Análisis

España no está preparada para la subida de tipos

Las ilusiones de una política de gasto infinito disfrazadas del placebo del BCE comienzan a resquebrajarse

Escultura gigante del euro en Fráncfort
Escultura gigante del euro en FráncfortDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

El FMI ha despedazado las estimaciones excesivamente optimistas del Gobierno con la segunda mayor revisión a la baja para 2023 de las economías comparables. El FMI certifica que España, tras disparar la deuda pública más que ninguna economía comparable, no recuperará el PIB de 2019 hasta 2024, y eso dopando el gasto público. De nuevo, el Gobierno lanza unas previsiones que son desmontadas por entidades internacionales que no son conservadoras sino muy diplomáticas.

España es la única potencia europea que no ha recuperado el nivel de PIB previo a la pandemia y no podemos olvidar el gran aumento de deuda y gasto público desde la llegada del Gobierno. Desde mayo de 2018, ha aumentado la deuda en 216 millones al día, más de 329.000 millones hasta julio de 2022. Según el Banco de España, el PIB de España no alcanzará el nivel de 2019 hasta 2024, si lo hace. El problema además viene de un PIB donde el deflactor utilizado por el INE para estimar el producto interior bruto real es del 3,4% con una inflación (IPC) del 9%. En términos reales, la riqueza de las familias y empresas continúa muy por debajo de niveles pre-pandemia.

El Gobierno ha desaprovechado la época de bajos tipos y ha elevado los desequilibrios fiscales

Según el FMI, el Estado español se endeudará en más de 48.000 millones anuales al menos hasta 2027. El gran problema es que el Gobierno ha desaprovechado el periodo de tipos bajos cuando el BCE compraba el 100% de las emisiones netas del Tesoro y ha aumentado los desequilibrios fiscales a pesar de contar con un aumento de ingresos de más de 50.000 millones desde 2018 a los estimados para 2023. El Gobierno estima que el pago de intereses de la deuda pública crecerá un 3,6% en 2023, hasta alcanzar los 31.275 millones de euros, pero el problema se acrecienta al vencer la deuda emitida a tipos cero o negativos y tener que renegociarse a tipos más realistas.

Incluso con un apoyo masivo del BCE, el bono a diez años de España ha subido al 3,3% de rentabilidad, seis veces superior al nivel de enero en el que el «gas de la risa monetario» todavía funcionaba.

Esto es lo que solemos olvidar cuando los economistas de consenso recomiendan «gastar porque los tipos son bajos y la deuda barata», que después llega el invierno.

El Gobierno se vanagloria de que el Tesoro sólo tiene que refinanciar en 2022 el 15% de la deuda, pero esto son 162.500 millones. El año que viene tendrá que emitir 257.000 millones incluyendo la estimación de 70.000 adicionales de deuda. Eso significa que el Gobierno aumentará sus emisiones de deuda un 8% en 2023 sin el disfraz del efecto placebo del BCE.

Al problema de deuda y necesidad de financiación se une la baja credibilidad del Ejecutivo

La política monetaria no elimina el riesgo, lo disfraza, y ahora va saliendo a la luz con un presupuesto que ahonda en los problemas estructurales de deuda de España.

¿Quién va a comprar bonos con rentabilidad real negativa en un entorno de subida de tipos y elevada inflación? La banca ya acumula casi 164.000 millones de bonos del Tesoro que queman en su balance con rentabilidades negativas nominales y reales. El año 2022 ya se presenta como el peor para la renta fija desde 1931, y ¿se creen que van a emitir barato y abundante?

El coste medio de la deuda ha caído de un 3,8% en la época en la que la prima de riesgo copaba los titulares a un 1,57% . Teniendo en cuenta las estimaciones de inflación del FMI y sin entrar en estimaciones de alto riesgo, el coste medio de la deuda de España aumentaría al menos un 27%, dejando un mayor agujero en unas cuentas donde el déficit no va a bajar del 4% del PIB hasta 2027, según el FMI.

Al exceso de deuda y necesidades de financiación a tipos mayores el Gobierno añade la baja credibilidad de sus previsiones. En marzo de 2020, la ministra vaticinó un impacto «poco significativo» y «transitorio» de la pandemia esperando una recuperación rápida en forma de «V asimétrica». En abril revisó su estimación a una caída del 9,2%.

En 2021, el Gobierno presupuestó un crecimiento del 9,8% que acabó siendo del 5,5%, un 44% de desviación. En 2022 se presupuestó un crecimiento del 7,0% que, en el mejor de los casos, acabará en el 4,4%, un 37% de desviación.

En abril de 2022, en la Actualización del Programa de Estabilidad (APE) que se envió a Bruselas se preveía un crecimiento para 2023 del 3,5%. La previsión recogida en los Presupuestos Generales del Estado y su cuadro macro presupuesta un crecimiento del 2,1%, una reducción del 40% sobre su propio informe APE. Sin embargo, la AIReF la sitúa en el 1,5% (-29% comparado con el gobierno en los Presupuestos Generales del Estado), el Banco de España en el 1,4% (-33% vs gobierno en los PGE), BBVA en el 1% (-52% vs gobierno) y el FMI en un 1,2% (-42% vs gobierno).

Cuando la credibilidad de las estimaciones se desploma y se une a un calendario de emisiones de deuda tan elevado como el de España es cuando empiezan a resquebrajarse las ilusiones de gasto infinito disfrazadas con placebo monetario. La política de la cigarra ha llevado a desaprovechar la época de bajos tipos y elevada liquidez aumentando los desequilibrios fiscales estructurales.

El Gobierno asiste a lo que ocurre en Reino Unido y Japón como si no tuviese nada que ver y aquí no hubiera riesgo. Y la eurozona va detrás. Ahora llega el invierno y el BCE no va a estar para disfrazar el riesgo.