Trabajo

La reforma laboral de Yolanda Díaz hunde la duración de los contratos fijos

Deja la media por debajo de los 49 días, cuando en 2006 este indicador superaba los 86. En enero, los contratos temporales superaron un 10% a los indefinidos. Los pases a inactivo se han disparado un 235% en el caso de los contratos fijos discontinuos

Yolanda Díaz con look coquette.
Yolanda Díaz con look coquette.Gtres

La reforma laboral impulsada por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz ha logrado reducir ostensiblemente el uso de los contratos temporales y ha generalizado la utilización del indefinido ordinario a tiempo completo. Pero este logro, a priori un éxito que no se había conseguido hasta ahora, no ha logrado alcanzar el objetivo primordial de la reforma, que era promover la estabilidad laboral y limitar el uso desproporcionado de la contratación temporal. Su aparente triunfo se ha revelado como un ejercicio de maquillaje de cifras y de traslado de fuerzas hacia contratos indefinidos cada vez más cortos, el cambio de adscripción de temporales como fijos discontinuos y la caída masiva de horas trabajadas por la proliferación de la contratación con reducción de jornada laboral.

Es más, empiezan a vislumbrarse síntomas de agotamiento en los logros iniciales de la reforma de Yolanda Díaz. Así, en el primer mes de este año, según los datos oficiales del SEPE, se registraron 1.185.600 contratos, un 1,2% menos que en el mismo mes de 2023, con caídas tanto en el número de indefinidos, casi un 4,5% inferior a la de un año antes hasta superar por poco los 506.000, mientras que los temporales se cuentan al alza, con un impulso del 1,3%, superando ampliamente a los fijos, para alcanzar casi los 679.000. Eso significa que los contratos temporales representaron el 52,27% de la contratación efectuada, por el 42,73% de contratos indefinidos, aunque este porcentaje que supera el registrado en diciembre, cuando la proporción de contratos fijos fue del 37,14%.

Y esto tiene una repercusión directa en la duración contractual, que se ha desplomado. Así, el periodo medio de los contratos se ha reducido prácticamente a la mitad desde enero de 2006, cuando este indicador se situó en 86,80 días de media, por los 48,95 días con los que se cerró en enero de este año. Y un dato aún más preocupante apunta que desde la aprobación de la reforma en 2021, la jornada no ha hecho más que reducirse. En enero de 2021, cuando aún no estaba vigente, la duración media de los contratos fue de 53,74 días, porcentaje que se redujo a 52,21 días en 2022 y a 51,82 días en 2023, para cerrar el primer mes de 2024 ya por debajo de los 49 días.

La consecuencia directa es que uno de cada cinco contratos (244.745 en enero) duran ya menos de una semana, mientras que 66.664 –el 5,6% del total– duraron entre 7 y 15 días, y 90.143 tuvieron una duración de entre 15 días y un mes, el 7,6% del total. De esta forma, un tercio de los contratos firmados los primeros 31 días del año (33,8%) presentaron una duración inferior a un mes.

Y esta bajada media de la duración de la jornada, de la reducción de horas trabajadas y del aumento de la temporalidad se ha producido pese a que la reforma introdujo penalizaciones a los contratos de corta duración, con penalización adicional en la cotización para los contratos temporales de menos de 30 días –fijada en 29,74 euros–, y que la ministra ya ha advertido que se va a incrementar un 5% este mismo año, hasta los 31,22 euros, para adecuar la sanción al aumento de la base mínima, correspondiente al salario mínimo interprofesional (SMI). Si Yolanda Díaz pretendía desincentivar a las empresas para que no firmaran contratos cortos de menos de cuatro semanas, no lo ha conseguido, pero no porque los empresarios estén burlando la normativa, sino porque sus circunstancias laborales así lo requieren.

Por ello, aunque la reforma laboral ha impulsado al alza la conversión de trabajadores temporales en indefinidos, tanto en el fijo ordinario como a través de la modalidad fijo discontinuo, también ha elevado exponencialmente la «mortalidad» de los contratos indefinidos ordinarios, de forma que, aunque se hacen más contratos de esta modalidad, su duración es menor. De este modo, la caída interanual de la contratación indefinida constatada el mes pasado fue consecuencia tanto de los descensos de los contratos a tiempo parcial (116.889, un -2,5%) como de los fijos discontinuos (146.368, un -15,8% interanual). Los contratos indefinidos aumentaron un 2,9% más, hasta los 243.365 contratos, pero la mayoría apenas superó el mes de duración.

En el caso de los fijos discontinuos, las altas no han dejado de crecer en los dos últimos años, pero lo han hecho en una proporción inferior a la que lo han hecho bajas, ya que los pases a inactividad justo antes de la reforma –en junio de 2021– alcanzaron los 8.366, pero en el mismo mes del año pasado se multiplicaron por más de tres, tras ascender a 27.935, un 235% más. Por tanto, la reforma laboral ha reducido la tasa de temporalidad contractual, pero no lo ha hecho con la inestabilidad laboral.