Editorial

Deslealtad, incompetencia y ridículo

Arrimadas ha intentado un trágala con Murcia por puro interés político personal

Deslealtad, incompetencia y ridículo
Deslealtad, incompetencia y ridículoRicardo Rubio

Es preciso reconocer que no andaba desencaminado el secretario general de los populares, Teodoro García Egea, cuando advertía de que la inexplicable maniobra política de la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, urdiendo una moción de censura contra el Gobierno de la comunidad murciana, del que su partido formaba parte, iba a provocar el desconcierto, cuando no el enfado, entre las propias filas del partido naranja.

Tal es así, que García Egea, buen conocedor, por razones obvias, de los entresijos de la política murciana, no se dejó ganar por el desaliento y la sorpresa de un golpe premeditado y, ayer, culminó un acuerdo perfectamente legítimo con tres de los seis diputados regionales de Ciudadanos para abortar la intentona. Que entre los parlamentarios en cuestión se encuentre la vicepresidenta del Ejecutivo murciano, Isabel Franco, que fue la persona que firmó el acuerdo de coalición con el PP y que se encontraba bajo el punto de mira de su compañera de partido y candidata de la moción, Ana Martínez Vidal, rebotada del PP en 2015, tras verse excluida de las listas, debería servir de aviso a navegantes para estas nuevas formaciones que se jactan de haber venido a regenerar la política española de que nadie está libre de incluir en su filas a personas cuya ambición personal pasa muchas veces por encima de las siglas y de los acuerdos de partido.

No se trata de reprochar a Inés Arrimadas su desconocimiento del mal clima interno causado por su protegida, pero sí de que haya pretendido imponer desde su despacho en Madrid, sin consultar con su Ejecutiva y en connivencia con el secretario de Organización y ministro socialista José Luis Ábalos, un trágala en Murcia, sin más justificación que la de recuperar un protagonismo político que le niegan las urnas, incluso, a costa de aceptar una posición subordinada frente a un presidente del Gobierno como Pedro Sánchez que, al final de la escapada catalana, sólo busca una recomposición de sus apoyos. Sin que en estos momentos se pueda dar por zanjada definitivamente la moción, ya que desde la facción de Ana Martínez Vidal se tanteaba a los tres diputados de VOX en la Asamblea de Murcia, expulsados del partido, para que contrarrestaran los votos perdidos, lo cierto es que el daño infligido a Ciudadanos, que los distintos barones de la formación naranja no tratan de ocultar, no sólo es grave, sino que pone en duda su propia supervivencia.

Entre otras cuestiones, porque una cuestión es ejercer de partido bisagra, que es lo que venía haciendo Ciudadanos con su acuerdos de gobierno con el PP y con el PSOE, y otra muy diferente es convertirse en ariete de la extrema izquierda para desbancar a los populares, labor a la que se dedican con entusiasmo, aunque sea a costa de entregar gobiernos a quienes menos títulos electorales tienen. Maniobras oportunistas que no pasan inadvertidas para los votantes, más, si se gestan desde la «prepotencia de Madrid».