Editorial

La aspiración legítima a gobernar sin ataduras

Lo que nos dice el candidato popular es que para llevar a cabo su programa no le hacen falta ni vigilantes ni azuzadores, mucho menos, cuando se trate de los principios constitucionales.

La Razón de Alberto Núñez Feijóo
La Razón de Alberto Núñez FeijóoAlberto R. RoldánLa Razón

Alberto Núñez Feijóo dejó diáfanamente clara, ayer, en la casa de LA RAZÓN, su aspiración a gobernar sin ataduras, sin pagar peajes o precios inasumibles, por supuesto, para la nación, pero, también, para el modelo político que defiende el Partido Popular, y lo hizo desde el convencimiento de que es posible que los electores le otorguen el próximo 23 de julio una mayoría suficiente. Entendemos que ese «no gobernaré a cualquier precio» no excluye acuerdos de investidura si la aritmética parlamentaria surgida de las urnas así lo determina, pero, dada la trayectoria del líder popular, no parece, que vayamos a ver en el futuro inmediato un gobierno de coalición tan condicionado por el socio minoritario como el que ha presidido los destinos de España y que ha llevado al PSOE a perder sus señas de identidad. Se nos dirá que el socio más probable, Vox, no pone en duda los fundamentos del modelo constitucional, desde la Corona a la unidad territorial, pero, con ser cierto, se equivocan quienes consideran que ambos partidos son intercambiables porque no es así.

De hecho, si Núñez Feijóo pidió desde la tribuna de nuestro periódico una mayoría suficiente para gobernar es desde la certeza de que su modelo de gestión política, en la línea de las modernas formaciones del centro derecha europeo, hoy acosadas por los populismos de corte conservador, acabaría por quebrar de reeditarse la dinámica del enfrentamiento sectario, de las trincheras ideológicas y del radicalismo –que ha sido la tónica del gobierno de Pedro Sánchez–, por más que se pretendan adoptar las formas de una supuesta «batalla cultural» que nadie ha declarado.

Precisamente, si hay un eje vertebrador en las propuestas del candidato popular es el que reclama una manera de ejercer la política que refleje la realidad de la sociedad española, mayoritariamente abierta, dialogante y amable en la convivencia cotidiana, pero que se ha visto desdibujada por la pretensión de un sector de la izquierda de abordar un proyecto radical de cambio social en todos los órdenes para el que no existía mandato electoral. Las consecuencias, que Núñez Feijóo conoce perfectamente, no sólo han traído crispación, desconfianza y bandería, sino que han alimentado la mecánica de la acción-reacción con la que es imperativo acabar porque, entre otras cuestiones, ha llevado a un sector de los españoles, normalmente templado en sus apreciaciones, a dudar gravemente de las instituciones, incluso, de la limpieza del sistema electoral.

Un daño, insistimos, potencialmente más grave para la convivencia que los yerros evidentes cometidos por el Gobierno de Pedro Sánchez en el ámbito de la economía, la energía, la fiscalidad, el mercado laboral o en el tratamiento del mundo rural.

Así, el programa de Núñez Feijóo no es tanto la llamada «derogación del sanchismo» como un fin en sí mismo, sino la rectificación de esas políticas divisivas del cuerpo social a las que nos hemos referido. Por supuesto, el candidato popular no es hombre de grandes arengas y gestos a la galería, pero hará lo que ha dicho, comenzando por la ley de Memoria Democrática, letal por sus condicionantes guerra civilistas, y terminando por devolver al Poder Judicial y las instituciones del Estado el ámbito de independencia que les corresponde. Y lo que nos dice el candidato popular es que para llevar a cabo su programa no le hacen falta ni vigilantes ni azuzadores, mucho menos, cuando se trate de los principios constitucionales –que también informan el modelo autonómico del Estado–, cuya defensa está en el adn del Partido Popular.

En definitiva, Núñez Feijóo pretende que España retorne a su ser, el que presidió e hizo posible contra todas las dificultades, la magna aventura de la libertad y la democracia. Porque, en sus palabras, «se ha llegado hasta aquí porque todas las políticas del sanchismo tenían el propósito de dividir a la sociedad española. Los políticos que nos han gobernado en los últimos años han intentado atrincherarnos: progres contra fachas, arriba contra abajo, gays contra heteros... El Gobierno debe contribuir a la unión de la sociedad». Él está dispuesto a hacerlo. Ni experiencia ni capacidad de gestión le faltan. Tampoco una visión de sus conciudadanos alejada de buenos y malos. Pero todavía le falta una mayoría suficiente. Queda mucha campaña por delante.