
Energía
Las sanciones de Trump a las petroleras de Putin disparan casi un 5% el precio del barril
El crudo Brent, de referencia en Europa, cotiza por encima de los 65,5 dólares

El barril de crudo Brent, de referencia en Europa, repunta un 4,7% en los mercados y cotiza a más de 65,5 dólares tras una jornada marcada por la tensión geopolítica y el endurecimiento de las sanciones de Estados Unidos contra el sector energético ruso.
La medida, anunciada por el Departamento del Tesoro, responde -según la propia Administración norteamericana- a la cerrazón del régimen de Vladimir Putin a negociar una tregua en Ucrania.
El castigo financiero por la "falta de compromiso" en la búsqueda de la paz busca ahogar una de las principales fuentes de ingresos del Kremlin y enviar una señal clara: sin voluntad de paz, Moscú enfrentará un cerco económico cada vez más severo.
El anuncio sacudió de inmediato los mercados internacionales. En la apertura de la sesión del jueves, el Brent llegó a repuntar cerca del 5%, rozando los 66 dólares por barril para estabilizarse en los 65,5 dólares y superar la cota de los 65 dólares por primera vez en dos semanas, mientras que el West Texas Intermediate (WTI), de referencia en Estados Unidos, se encarecía en una proporción similar hasta los 60,89 dólares.
En lo que va de semana, el barril de Brent se ha encarecido más de un 7%.
El repunte se explica tanto por la tensión de los inversores como por el temor a un nuevo episodio de volatilidad en la oferta global de crudo, en un contexto en el que Rusia sigue siendo uno de los grandes actores del tablero energético mundial.
Las sanciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) incluyen a las dos principales compañías petroleras rusas, Rosneft y Lukoil, además de más de una treintena de sus filiales con sede en territorio ruso.
Estas empresas, pilares del músculo energético del país, generan miles de millones de dólares anuales que sostienen tanto a las finanzas del régimen de Putin como a la maquinaria militar rusa.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, fue categórico al anunciar las medidas: “Ahora es el momento de detener la matanza y de un alto el fuego inmediato. Ante la negativa del presidente Putin a poner fin a esta guerra sin sentido, el Tesoro está sancionando a las dos mayores compañías petroleras rusas que financian la maquinaria bélica del Kremlin”.
Desde Washington se insiste en que la decisión no busca únicamente castigar a Rusia, sino forzarla a volver a la mesa de negociaciones. Sin embargo, en Moscú la reacción ha sido previsible.
El Gobierno ruso ha calificado las sanciones de “acto de agresión económica” y ha asegurado que encontrará vías alternativas para mantener sus exportaciones de crudo, probablemente reforzando la cooperación con países dispuestos a desafiar las sanciones occidentales, como China o Irán.
El impacto en el mercado, no obstante, va más allá del enfrentamiento bilateral. Europa, que depende en buena parte de los precios internacionales del Brent, observa con inquietud el repunte del crudo, consciente de que una escalada sostenida podría trasladarse de nuevo a la inflación y complicar la senda de recuperación económica.
Las empresas energéticas del continente, en particular las dedicadas a la refinación y transporte, analizan con cautela los posibles cambios en las rutas de suministro y los contratos de importación.
Los analistas coinciden en que la subida de precios tiene un componente coyuntural, motivado por la reacción inmediata a las sanciones, pero advierten de que la tendencia podría mantenerse si se percibe un aumento de la inestabilidad. “La geopolítica pesa más que los fundamentos del mercado”, explican desde UBS, entidad que prevé “una volatilidad elevada” en las próximas semanas, aunque descarta un rally duradero mientras la oferta mundial siga siendo amplia y la demanda global, débil.
De hecho, el mercado petrolero sigue enfrentando una paradoja. Por un lado, las tensiones políticas -Ucrania, Oriente Medio, el mar del Sur de China- alimentan la percepción de riesgo; por otro, la realidad económica muestra una oferta robusta, con los países de la OPEC+ produciendo por encima de los objetivos y con los inventarios aún en niveles cómodos.
Si a esto se añade la ralentización del crecimiento en economías clave como China y la Unión Europea, el margen para una escalada sostenida del precio parece limitado.
Aun así, la coyuntura actual añade presión sobre el resto de los grandes exportadores. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, podrían beneficiarse a corto plazo de un desplazamiento de la demanda si el crudo ruso encuentra obstáculos logísticos o financieros.
Pero también existe el riesgo de que un incremento prolongado del precio incentive la producción en países no OPEC, como Estados Unidos, cuya industria del "shale oil" suele reaccionar con rapidez ante aumentos de rentabilidad.
Para el consumidor europeo, el escenario no es alentador. Un petróleo más caro significa mayores costes energéticos, y, en consecuencia, presión añadida sobre los precios de transporte, calefacción y bienes de consumo. Aunque el barril se mantiene por debajo de los niveles críticos de hace dos años, cualquier repunte sostenido podría reavivar el fantasma inflacionario y complicar la política monetaria del Banco Central Europeo.
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