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Crisis de la vivienda

Juan Ramón Rallo, economista, contundente sobre el culpable de las crisis de la vivienda: "Los políticos no permiten que se hagan casas"

España se ahoga en una crisis de vivienda con precios disparados mientras la oferta de casas sigue anclada en 2007. La escasez de suelo y una burocracia asfixiante impiden construir para una población que no para de crecer

Juan Ramón Rallo larazon

España tiene tres millones de habitantes más que en 2007, pero el número de viviendas permanece prácticamente estancado. Este desequilibrio fundamental ha convertido la búsqueda de un hogar, especialmente en las grandes capitales, en una misión casi imposible para miles de ciudadanos. El mercado inmobiliario español se ahoga en una profunda crisis donde la demanda asfixia a una oferta congelada, lo que ha disparado los precios hasta niveles insostenibles en ciudades como Madrid, Barcelona o las islas. No obstante, para quienes ya poseen una vivienda, el economista Gonzalo Bernardos ha pronosticado un panorama más favorable, sugiriendo que el año podría terminar siendo brillante para los hipotecados.

De hecho, la brecha entre el deseo de emancipación o de cambio de residencia y la realidad del mercado es cada vez mayor. Familias y jóvenes se enfrentan a un panorama desolador, con alquileres desorbitados y precios de compra que exigen un esfuerzo financiero inasumible para la mayoría. Esta situación no solo frustra proyectos de vida, sino que también genera una notable incertidumbre social y económica que afecta a toda una generación. Esta problemática, además, se enmarca en un contexto donde economistas como Niño Becerra han alertado que España es un país con una notable desigualdad, lo cual exacerba las dificultades de acceso a una vivienda digna para amplios sectores de la población.

Asimismo, el economista Juan Ramón Rallo ha puesto sobre la mesa un diagnóstico claro de esta parálisis, sostenido en tres pilares fundamentales que, según el analista lo explicaba en el programa de Ana Rosa en marzo, explican la tormenta perfecta. Por un lado, una escasez de suelo disponible que limita desde el origen la capacidad de construir. A esto se le suma el acusado aumento en los costes de los materiales y, finalmente, un laberinto burocrático que ralentiza y desincentiva la promoción de nuevas viviendas.

El bloqueo municipal como principal obstáculo

En este sentido, Rallo pone el foco directamente en la clase política, señalando de forma particular al ámbito municipal. Según su análisis, son los ayuntamientos quienes tienen la llave para desbloquear el sector, pero en muchos casos se niegan a hacerlo. La negativa a liberar suelo edificable se convierte así en el principal tapón que impide adecuar el parque de viviendas a las necesidades reales de una población que no ha dejado de crecer.

La causa fundamental del aumento de precio de la compra y alquiler es que falta vivienda y esto se debe a que los políticos, sobre todo en el ámbito municipal, no permiten que se construyan porque no sacan suelo finalista para que se pueda edificar en España

Juan Ramón Rallo

Por otro lado, resulta paradójico que las comunidades autónomas con mayor número de operaciones de compraventa sean también las que presentan un mercado más tensionado. Andalucía, Cataluña y Madrid lideran las transacciones inmobiliarias, pero este aparente dinamismo comercial esconde una realidad mucho más amarga: unos precios que expulsan a una parte considerable de la demanda, que simplemente no puede competir. De hecho, un experto inmobiliario como Joaquín Caraballo señala que el principal comprador de vivienda en España actualmente es el de reposición, lo que también influye en la dinámica de la oferta y la demanda.

Como resultado, esta crisis está redibujando el mapa social de nuestras ciudades a marchas forzadas. La falta de oferta asequible alimenta un intenso proceso de gentrificación que desplaza a los residentes de ingresos medios y bajos, incapaces de hacer frente al coste de la vida en sus propios barrios. El sueño de permanecer en el entorno de siempre se desvanece para muchos, forzados a un éxodo silencioso hacia la periferia.