Editoriales
Renovar sin que parezca una purga
El 40º Congreso socialista supondrá mucho más que un relevo generacional
La amplia remodelación del Gobierno llevada a cabo por Pedro Sánchez, en la que cayeron algunos de los ministros de su círculo más próximo, compañeros en la travesía del desierto que precedió a la recuperación de la Secretaría General del PSOE, augura, a decir de los comentaristas políticos, una renovación profunda de los cuadros de mando del partido, que se prolongará, tras el Congreso Federal de octubre, en los cónclaves de las distintas federaciones regionales. Desde el entorno de La Moncloa, se explican estos cambios como un imprescindible relevo generacional, que incorpore a la dirigencia valores y sensibilidades más cercanas a las nuevas realidades de la sociedad española, como las políticas de género, y refuercen al partido de cara a unas elecciones generales que no se presentan, precisamente, fáciles.
Sin embargo, y dada la innegable inquietud que han producido entre algunos sectores del partido, más próximos a la tradición socialdemócrata y jacobina, algunas de las decisiones políticas adoptadas desde la presidencia del Gobierno, que se interpretan como cesiones a unos socios meramente coyunturales – por ejemplo, las leyes de género «queer» a las que hemos hecho referencia, que han provocado el patente disgusto de las más acendradas feministas– será muy difícil que no se escuche la palabra «purga», con las connotaciones que supone. De hecho, la destitución de Adriana Lastra como portavoz parlamentaria del Grupo Socialista y su sustitución por un perfil completamente diferente, el del diputado canario Héctor Gómez, trata de explicarse, con poco éxito, como si fuera un ascenso de Lastra para reforzar su papel en el partido.
Por otra parte, a nadie se le oculta que el actual PSOE se ha ido alejando insensiblemente de una parte de la sociedad española, la situada en la órbita del centro izquierda, fenómeno que está detrás de la caída del voto socialista en las últimas contiendas electorales. En cualquier caso, la mayor parte de la responsabilidad en el proceso de renovación interna del PSOE corresponderá a su actual secretario general, cuya estrategia política para lo que resta de legislatura no acaba de definirse. Por lo tanto, será a Pedro Sánchez a quien se le atribuirá el éxito o el fracaso de los cambios del partido y su traslación a las urnas. La experiencia, al menos, la que se desprende desde su llegada al poder, es que no se puede contar sólo con las bases socialistas más radicalizadas si se pretende gobernar con mayorías amplias.
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