gas en la Unión para el próximo otoño van por buen camino. Las reservas conjuntas se elevan ya al 77%, dijo Breton. En países como Alemania ya rozan el 80%, que es el objetivo que se ha marcado Europa. Pero ni ese gas podría ser suficiente. La cantidad almacenada es el equivalente al 16% del consumo anual germano.
Y en un reciente análisis, el banco neerlandés Rabobank advierte de que «la situación parece bastante sombría. Es bastante improbable que Alemania pueda evitar la escasez y el racionamiento sin recortes drásticos de la demanda de gas». En las últimas semanas, el canciller Olaf Scholz está presionando para que Francia acceda a construir el gasoducto de los Pirineos (MidCat) que considera básico para que Europa diversifique sus fuentes de suministro de gas y pueda también reducir su precio, que será de 1.000 MW/hora en 2023 en al caso alemán, frente a los 90 de hace un año. También ha adquirido cuatro regasificadoras flotantes para proveerse con gas natural licuado (GNL) y busca nuevos suministradores de este material como Canadá.
El caso austriaco
Pero almacenar no es el único problema que tiene Europa. En su análisis, Rabobank advierte de que aunque los países almacenen gas, «la falta de infraestructuras no permite redistribuir fácilmente el gas entre todos los países europeos». Y añade que aunque los depósitos de almacenamiento se han llenado bastante en los últimos meses, «no hay garantía de que los países puedan seguir almacenando». Entre estos países que, como ha apuntado también recientemente la ministra para la Transición Energética y Reto Demográfica, Teresa Ribera, tal vez tengan que recurrir a cartillas de racionamiento energético está Austria. Sus reservas están ahora mismo al 62% de su capacidad y es de los que, como apunta Rabobank, lucha a contrarreloj para llenarlas y sobrevivir al invierno sin el fundamental gas ruso, del que ha vivido hasta ahora y del que todavía depende alrededor de un 50% de su suministro tras haberlo reducido en 30 puntos los últimos meses. El Gobierno austríaco es moderadamente optimista respecto a la posibilidad de evitar los racionamientos puesto que, según sus cálculos, el gas que tiene almacenado es el equivalente a dos tercios de su consumo anual.
Las nucleares francesas, en problemas
El temor a los posibles racionamientos llega incluso a países con una dependencia mucho más reducida del gas ruso como Francia. La primera ministra, Élisabeth Borne, ha pedido a las empresas que preparen planes de ahorro para no tener que llegar a plantear restricciones o cortes, un escenario en el que ha trabajado su Gobierno y que no afectaría a las familias, sino a las empresas, las grandes consumidoras. Una circunstancia que afectaría a la marcha de su economía.
Borne advirtió de que en caso de que Rusia cortara totalmente el suministro de gas a Europa, no habría una «alternativa inmediata» para compensar esa pérdida y Francia, aunque tiene una dependencia menor que otros países de las importaciones de Rusia también estaría en riesgo. Y es que aunque el 70% de la energía francesa proviene de su parque nuclear, la situación del mismo es muy delicada, ya que 32 de sus 56 reactores están en parónpor labores de mantenimiento o por problemas de corrosión en sus sistemas de refrigeración.
Rusia amenaza: «Con el frío empeorará más»
Rusia sigue defendiéndose de las críticas en la Unión Europea por el corte de gas ruso a través del gasoducto Nord Stream, al afirmar que esta medida tiene su origen en las sanciones y las acciones occidentales, al tiempo que advirtió de que los precios del hidrocarburo pueden subir aún más. En el programa «Moscú.Kremlin.Putin» de la cadena de televisión pública Rossía-1, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, aseguró que son los «desafortunados políticos [europeos] los que ahora están obligando a sus ciudadanos a morir de derrames cerebrales cuando ven las facturas de electricidad. Y ahora, cuando haga más frío, la situación empeorará aún más».
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