Energía

El Tribunal de Cuentas de la UE pone en cuarentena a la eólica marina

Acusa a la Comisión Europea de no evaluar posibles daños medioambientales "por encima y por debajo del mar". La eólica marina es clave en los objetivos climáticos de la UE

Un complejo eólico marino
Un complejo eólico marinoIBERDROLALa Razón

La polémica está servida. Aunque el desarrollo de la eólica marina es una de las claves para que la UE alcance sus objetivos de descarbonización, el Tribunal de Cuentas de la UE lo pone en cuarentena.

El organismo ha acusado a la Comisión Europea de infravalorar las consecuencias ecológicas del despliegue de las infraestructuras de energía marina, un sector clave para alcanzar los objetivos climáticos en el que se han invertido 17.000 millones de euros comunitarios en los últimos 15 años, pero que puede ser "perjudicial" para el medio ambiente.

Los auditores europeos manifiestan su temor a "que la expansión por Europa de la energía renovable marina sea perjudicial para el medio marino, tanto por debajo como por encima del nivel del mar". "El despliegue de la energía renovable marina plantea una serie de problemas prácticos, sociales y medioambientales que aún no han recibido suficiente atención", expresa el Tribunal de Cuentas.

A diferencia de otras auditorías centradas en comprobar si las acciones e inversiones comunitarias en un área política han resultado eficientes, en esta ocasión el informe examina en particular "si el desarrollo de la energía renovable marina es sostenible en la UE".

Para ello, los miembros del tribunal mantuvieron entrevistas con personal de la Comisión Europea, de los estados miembros, del Banco Europeo de Inversiones, las grandes asociaciones industriales, las ONG ecologistas y expertos externos, y fiscalizó en particular los casos de Alemania, España, Francia y Países Bajos.

Los auditores detectan falta de estudio y conocimiento sobre las implicaciones de la energía marina, y en particular de "los efectos acumulados en el medio marino" causados "por todas las actividades pasadas, presentes y futuras".

Esa carencia de información plantea posibles efectos negativos de la energía marina para la biodiversidad, como la colisión de aves contra los molinos o buques de mantenimiento, cambios en la calidad del agua debido a la liberación de contaminantes, desplazamiento de especies por el ruido, degradación de los hábitats o cambios en los patrones de migración de aves por variaciones en el campo electromagnético.

Sin embargo, también puede acarrear consecuencias positivas, como la recuperación de hábitats debido a la exclusión de actividades humanas en las zonas de energía marina o la proliferación de determinadas especies de peces e invertebrados por el "efecto arrecife": una empresa neerlandesa probará nuevos métodos de cultivo de mejillones en un parque eólico en alta mar.

"Aún deben reconocerse numerosos aspectos medioambientales relacionados con el despliegue previsto de energías renovables marinas" y "dada la magnitud de este despliegue en los próximos años, puede dejar una importante huella ambiental sobre la vida marina", apuntan desde el Tribunal.

En dos países con fuertes flotas pesqueras como Francia y España aún no han surgido grandes conflictos por el desarrollo de energías marinas, señalan los auditores, que advierten de que el despliegue de infraestructuras implicará una reducción progresiva del acceso a zonas de pesca, lo que podría reducir los ingresos de la actividad y aumentar la competencia entre pescadores.

En las zonas donde con instalaciones energéticas marinas se han observado también "algunos aumentos de la densidad de peces", aunque los auditores señalan que "la mejora de la población de peces a mayor escala es incierta".

El desarrollo del sector también tendrá efectos sobre el empleo y si el número de trabajadores en esa industria ha pasado de 400 profesionales en la UE en 2009 a unos 77.9000 en 2020, existe "existe el riesgo de que se pierdan puestos de trabajo en el sector pesquero", en un contexto en el que "hay pocos estudios sobre las implicaciones socio-económicas del desarrollo" de esas tecnologías.

60 Gigavatios en 2030

La UE se ha marcado el objetivo de reducir su emisiones de CO2 en un 55% en 2030 en relación con 1990, para lo que es necesario electrificar el sistema productivo y generar esa energía de forma renovable, que al final de la década deberá suponer el 42,5% del consumo energético final en el bloque comunitario, frente al 22% de 2021.

En 2020, cuando la Comisión Europea adoptó la Estrategia de la UE sobre energía renovable marina, todo el bloque comunitario tenía instalados 12 GW de ese tipo de generación, pero Bruselas fijó unas metas -no vinculantes- de 60 GW de eólica marina en 2030 y 300 GW en 2050 (1 GW y 40 GW respectivamente para la oceánica, que genera energía gracias a las olas, corrientes y mareas).