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Santiago Niño Becerra, economista, reflexiona sobre el euro digital: “¿En qué lugar quedarían los bancos?”

Se llama euro digital y promete ser dinero público, seguro y gratuito para todos. Pero la nueva moneda del BCE esconde un desafío de envergadura para la banca: la posibilidad de que operemos sin necesitarla

El doctor en Economía y catedrático de Estructura Económica de la IQS School of Management (Universitat Ramon Llull) y autor de "Capitalismo (1679-2065)" (Editorial Ariel), Santiago Niño-Becerra
El doctor en Economía y catedrático de Estructura Económica de la IQS School of Management (Universitat Ramon Llull) y autor de "Capitalismo (1679-2065)" (Editorial Ariel), Santiago Niño-BecerraLa Razón

La pregunta resuena con fuerza en los despachos de la banca europea y la formuló con acierto el economista Santiago Niño Becerra: “¿En qué lugar quedarían los bancos?”. Esta cuestión es el verdadero epicentro del debate sobre el euro digital, una iniciativa que amenaza con alterar los cimientos sobre los que se asienta el futuro del sector financiero tal y como lo conocemos. La respuesta, de momento, es una incógnita que mantiene en vilo a todo un sector.

Y es que el meollo de la cuestión reside en la propia naturaleza del proyecto. La moneda digital que planean Bruselas y Fráncfort está diseñada para funcionar sin la necesidad de intermediarios, lo que supone un cambio radical en las reglas del juego. Tanto particulares como empresas podrían realizar transacciones directamente con el Banco Central Europeo, puenteando a las entidades comerciales que hasta ahora han sido un eslabón indispensable en la cadena de pagos.

En esencia, este proyecto busca crear una forma de efectivo electrónico que sería emitida y respaldada directamente por el BCE. Su objetivo no es eliminar el dinero físico, sino complementarlo para que ambas modalidades convivan en la eurozona. A diferencia de las criptomonedas, su valor sería estable y siempre equivalente al del euro físico, pues contaría con la garantía de una autoridad pública.

Las razones de Bruselas para un cambio de paradigma

En este sentido, el proyecto no surge de la nada, sino que responde a una triple necesidad estratégica. Por un lado, busca adaptar la moneda única a un mundo cada vez más digitalizado. Por otro, pretende reforzar la soberanía monetaria del continente, reduciendo así la dependencia de sistemas de pago privados o controlados por grandes tecnológicas extranjeras. Finalmente, aspira a ofrecer a los ciudadanos una herramienta de pago electrónica que sea gratuita, segura y de acceso universal.

Por ahora, la moneda única digital se encuentra en una fase de preparación que se alargará hasta el otoño de 2025. Será entonces cuando se tome la decisión final sobre su implantación. Si las autoridades monetarias dan luz verde al proyecto, se contempla que su llegada sea progresiva, abriendo la puerta a su despliegue a partir de 2027 y marcando un antes y un después en la economía europea.