Opinión
Los castillos de arena de Ribera
España debería cuadruplicar su capacidad de almacenamiento de electricidad en menos de siete años. ¿Una quimera?
Aantoine Lavoiser tenía 21 años cuando recibió una medalla de oro del rey de Francia por su proyecto para alumbrar París. Luego investigó sobre el yeso, cuyo método de uso aún perdura, y con treinta años se convirtió en el faro de la química moderna y la termodinámica. A él le debemos los antecedentes del primer principio de la termodinámica, la máxima que dicta que la energía (materia) no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Como la república no necesitaba de científicos ni químicos, fue guillotinado con sólo 49 años, en mayo de 1794, durante la época del Terror.
La nueva república del pensamiento único que dicta la izquierda apunta a que la «transición verde» sólo puede ir en un sentido. Al menos sobre el papel, porque mientras la nuclear es el demonio –pese a ser la segunda fuente de generación eléctrica libre de emisiones de carbono del mundo y la primera en los países de la OCDE–, otras tecnologías de respaldo del sistema eléctrico que contiene el nuevo plan energético diseñado por la ministra Teresa Ribera sí que mantienen su peso pese a ser emisoras de CO2. Pero volvamos sobre Lavoiser.
Es de sobra conocido que aunque la energía eléctrica es fácil de generar, de transformar y de transportar, es muy complejo almacenarla de forma simple y, sobre todo, barata. Por eso se genera en todo momento de acuerdo a la demanda existente, por lo que hay que andar casando las previsiones de consumo futuras (industriales y domésticas) en función de múltiples variables, entre las que la climatología juega un factor fundamental.
Por tanto, el meteórico despliegue renovable que plantea Ribera, con 160 gigavatios verdes en 2030, el 81% del parque de generación, necesita del almacenamiento como el comer, sin ayuda del carbón, con menos de la mitad de la nuclear actual y con el gas estancado.
Ribera contempla 22 GW de almacenamiento, lo que implica cuadruplicar la potencia desde los 6,4 GW actuales, la mayoría hidráulica de bombeo y termosolar, sin contar hoy con las herramientas necesarias para un despliegue como ese en menos de siete años.
Una vez más, el Gobierno construye castillos de arena con el riesgo de que se los lleve la marea. Y Lavoiser, ¡a la guillotina!
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