Joe Biden
Biden, superado por la crisis migratoria
Si bien la crisis migratoria no es nueva, las actuales convulsiones políticas, económicas y sociales en Iberoamérica han llevado hasta el límite de su resistencia al sistema fronterizo estadounidense. Y como siempre ha sucedido, las buenas intenciones demócratas se han quedado en palabras huecas
Desde marzo de 2020, con las leyes migratorias restrictivas impuestas por Donald Trump y, por supuesto, aún en vigor, las autoridades fronterizas norteamericanas han expulsado a más de dos millones y medio inmigrantes que habían entrado ilegalmente en territorio de Estados Unidos. No hay estadísticas fiables sobre cuántas personas han cruzado clandestinamente la frontera, pero el colapso de los centros de acogida y la reacción de algunos gobernadores republicanos, que fletan autobuses para enviar a los indocumentados a bastiones demócratas de Washington y Nueva York, hablan por sí solo de la magnitud del problema migratorio al que tiene que hacer frente la Casa Blanca.
Más, cuando el Tribunal Supremo está a punto de decidir, tras semanas de discusión y aplazamientos, la derogación del llamado «Título 42», que permite a las autoridades fronterizas expulsar a los ilegales por la vía exprés, como parte del paquete de medidas sanitarias contra la pandemia. El «efecto llamada» de su probable suspensión no se ha hecho esperara y casi 30.000 candidatos al cruce esperan en campamentos improvisados en territorio mexicano. Si bien la crisis migratoria no es nueva, las actuales convulsiones políticas, económicas y sociales en Iberoamérica han llevado hasta el límite de su resistencia al sistema fronterizo estadounidense. Y como siempre ha sucedido, las buenas intenciones demócratas se han quedado en palabras huecas.
Así, quienes critican a Trump y sus políticas de muros suelen olvidar que durante los ocho años de Barack Obama fueron expulsados casi tres millones de indocumentados, una cifra que no se había alcanzado nunca, pero que corre el riesgo de verse ampliamente superada por la actual Administración. En este sentido, el inquilino de la Casa Blanca, que a partir de hoy mantendrá una cumbre con sus homólogos de México y Canadá con la inmigración como principal asunto a tratar, ha propuesto un plan denominado de «libertad condicionada», limitado a ciudadanos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití, por el que Estados Unidos admitirá mensualmente a 30.000 inmigrantes, pero siempre que gestionen la solicitud de viaje desde sus países de origen.
Una vez más, se trata de un parche que no tiene en cuenta la dimensión de la crisis y para el que se carece de capacidad burocrática para su gestión. Sólo en lo que se refiere a los ciudadanos de Venezuela, entre enero de 2021 y octubre de este año habían cruzado la frontera hacia Estados Unidos más de 545.000 emigrantes –a España han llegado 438.000– y otros 200.000 habían sido expulsados, en lo que sólo es una pincelada de la magnitud del problema humanitario. Y lo mismo reza para la oleada de salidas que se da en Cuba, que desborda todos los precedentes. Biden se queja del bloqueo republicano a sus propuestas de mano ancha, pero, hasta ahora, ha seguido la misma política que su antecesor.
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